Así
comienza la primera lectura de la Nochebuena y me sentía bien cuestionada.
¡Cómo necesitamos esa luz! ¡Qué difícil, triste y angustioso vivir en la
oscuridad! Peor aún cuando uno ni se da cuenta de que vive en tinieblas y no
busca la luz
Llevamos
un mes de mucha tensión por los acontecimientos políticos que se están viviendo
en Honduras. Hace apenas cuatro días nadie sabía dónde iba a estar para
Navidad, qué iba a hacer, con quién se iba a reunir… tras unos días de estar
encerrados en las casas, de manifestaciones y tomas de carreteras en las que la
tónica era la violencia, de cierre de comercios… casi milagrosamente la
situación se estabiliza. No se ha solucionado pero ya todos estamos viviendo
como si nada hubiera pasado. Ya no nos acordamos o no queremos acordarnos. E
incluso hemos dejado nuestras oraciones por la paz porque creemos haberla
conseguido.
Esa
noche escuchaba la música de las casas a todo volumen… sonaron cohetes por
horas… comida, bebida, fiesta…
Exigimos
justicia, nos quejamos de la pobreza, esperamos que otros nos solucionen los
problemas… mientras tanto nosotros festejamos… Y se nos olvida qué es lo que
realmente celebramos en estos días… El gran acontecimiento de Dios encarnado se
nos pasa por alto… no tiene cabida en nuestra fiesta y menos aún en nuestro
corazón y en nuestra vida
Definitivamente
vivimos en la oscuridad y esto me da una profunda tristeza. Pido a Dios, que se
hizo uno como nosotros a través de Jesús, que nos de su luz, que sea nuestro
guía, que ilumine nuestros pasos
Para
María, Jesús fue su centro, el motivo y la razón de su existir. Que María sea
nuestra maestra y nos enseñe a acogerle, a conocerle, a amarle y a seguirle. Y
que nos ayude a descubrir que solo Él puede llenar nuestra vida y darle un
pleno sentido y felicidad
“Nos han robado la
Navidad” es la frase que más he escuchado en los últimos días, debido a la
crisis política que estamos viviendo en Honduras.
A mí me cuestiona
esta frase porque a mí nadie me puede robar la Navidad a menos que yo lo
permita. Dios nace y seguirá naciendo para todo aquel que desee abrirle su
corazón, para todo aquel que desee acogerle en su vida y hacerle el centro de
todo… Dios nace y seguirá naciendo ahora y siempre y es motivo de alegría y de
gozo porque no estamos solos, porque Él viene para quedarse con nosotros
Si tu corazón está
lleno de odio, rencor, resentimiento, deseo de venganza… si tu corazón está
apegado a las cosas de este mundo… difícilmente vas a tener un espacio para que
viva en ti. Pero si en tu Adviento fuiste preparándolo para dejar ir todo eso…
enhorabuena… tienes algo muy grande que celebrar y agradecer y un enorme motivo
para alegrarte
Que tu corazón esté
preparado para acoger el Amor, la Misericordia, la Esperanza, la Compasión, la
Bondad… porque Él quiere morar en ti para que puedas vivir plenamente.
“La misericordia y la fidelidad se encuentran, la
justicia y la paz se besan”. Salmo 85,11
Tal es el
mensaje que el salmo responsorial de este segundo domingo de Adviento nos
anuncia. Esta es la voluntad de Dios para nosotros sus hijos. Este es el
proyecto que nosotros debemos realizar en Honduras para tener vida en plenitud.
Por eso, veo
con dolor, tristeza y preocupación los acontecimientos que estamos sufriendo.
Queremos, pese a todo, mantener abierta la esperanza y el compromiso por
construir una convivencia justa y en paz. Por tanto, además de invitar a la
oración a todos los que creemos en Cristo, recuerdo que no basta con decir:
“Señor, Señor”, sino que hemos de afrontar nuestra realidad y responder a sus
retos. De ahí que me parezca oportuno compartir estas reflexiones:
Independientemente
de posibles comportamientos injustos de personas concretas, es claro que
institucionalmente nuestro sistema democrático es débil y tiene claras deficiencias.
Necesitamos una más clara distinción de los poderes ejecutivo, legislativo y
judicial y que estos dos últimos mantengan sin ninguna duda su independencia.
Recordamos que, pese
a una participación ordenada y pacífica en las últimas elecciones, es muy alta
la abstención, no solo en las elecciones primarias, sino en estas generales.
Con seguridad no hay una única causa que provoca este fenómeno pero sí que
refleja desilusión y desconfianza ante la clase política
Teniendo en cuenta
esta abstención, los candidatos elegibles tienen que reconocer que solo
alrededor del 20% de los hondureños con derecho a voto ha optado por darles su
mandato. Esto exige a todos humildad y decisión por buscar un bien común que
desborda con mucho las propias opciones y las de cualquier partido. Esto exige,
igualmente, mayor compromiso en el conocimiento de la realidad, mayor esfuerzo
de reflexión sobre la diversidad de propuestas institucionales y un claro
compromiso por el diálogo con todos.
Sin entrar en
valoraciones o juicios personales, lamento que la información facilitada por el
Tribunal Superior Electoral no hay respondido con claridad al derecho de la
ciudadanía. Considero
necesario que con la participación de todos los partidos que hayan obtenido
escaños en el Congreso y de los observadores internacionales se revisen todas
las actas escrutadas para poder superar las sospechas y recelos generados,
aceptar los resultados y avanzar por el camino de la reconciliación, del
diálogo, la colaboración y la paz estable.
Ruego a todos que
mantengamos actitudes de respeto, diálogo y convivencia y superemos toda forma
de violencia tanto hacia las personas como hacia los bienes y propiedades del
estado, de las instituciones privadas o de las familias. Nadie “gana”
violentando a los demás. Todos ganamos construyendo juntos una Honduras justa,
sin exclusión ni pobreza
Todos los actores
con responsabilidad en la vida pública de nuestra patria hemos de tener
presente que algo más del 40% de los/as hondureños/as es menor de 18 años. No
participa en las elecciones pero sí tiene derecho a esperar que nos
comprometamos con su futuro. Al comenzar la siguiente legislatura estaremos
celebrando los doscientos años de la independencia. ¿Qué vamos a ofrecer a esa
generación del bicentenario para que pueda asumir su tarea de construir una
patria justa y en paz?
Cierro estas reflexiones
remitiéndolos de nuevo al salmo responsorial de este domingo e invitándolos a
orar con sus palabras: “Muéstranos,
Señor, tu misericordia y danos tu salvación
A mediados de noviembre realicé
los Ejercicios Espirituales de ocho días de San Ignacio en el Centro de
Espiritualidad de los jesuitas en Arena Blanca (Yoro - Honduras). La primera
oración de uno de los días era con el texto de las bienaventuranzas. Pensé que
iba a ser tiempo perdido porque no es una lectura que me hable. A pesar de
esto, y fiel a los consejos de San Ignacio de Loyola, seguí todos los pasos,
permanecí el tiempo establecido (una hora) y después escribí mi examen de la
oración. Fue en ese rato de mi examen cuando tuve una gran consolación
Confieso que hasta ese día
descubrí el mensaje que encierran las bienaventuranzas. He caído en la cuenta
de que es distinto creer en Dios que seguir a Jesús. Creer en Dios implica
cumplir los mandamientos (y tampoco los cumplimos aunque digamos que creemos en
Él) pero seguir a Jesús implica algo más. Seguir a Jesús supone vivir las
bienaventuranzas. Muchos creemos en Dios pero pocos siguen a Jesús. Yo ya vi
mis principales carencias. No puedo seguir a Jesús si no soy libre internamente
de todo/s, si no tengo compasión por los otros, si no perdono de corazón, si mi
corazón no está limpio y no miro a los demás con el amor con el que Él me mira,
si no trabajo por la paz, si no tengo hambre y sed de vivir conforme al plan de
Dios…
Todavía me falta mucho, es muy
fácil decir que le sigo con palabras pero me queda mucho trabajo interior por
hacer para que eso se refleje en mi vida. Lo que sí tengo claro es que quiero y
deseo seguirle y confío en que me vaya dando la gracia para que así sea.
Quiero centrar ahora mi mirada en
Honduras. Siempre me he preguntado por qué un pueblo que se confiesa creyente
sufre de tanta violencia, injusticia, corrupción, narcotráfico, pobreza… La
respuesta está clara: se cree en Dios pero no se sigue a Jesús. Los mismos que
andan ahora saqueando bancos, negocios o camiones, los que andan quemando
casetas de peaje, tiendas, bodegas o gasolineras, los que andan enviando por
whatsapp videos que crean angustia y miedo, los mismos que andan metiéndose en
las casas, los que andan incitando a la rebelión, los que andan creando
división entre hermanos y amigos… estoy casi 100% segura, y esto me da
muchísima tristeza, de que creen en Dios… y ahí no se salva nadie… los hay
católicos, evangélicos… El pecado social es consecuencia del pecado personal…
no podemos culpar a los gobiernos cuando nosotros hacemos lo mismo en la medida
de nuestras posibilidades. Ejemplo: Algunos hablan de políticos corruptos pero
ellos eluden los impuestos o roban la luz… ¿acaso esto no es corrupción?
Si todos siguiéramos a Jesús, Honduras
sería distinto. Los políticos, independientemente del color, no van a cambiar
el país. De esta realidad hace tiempo que me convencí. Es el pueblo, es cada
uno el que tiene que volver su mirada a su corazón y cuestionarse a la luz de
los mandamientos y de las bienaventuranzas: ¿Amas al prójimo como a ti mismo o
solo a los que te quieren o piensan como tú? ¿Compartes lo que eres y lo que
tienes con los más necesitados o solo das de lo que te sobra? ¿Eres instrumento
de la paz de Dios en tu familia, y con tus vecinos, y con tus compañeros de
trabajo? ¿Está tu corazón limpio de rencor, de soberbia, de odio, de deseo de
venganza, de deseo de tener… eres capaz de ver la bondad de Dios en todo y en
todos? ¿Miras a los otros, que son tan queridos por Dios como tú, con la misma
misericordia y amor con que Dios les mira?... La transformación de un país
comienza con la transformación interior de cada una de las personas que lo
habitan y eso ningún gobierno lo va a lograr. Es necesario tomar conciencia de
esta realidad y que comencemos a revisar nuestras pobres vidas. Lo fácil es
culpar a los gobiernos y así eludir nuestra responsabilidad personal. Basta ya
de sentirnos víctimas cuando podemos ser actores de cambio pero no lo olvides:
“comienza por ti”.
Acerquémonos
a Jesús para que le podamos conocer.
Conozcamos
a Jesús porque solo así podremos amarle.
Amemos
a Jesús porque solo el que ama es capaz de hacer lo que sea por su amado.
Sigamos
a Jesús y vivamos las bienaventuranzas porque solo así podremos ser dichosos y
felices
Continuamos con toque de queda en Honduras La
gente sigue desafiando las leyes y a las autoridades. Por quinto día
consecutivo, se ha tirado a las calles a hacer sonar sus cacerolas, la música,
los cohetes… queman llantas, gritan…
La gente en este país madruga.
Muchos entran a trabajar a las 6am, otros a los 7am y los que más tarde a las
8am. ¿Será tener caridad con el prójimo hacer semejantes relajos cuando hay
gente que trabaja o niños, ancianos y enfermos que necesitan descansar? ¿Acaso
esto no es otra forma de violencia? ¿Jesús también estaría en medio de esas
protestas? ¿Así construimos el Reino? Dichosos los que tienen hambre y sed de
justicia pero… ¿Violentando los derechos de los otros y faltando al respeto? ¿Qué
estamos enseñando así a los niños? Lo que están viendo de sus mayores estos
días es: cómo saquean, cómo se toman las carreteras, cómo destruyen casetas de
peaje, cómo irrespetan las leyes, cómo hacen “berrinche” en las noches… ¿Qué
herencia estamos dejando a los niños? Y con esto no digo que no se haga
justicia pero la lucha ha de hacerse de forma pacífica, como Jesús nos enseñó.
La violencia solo engendra violencia. ¿Qué vamos a celebrar en esta Navidad si
nuestro corazón está lleno de odio, de amargura, de resentimiento, de cólera…?
Si defendiéramos nuestra fe y
creyéramos con tanta fuerza como la gente defiende ahora a un partido político
y al que quieren que sea su presidente… este mundo sería distinto. Pero no es
así… porque acá todos creemos en Dios pero en el que nos hemos fabricado en
nuestra mente, y esa idea de Dios está muy lejos de parecerse al Dios de Jesús
por eso actuamos como actuamos
“¡Padre, perdónanos porque no
sabemos lo que hacemos!”... Ese es mi grito y mi oración desde hace unos días… unos
porque hacemos el mal, otros porque con nuestras palabras agredimos, otros
porque damos rienda suelta a nuestros pensamientos y luego se manifiestan en
acciones incorrectas, y otros porque nos quedamos de brazos cruzados cuando se
nos pide que respondamos ante las necesidades de los otros y la realidad que
nos rodea con propuestas alternativas donde el amor y la paz sean la base.
“Padre,
¿qué sientes cuándo contemplas “nuestra Honduras”?” Ante este caos que está
dividiendo y enemistando a la población por creencias políticas, imagino a tu
Hijo, imagino a Jesús clavado en la cruz llorando desconsoladamente mientras
observa cómo poco a poco el mal va ganando terreno y nos hacemos daño y
destruimos. Imagino a Jesús llorando y sintiendo una profunda tristeza en su
alma y en su corazón mientras eleva su plegaria a Dios diciéndole una vez más:
“!Padre, perdónales porque no saben lo que hacen!”. ¿Por qué no nos sentamos y
hacemos un discernimiento a la luz de la fe? ¿A dónde nos va a llevar todo
esto? ¿Qué medidas y acciones podemos tomar para defender nuestros derechos y
que se haga justicia de forma pacífica?
Ya no más violencia… Honduras ya
no necesita que se derrame más sangre de forma violenta… seamos instrumentos
del amor y de la paz de Dios… seamos fieles seguidores de Jesús no solo de
palabra sino también con nuestras obras… seamos coherentes con la fe que
profesamos… seamos constructores del Reino de Dios, que nada tiene que ver con
los poderes de este mundo, y recordemos que TODOS SOMOS HERMANOS.
Leía en mi oración el otro día “lo importante no es lo que hay que hacer para convertirse en discípulo
sino lo que hay que dejar”… yo ya hice mi reflexión sobre este tema y quiero invitarte
a que tú también la hagas. ¿Qué tienes que dejar: el orgullo, la soberbia, el
rencor, tus apetencias, tu egoísmo, tus adicciones, tu vanidad, tu odio, tu
narcisismo, tu comodidad, tu pereza…? Pon nombre a eso que “tienes que dejar”
Una vez que ya has logrado
identificar lo que te pide Dios que dejes, es importante que desees en lo más
profundo de tu corazón dejarlo. Él nos ayuda en la medida que ponemos los
medios.
Muchas veces se nos insiste en
el hacer… hacer “para agradar a Dios” dicen unos… hacer “para ganarse el cielo”
dicen otros… hacer “porque Jesús así lo pide” nos enseñan y predican… Y en
realidad ¿qué tan importante es el hacer? ¿acaso el joven rico no hacía muchas
cosas buenas y era buena gente?. Y Jesús le dice “solo te falta una cosa”
Y tú ¿qué tienes que dejar?
¿qué te falta? ¿qué hay en tu corazón que no le está permitiendo a Jesús ser?
En la medida que se produzca
tu conversión interna todo a tu alrededor cambiará porque tú habrás cambiado.
Tus pensamientos serán distintos, tus palabras estarán orientadas al bien, y lo
que hagas tendrá un sentido distinto. Las mismas personas de todos los días y
los mismos lugares frecuentados los percibirás de otra manera.
Si escuchas con atención tu
corazón no podrás resistirte a esta invitación. Escucha como te dice:
Ama como yo amo
Perdona como yo perdono
Ten compasión de tu hermano
porque también es hijo mío
Confía porque no te dejaré ni
te abandonaré
Déjame ser y hacer a través de
ti porque te necesito
Imagina que estás a punto de
nacer. Dios te da a escoger dos vidas distintas para vivirlas en la tierra. La
primera es una vida breve, llena de enfermedades, pobreza y burla por parte de
la gente. La segunda todo lo contrario, una vida llena de salud, riquezas y
honor. Dios te dice que cualquier que sea tu opción te amará igual. ¿Cuál sería
tu opción?
San Ignacio cayó en la cuenta
de lo que realmente tenía valor, de ahí su oración de disponibilidad y
desprendimiento “Tomad Señor y recibid… dame tu amor y tu gracia que esto me
basta”
Santa Teresa lo enuncio en su
“Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta”
Y San Pablo, por enumerar a
algunos, todo lo consideraba pérdida o muerto con tal de conocer a Cristo y
dejarle habitar en su corazón y ser en su vida
Y es que… ¿De qué sirven la
salud, el trabajo, el honor, los títulos, las cosas materiales, los triunfos…
si no le dejamos a Dios ser en nuestro corazón? ¿Qué o quién ocupa nuestro
corazón y el primer lugar en nuestra vida? ¿Qué está impidiendo que Dios habite
en nosotros? ¿Qué está bloqueando la acción de Dios en nuestra vida? ¿Por qué
nos resistimos a que Él sea en nosotros y haga a través nuestro? ¿De qué está
lleno nuestro corazón: orgullo, vanidad, soberbia, culpa, rencores, odio,
amargura, deseo de venganza… deseo de acumular… búsqueda de seguridad…?
¿De qué nos sirve tener salud,
riquezas y honor si vivimos ajenos a Dios, si Dios es tan solo una idea en la
que creemos pero no le dejamos manifestarse y ser en nuestras vidas porque
otras cosas ocupan nuestro corazón y nuestra mente?
¿Acaso no sería preferible
estar enfermo, ser pobre y despreciado, criticado y humillado, si
experimentamos en nuestro interior el amor y la misericordia de Cristo?
¿Cuál es tu decisión? Sea cual
sea no te preocupes… Dios te va a seguir amando. Tal vez esta sea tan solo otra
oportunidad que se te concede para que te cuestiones y unainvitación de Dios para que le permitas entrar
en tu corazón y liberarte de todo lo que te oprime y te esclaviza.
“La rama no puede dar fruto por sí
misma si no permanece unida a la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en
mí”. Juan 15, 4
Jesús nos invita a estar unidos a Él,
solo así podremos dar fruto
Puede que nuestras vidas estén llenas
de actividad, hacemos y hacemos pero no vemos frutos o son muy escasos. Puede
que nos esforcemos y acabemos agotados y con la sensación de estar haciendo
poco o muy poco. “El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa”
Sería bueno cuestionarnos sobre esto.
Si realmente estamos unidos a Él, los frutos se dan. Si tenemos fe en que todo
es posible para Él, nosotros solamente tendremos que poner los medios y los
frutos se darán. Para eso es necesario dejarle que llene nuestro corazón
A lo mejor nuestro hacer no tiene ni
su origen ni su destino en Él. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Para qué lo
hacemos? ¿Qué es lo que nos motiva? ¿A quién respondemos: a nuestro ego, a una
idea que tenemos de Dios, o realmente al Dios de Jesús?
Quizás por eso nos hemos podido
sentir muchas veces como dando tumbos, quizás por eso no terminamos muchas
veces de centrarnos, no vemos con claridad o percibimos el futuro incierto
Si Dios es una idea en la que creo y
no ha bajado de mi mente a mi corazón… difícilmente daré frutos.
Si hay algo que impide mi unión con
Él… difícilmente daré frutos
Si tengo mi corazón lleno de “tantas
cosas” que me alejan de Él… difícilmente daré frutos
Si creo que todo se soluciona con
unas oraciones pero mi vida no cambia… difícilmente daré frutos
“Separados de mí no pueden hacer
nada”… bueno, hacer lo que se dice hacer podemos hacer mucho pero resultará
vacío, hueco, superficial… no tendrá la hondura, la profundidad, o el efecto
esperado o deseado. Por otra parte nos queda el consuelo de que “nada es
imposible para Él” pero que eso no sea una justificación para cruzarnos de
brazos y seguir como hasta ahora.
¿Qué nos queda? Si queremos dar fruto
está claro: vaciar nuestro corazón de todo aquello que nos impide amar para que
Él pueda hacer su obra a través nuestro. Comienza a poner nombre a todo aquello
que no le deja ser y déjalo ir… mañana puede ser demasiado tarde.
Ya lo dijo
Jesús… “Felices los misericordiosos…”… felices serán quienes tengan
misericordia consigo mismos y con los otros… El perdón sana, salva y nos
libera.
Dios nos
perdona TODO y así lo creemos, entonces ¿por qué somos tan reacios a
perdonarnos y a perdonar a quienes nos ignoran, a quienes nos engañan, a
quienes nos hacen daño, a quienes no nos valoran, a quienes nos desprecian, a
quienes nos critican…)
¿Acaso es
justo que nos perdone TODO y nosotros seamos tan crueles, duros y exigentes con
nosotros mismos y con los demás?
¿Quiénes somos
para no perdonar, quiénes nos creemos? ¿Acaso tenemos más poder y autoridad que
Dios? ¿Por qué somos tan soberbios? En la medida que Él nos perdona y nosotros
no nos perdonamos o no perdonamos a los otros, estamos desacreditando Su
Autoridad y posicionándonos sobre Él, nos creemos por encima de Él.
Danos la
humildad para perdonarnos y perdonar los errores de los demás… para mirarnos y
mirar a los otros con misericordia. Y líbranos de la soberbia que nos esclaviza
y nos hace duros de corazón
Este domingo fue un día duro de trabajo. Era día de
exámenes finales y los estudiantes habían encargado comida para almorzar en el
colegio. Terminando la hora de comer, Sor Suyapa me comunicó que una alumna
(que ya tenía antecedentes de haber consumido drogas) había estado tomando
alcohol. Fuimos para el aula e inmediatamente llegó la coordinadora. Se les dio
la oportunidad a los alumnos de hablar y contar lo que había pasado pero todos
callaron. Comenzamos a revisar las mochilas (me sentí super incómoda urgando
sus pertenencias pero teníamos que confirmar las sospechas y buscar cualquier
indicio antes de tomar medidas). La coordinadora encontró una cajita de jugo en
la que habían echado ron. La botella la encontramos en el basurero del aula.
Tras amenazarles con retirarles los exámenes si no hablaban, “A” se delató. Sor
Suyapa y la coordinadora se bajaron con ella para redactar el acta de expulsión
y yo me quedé un rato con ellos. Les pregunté quién más sabía de aquello y
quién había colaborado. Un alumno dijo: “Profe todos sabíamos pero nadie dice
nada por miedo. Aunque nos hubieran retirado el examen no hubiésemos hablado.
Vale más nuestra vida y no sabemos qué consecuencias puede tener el hablar”. Y
ahí sí… les hablé bien enojada y les dije: “Sigan así… por eso este país está
como está… y la culpa no la tienen tanto los políticos sino el pueblo que calla
y calla… todos saben pero nadie dice nada y al final todos son responsables y
se vuelven cómplices del mal”.
Como tres horas y media entre hablar con la muchacha,
hablar con la que había metido la botella en el colegio, hablar con los que
habían tomado de la botella… y al final… “A” expulsada del colegio y a los
otros cuatro se les ha dado un periodo de reflexión hasta finales de enero,
fecha en la cual si quieren matricularse en el colegio tendrán que redactar un
compromiso firmado que deberán cumplir durante el curso escolar.
Llegué a casa a las 5.30pm, solo tomé un poco de café
con leche y me fui para la eucaristía de 6pm. Estaba agotada… casi once horas
en el colegio (como todos los domingos)… y de remate esa misa fue ¡tan larga!,
duró hasta 7.40pm… en la homilía me faltó poco para dormirme. El caso es que en
la eucaristía me estuve acordando de “A”… tal vez yo no hice lo suficiente por
acompañarla durante el curso, tal vez se merecía otra oportunidad, ¿por qué a
mí se me dan tantas oportunidades y a ella se le echa del colegio? ¿acaso mi
vida vale más que la de ella? No es justo, creo que no es justo, si a mí no se
me hubieran dado tantas oportunidades no sé dónde estaría ni que estaría
haciendo… no merezco estar aquí ni hacer lo que hago si Dios me hubiese medido
de la misma manera. En eso estuve toda la eucaristía: preguntándome ¿por qué a
otros no se les da otra oportunidad y a mí se me dan tantas?
No encuentro respuesta a mis preguntas pero tengo la
certeza de algo y es que Dios me ama y a pesar de mi debilidad y fragilidad me
quiere acá. Y este domingo lo volví a confirmar. En el lateral, en el que
estaba sentada, dio la comunión una mujer muy comprometida y ya mayor a la que
tengo años de conocer pero ahorita hacía unos meses que no la veía porque no
voy a esa iglesia. Cuando llegó el momento de darme la comunión, se le iluminó
la cara, sus ojos brillaron y con una sonrisa me dijo: “Hola Gloria”… “El
Cuerpo de Cristo”. Volví a mi asiento y… buf… fue como el mismo Dios
saludándome y diciéndome: “me alegro de que estés acá… sigue adelante… yo te
quiero… (eso y más cosas)”. Lo que continúa ya te lo imaginarás… siempre llevo
pañuelos a la eucaristía porque nunca sé cuándo Dios me va a hacer uno de estos
regalitos
No sé cuál será tu caso… pero sí que estoy segura de
algo… el Amor y la Misericordia de Dios es mucho más grande que la justicia
humana y bendito sea Dios si así lo vivimos, experimentamos y agradecemos
Hace dos días estuve en un taller sobre
aprender a sanar traumas a través de la energía. Son seis sesiones y apenas
vamos por la segunda. Se movieron muchas cosas y es que cuanto más me conozco
más me doy cuenta de todo lo que me falta. De este taller como de tantos otros
recibidos, no salí igual que entré, en algo me ayudó y algo sané. Pero quiero
hablar de algo concreto. Casi para terminar se nos habló de un diccionario de
enfermedades que puedes encontrar en internet. La dirección es www.biodespertaremocional. La tarea
que tenemos que hacer para la próxima sesión es hacer un listado de las
enfermedades padecidas, su sentido biológico, cuál es el conflicto o trauma que las ha causado, cuál es el
mensaje o a qué nos invita la enfermedad y dar las gracias. Me llamó la
atención cuando el formador, un jesuita guatemalteco con mucha experiencia en
todo esto, comentó que las enfermedades no son enemigos a los que atacar o
combatir sino ángeles que tratan de comunicarnos algo que hay que trabajar en
nosotros. Esto me quedó resonando.
Casualmente, por decir algo porque no
creo en las casualidades, me ha pegado conjuntivitis. Decenas de miles de
hondureños la han padecido en este último mes y es que se ha convertido en una
epidemia viral que está afectando a todo el país. De no haber sido por este
curso lo hubiera visto como: “no iba a ser yo menos” o “no me salvé” o “ni
modo, es lo que toca”… me hubiera aplicado el colirio y como vino se hubiera
ido. Pero anoche me desvelé. No aguantaba mis ojos, los tenía al rojo vivo,
medio pegados, y me ardían. Tras dos horas de desvelo me empecé a cuestionar
qué mensaje podía tener para mí esta conjuntivitis y me empecé a preguntar por
“el ver”, “el mirar”, “cómo veo”, “cómo me veo”… y algo se desbloqueó en mí.
Una de mis oraciones más repetida es que me mire, y mire a los otros con amor y
misericordia, esto conectó directamente con lo que me estaba pasando. Y ya no
me importó el malestar de los ojos. Yo no pido nunca en mis oraciones por la
salud pero ahora mucho menos. He caído en la cuenta de que es más importante
pedir otras cosas, en este caso la gracia de mirarme y mirar a los otros como
Él me mira y les mira, y descubrir la bondad de Dios en todo a pesar de que lo
que nos sucede no sea según lo previsto o a veces hasta doloroso.
Y con todo esto recordé el relato del
paralítico y su camilla. Jesús comienza perdonándole sus pecados. Claro que sí…
eso es trascender la enfermedad… caer en la cuenta de que otras cosas son
prioritarias. Si Jesús le hubiera sanado su enfermedad, tarde o temprano se
hubiera vuelto a agravar. Eso es lo que hace la medicina, ataca la enfermedad y
no descubre la causa, y al final uno vuelve a padecer lo mismo o el cuerpo
expresa de otra manera eso que tiene que trabajar. Jesús sabe qué es lo que le
está provocando su parálisis y comienza por ahí. Ni entonces entendieron ni
nosotros todavía entendemos muchas de sus enseñanzas.
Que Dios te dé, nos dé la gracia de
trascender lo que nos sucede. Y tengamos la confianza de que nuestras
peticiones serán escuchadas porque ¿acaso Dios no dará el Espíritu Santo a
quién se lo pida si nosotros somos capaces de dar cosas buenas a quienes
queremos?