miércoles, 30 de marzo de 2022

“¡AY LAS FORMAS!”

 

Me llama la atención y me preocupa que nos detengamos en las formas y no vayamos al fondo, que lo externo disminuya nuestra fe, que nos haga perder el tiempo en discusiones o batallas en las que nada cambia

Me sorprendió también el otro día un comentario de un feligrés tras salir de la celebración de la Eucaristía: “El cura no parecía ni cura”. Nos desenfocamos. Nos quedamos mirando los medios y se nos olvida lo esencial, nos perdemos lo más importante.

En ocasiones he escuchado los pros y contras de las iglesias con forma alargada o semicircular. Otro medio que si es causa de aumento o disminución de la fe es porque somos un poco miopes. Que si el altar queda muy arriba, que si el sacerdote está muy lejos, que mejor todos alrededor del altar… El otro día sucedió algo que me cuestionó. Entré en una iglesia con forma alargada. Estaba a oscuras, vacía… y pensé: “Pues a mí, si es por gustarme, prefiero las iglesias con forma semicircular porque siento que es más familiar, más recogidita… pero si tengo enfrente el altar y encima está más alto que yo, solo voy a tener ojos para lo que ahí esté pasando”. Cabal… al ratito se me confirmó. La eucaristía se celebró en la capilla, que es de forma semicircular, y pasó lo que tenía que pasar. Confieso que tengo un radar demasiado sensible a todo lo que acontece a mi alrededor, una mosca es capaz de atrapar mi atención y despistarme. Reconozco que es un don y lo agradezco pero soy consciente de que también me ha traído muchos problemas, y que en más de una ocasión me hace sufrir porque me doy cuenta hasta de lo que no debo. Pasé la eucaristía totalmente distraída: uno que se rasca la cabeza, otro que tose, a una que le suena el celular, a otra que se le cae una moneda, una señora que sale a media celebración y pasa por medio… buf… Y yo luchando por concentrar mi mirada en lo verdaderamente importante pero ¡Qué difícil!.

Conclusión: La solución no es cuál es la estructura mejor sino dónde me tengo que colocar para despistarme lo menos posible. Así que si algo externo de nuestra Iglesia no lo comparto: decoración, cantos, el corte de pelo del sacerdote, la ropa de los servidores, el incienso, la homilía, tradiciones… quizás tenga que cuestionarme por qué me resisto, o no acepto, o lo juzgo… y enfocarme no en cambiar lo de fuera sino mi forma de mirar y posicionarme ante esas realidades

lunes, 28 de marzo de 2022

“¡HAY TANTO QUE AGRADECER…!”

 

Soy una desagradecida… no se valorar todo lo que tengo, todo lo que se me regala… siento que a veces lo doy todo por hecho y no reparo en que todo es don.

Este fin de semana fue de muchas emociones, de muchos reencuentros… motivos más de mil para dar gracias. Y me llamó la atención escuchar a mi amiga en más de una ocasión decir: “Gracias Señor”. Yo lo repetía en mi interior a la vez que me sonreía porque me sonaba a música celestial de lo bello que lo sentía. Y me dije: “Tengo que ser más agradecida por tanto y todo, por cada pequeño detalle… tengo que estar más atenta y alegrarme por cada regalito recibido”. Pero además y lo más importante es reconocer a quien está detrás de todo ello y lo hace posible. No quedarme en la persona, en la cosa, en el acontecimiento… sino mirar al Hacedor de todo ello. “Gracias Señor”

Providencialmente, el salmo del fin de semana decía: “Gustad y ved qué bueno es el Señor…”. Yo al repetirlo la primera vez añadí: “¡Y tanto…!”. Mi amiga no me entendió. Cuando volvimos a repetirlo pensó: “Ya sé por qué Gloria dijo ¡y tanto…!”. Y es que habíamos vivido un día demasiado intenso y feliz, solo había motivos para alegrarnos, agradecer y reconocer lo bueno que es el Señor. “Gracias Señor”



Me da tristeza cuando escucho a quien quiere morirse, a quien se queja de su vida o de sus desgracias… o cuando me escucho lamentándome por insignificancias. Tal vez no sabemos ver o valorar lo bueno, lo bello… Quizás no atesoramos los bellos recuerdos y nos quedamos en el dolor, el sufrimiento o las situaciones adversas que acontecieron en el pasado o que inquietan nuestra presente

¡Hay tantas razones, motivos, para dar gracias….!. Me estoy acordando ahora de mi vecinito de 5 años, es negrito y habla fatal el español. Tiene una carita preciosa y una sonrisita linda… para comérselo… Siempre se me alegra el corazón cuando lo veo. Ayer por la tarde llevaba en su manita un billete y su hermana mayor se lo cambió por una moneda de menos valor que el billete. El niño feliz con su moneda. Mi mami se la pidió. El niño se quedó pensativo pero, algo en él cambió de repente y, se la dio a mi madre. Me quedé perpleja… solo tenía esa moneda y se la regaló. Mi reacción fue: “¡Ay no… solo por ese gesto se merece otra moneda!”. Así que mi madre le devolvió la moneda y además le dio otra. Se fue feliz con sus dos monedas. “Gracias Señor”, pues sí, también por esto, porque eso fue evangelio… generosidad, desprendimiento… ¡Cuánto por aprender!. “Gracias Señor”

domingo, 20 de marzo de 2022

“LA HIGUERA Y YO”

 

Érase una vez una higuera que no daba fruto. Podemos comenzar el cuento de otro forma: “Érase una vez una persona piadosa, rezadora, cumplidora, comprometida, bien portada, sacrificada… que no daba fruto. Una persona que se estancó en su crecimiento porque encontró en su religión y en su forma de entenderla, la seguridad que necesitaba para su vida. Una persona que se acomodó en lo conocido, en lo de siempre, en tener su conciencia tranquila, en no hacer daño a nadie… Una persona que se creía mejor que otras, merecedora del cielo, que se sentía con el derecho a juzgar a otros, que creía tener la razón, que trataba de imponer sus ideas, que se lamentaba de que no le considerasen o de que le cerraran puertas, que se quejaba porque los otros no respondían a sus expectativas o a su forma de entender…”. Y ahora diría Santa Teresa: “¡Cuánta gente de esa hay en nuestras iglesias!!. ¡Qué dicha llegar hasta acá!. La desgracia es estancarse de por vida por falta de humildad. El camino continúa y hay que seguir caminando


Un buen día alguien pensó en la higuera y un buen intercesor le pidió tiempo para trabajar la tierra de manera que diera fruto (avanzar, crecer). La tarea no era fácil pero no imposible para Él. La higuera no conseguiría dar fruto si seguía con sus esquemas, a su manera… no iba a dar fruto a puro esfuerzo y confiando solo en sí… tenía que dejarse hacer y poner toda su confianza en quien le tenía entre sus manos, abrirse a la gracia. La higuera esperó, confió… Fue pasando el tiempo y se fue transformando. Y cuando llegaron los frutos, ni siquiera tenía conciencia de ser higuera, y tampoco de los higos que salían de sus ramas. Sólo tenía ojos para el campesino que tanto amor le demostraba. Ese campesino que evitó que la cortaran y la echaran al fuego. Ese campesino que la acompañó, cuidó y sostuvo en los días de sol y en los de lluvia. Ese campesino que la alimentaba y daba vida.

La higuera comprendió la importancia y necesidad de esa relación. También entendió el tiempo perdido enfocada en dar fruto, en ser la más grande y vistosa del lugar, en enseñar a otras, en juzgar a las más chiquitas o improductivas, en exigir resultados… Pasó muchos años fijando su mirada en otras higueras, en los resultados, en sus propias capacidades, en los aplausos y reconocimiento…

La higuera se dio cuenta que no podía vivir sin su campesino, que nada era sin Él, que era y existía solo por Él, que produciría frutos poco jugosos o en pequeña cantidad o incluso llegaría a secarse si volvía a poner su confianza en sí.

El cambio y la transformación se fue dando en la medida que comenzó a soltar sus seguridades, sus formas, sus juicios, sus ideas, sus creencias, el control, sus exigencias, sus prisas… y se dejó hacer

jueves, 17 de marzo de 2022

“UNA DE ESAS PREGUNTAS QUE TE DEJAN NOQUEAD@”

 

El otro día en un grupo nos preguntaron: “¿Cómo es tu visión de la voluntad de Dios? ¿Es de temor o de gozo?”. Hay cosas que crees tenerlas claras y te sorprendes no sabiendo qué decir. Lo fácil es responder con frases hechas y la teoría aprendida, pero esta cuestión requiere de un análisis profundo de mis ideas sobre la voluntad de Dios y del Dios en el que creo

Pues bien… escribí, escribí… preguntándome, respondiéndome, preguntándole y esperando su respuesta… y ayer me dije: “¿Por qué no invito a varios grupos de Whatsapp a reflexionar sobre esta cuestión?”. Reconozco que iba buscando un poco de luz en el pensar y sentir de cada uno. Y quiero dar las gracias a todos los que respondieron.

Cerebralmente fácilmente decimos que la voluntad de Dios es de gozo porque quiere nuestra felicidad, así lo hemos aprendido pero, ¿nos lo creemos?. Tal vez cuando todo va bien sí pero ¿y cuándo aparecen los acontecimientos adversos?. Quienes creen en un “dios todopoderoso” que les va a sacar de todas: Se frustran, se enojan… y en ocasiones se alejan. Los que creen en un “dios que exige sacrificios” se consolarán y justificarán pensando que así lo quiere Él y hay que aceptarlo, mientras habrá quien pensará que lo tenía merecido por sus pecados

Nuestra visión es muy limitada si reducimos la voluntad de Dios a lo que nos sucede en el día a día, a los acontecimientos, a proyectos concretos... Muchas de las respuestas iban por acá

¿En qué pensamos cuándo escuchamos eso de la voluntad de Dios? ¿Hacer? ¿Resultados? ¿Rezar? ¿Cumplir? ¿Portarse bien y no hacer daño a otros? ¿Penitencias?... La respuesta puede ayudarnos a reconocer al “dios” en el que creemos y ayudarnos a purificar su imagen. Y es que pensando en la voluntad de Dios puede que respondamos a lo que aprendimos, a la idea que tenemos, pero no realmente a su voluntad.

Una persona me compartió ayer cómo su abuela sanó situaciones de pérdidas familiares gracias a su fe. Me decía que era una mujer feliz, agradecida, trabajadora, nunca la oyeron quejarse de nada ni criticar a otros, se deleitaba en la misericordia de Dios y estaba llena de su amor, para ella siempre estaba todo bien, daba gracias a Dios por todo… era feliz. Y concluía afirmando lo siguiente: “Creo que se ganó el cielo… He concluido que la voluntad de Dios es llevarnos al cielo y asegurarnos allá su morada”

Pues bien… esto último respondió a mi pregunta y voy a compartir cómo lo entendí porque me da paz y siento que me libera. Si te ayuda te lo apropias pero si prefieres seguir con tu idea olvida lo que leíste.

Vuelvo a la afirmación anterior: “… la voluntad de Dios es llevarnos al cielo”. Y a partir de ella llego a la siguiente conclusión: La voluntad de Dios es que estemos con Él, somos de Él, pero para ello no hay que esperar a morirnos. Podemos vivir nuestro cielo aquí en la tierra en la medida que permanecemos en Él… que vivimos en su amor. ¡Vaya descubrimiento!. Pues sí, la verdad es que nunca lo había considerado así. La voluntad de Dios no tiene que ver con el dónde, el cómo, el con quién, el qué… y es que estos tan solo son medios que nos acercan o nos alejan de Él. Si queremos permanecer unidos a Él deberemos tomar decisiones encaminadas a ello. Los medios tan solo son medios, si los convertimos en fines podemos quebrarnos la cabeza preguntándonos o preguntándole por su voluntad y no encontrar respuesta porque su voluntad solo es una: La unión con Él. Y la unión con Él tiene que ver con todo lo que se relacione con el amor. Buscar y elegir aquello que nos lleve a amar más. ¿Puede haber otra manera de unirnos a Él?

“Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su esperanza. Se asemeja a un árbol plantado a la orilla del río, y que alarga sus raíces hacia la corriente; no tiene miedo de que llegue el calor, su follaje se mantendrá verde; en año de sequía no se inquieta, ni deja de producir muchos frutos”. Jeremías 17, 7-8

Feliz quien busca estar unid@ a Él... será como un árbol plantado junto al agua.


lunes, 14 de marzo de 2022

“SE NECESITAN COMPAÑEROS DE CAMINO”

 

Sostengo la necesidad y la importancia de ser acompañados en el camino espiritual y más aún si se acompaña a otros.

Nunca imaginé contar con los santos en mi proceso de crecimiento interior pero en esta etapa Santa Teresa de Jesús está siendo clave, luz, maestra, amiga y compañera. Me cuestiona, me enseña, me ayuda a descubrir mis errores, carencias y debilidades, me aconseja, me muestra lo que verdaderamente es importante… Los santos lo son porque, no solo fueron testimonio de la presencia de Cristo en su tiempo sino porque, sus vidas, obras, escritos siguen iluminando, ayudando a crecer, despertando conciencias adormecidas, invitando a la confianza en medio de las dificultades y las pruebas, alentando la esperanza, dando pautas para entender determinados misterios…

Jesús es el Camino pero ese camino, al que todos estamos invitados, no puede recorrerse solo. Encontramos bifurcaciones, trampas, pedruscos, hoyos, cuestas de gran desnivel… que pueden confundirnos, frustrarnos, detener nuestro avance.

El camino es para recorrerlo y siempre se va más fortalecido y seguro si se es acompañado por alguien que lo conozca y tenga experiencia

Es un peligro creer que no necesitamos a nadie y que es más cómodo ir solos. Corremos el riesgo de perdernos, entretenernos en aquel tramo que nos gusta, nos da seguridad, en el que nos sentimos bien… y detenernos creyendo haber llegado a la meta.

El camino no es hacia afuera sino a lo más hondo. ¿Cómo bucear a lo profundo sin un guía experimentado que vaya más adelantado en su proceso espiritual y con el que poder hablar el mismo idioma?. No es fácil encontrarlos pero los hay. Si lo sientes imprescindible en tu camino: Búscalo y déjate acompañar

miércoles, 9 de marzo de 2022

“ENTREGAR EL REINO DEL YO”

 

Llevo días, por no decir años, a vueltas con una palabra queriendo llegar a entender la profundidad del mensaje que encierra. Entregar, entregarse, entrega…

Hace años coincidí con una franciscana en un retiro de ocho días de Ejercicios Espirituales de San Ignacio, Una de las noches nos compartió que todavía no se había entregado al Señor. Yo me quedé mirándola a la vez que pensaba: “Pero si es franciscana, si lo ha dejado todo, ¿Qué le falta?”. Me sentí muy chiquita.

No “por circunstancias de la vida”, ni “por casualidad”, sino por pura gracia y providencia de Dios, últimamente me está resonando con fuerza otra vez esto de entregarse. Me ha aparecido en un libro, en las clases de espiritualidad, en las Moradas de Santa Teresa… y esta semana nos proponen meditar la historia del joven rico

Esta mañana en mi oración comprendí algo que quiero compartir contigo, aunque seguro que llegaste a esto hace tiempo, o quizás te parece una nimiedad pero para mí ha sido iluminador. Confieso que soy “un poco lenta” para caer en la cuenta de ciertas verdades.

El joven del evangelio era bueno, cumplidor, servicial, comprometido, piadoso… seguramente respetado y admirado por su conducta intachable… Según su idea de Dios sentía que respondía y que estaba en el camino. Un día se encontró con Jesús. Jesús le amaba tanto que deseaba su felicidad y por eso le invitó: a soltar la carga y a renunciar a su reino… Jesús le invitó a ENTREGARSE (poner su confianza solo en Dios, ser libre frente a todo lo creado, permitir que Dios fuera el protagonista de su propia historia…). Y claro… no era empresa fácil… demasiado tiempo siguiendo unos patrones y esquemas… Es más sencillo cumplir, ayudar, tener algún compromiso en favor de otros, rezar, participar en una novena… hacer, hacer, hacer…

La situación sigue repitiéndose dos mil años después. Entregamos nuestro tiempo, ponemos los dones al servicio de los otros, nos quedamos con la conciencia tranquila… pero continuamos viviendo en el reino del yo (yo puedo, yo sé, yo quiero, yo tengo las cualidades, yo llevo haciéndolo muchos años… a mí me gusta ayudar, yo necesito…). Yo, yo, yo, yo… Y seguimos respondiendo a nuestros intereses, a un “dios” proyectado en nuestra imaginación…

La entrega no tiene que ver solo con el decir sí a una vocación, con el hacer… con lo que se ve, con lo que es tangible… La entrega así entendida es pura ascesis, ejercicio de nuestra voluntad, se vive hacia afuera. Es algo bueno pero no suficiente. Se nos invita dar otro paso para poder seguir avanzando en el camino. La entrega tiene otra vertiente que tiene relación con la disposición del corazón y supone renuncia, abandono, humildad, dejarse hacer, soltar el control…

Sin renunciar al “reino del yo” podremos seguir haciendo muchas cosas buenas y piadosas, ayudar a infinidad de personas pero nos estancaremos. Continuaremos alimentando nuestro ego, seguiremos reinando en nuestro palacio pero no caminaremos tras Jesús

El joven continuó siendo muy buena gente pero el rey de su vida y así no se puede seguir a Jesús. ¿Y nosotros? ¿Realmente deseamos entregarnos y ceder el trono, o preferimos seguir como hasta ahora por miedo a complicarnos la vida, a lo desconocido, a…?.

“Sígueme” es una invitación a estar en continuo avance, a caminar… Jesús es el Camino… si por nosotros mismos no podemos pero queremos ¿por qué no pedir la gracia de que Él pueda reinar en nuestras pobres vidas?

 

domingo, 6 de marzo de 2022

“LOS GUSTOS”

 

Tal vez en un restaurante nos podamos dejar llevar por nuestros gustos, o en una tienda al elegir el color del jersey que queremos comprar… pero hay otro tipo de decisiones, si somos creyentes y queremos hacer la voluntad de Dios, en los que no cabe el dejarnos llevar por nuestros gustos, apetencias o quereres.

“El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo” - dice Jesús. Hay decisiones en la vida en las que si el criterio que nos mueve es: “lo que se me antoja”, “lo que quiero”, “lo que me gusta”… a quien respondemos es a nuestro amor propio y la voluntad que hacemos es la nuestra.

Movernos en función de los gustos es cimentar la casa sobre arena, o ser eternos adolescentes.

 “Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal”. El criterio de discernimiento para tomar una decisión no puede ser otro que el amor, aquello que da vida. Y en este caso, los frutos de nuestra elección serán: la paz interior, la verdadera alegría, la humildad, la libertad...  Un amor que ha de estar por encima de las leyes y normas, del ayuno y de la abstinencia, de compromisos religiosos… Compartía el otro día un sacerdote en la homilía que cuando le enseñaron a andar en bicicleta le aconsejaban no mirar la rueda para no caerse. Mirar la rueda es vivir auto centrados: anteponer nuestros intereses y gustos al amor al prójimo, buscar nuestra seguridad y comodidad, enredarnos en nuestras ideas, faltas, culpa… Mirar la rueda es dejarnos seducir por falsas promesas, por lo inmediato, por la fácil, por lo que alimenta nuestros deseos de tener, poder, aparentar…

Otros peligros de quedarnos mirando la rueda: Dejar a Dios por Dios. Se puede abandonar una vocación, un compromiso, un proyecto, una relación… justificando que “en aquello a lo que me abro” también voy a amar y servir a Dios. Y puede ser algo muy bueno… pero ¿Estaré haciendo su voluntad o cumpliendo mis deseos? ¿Buscaré con mi decisión amarle o satisfacer mis necesidades? ¿Perseguiré su gloria o la mía? ¿Desearé a Dios o “mis gustos”?

¿A quién respondo con las decisiones de cada día?

¿Cuál es mi criterio de discernimiento?

viernes, 4 de marzo de 2022

“¿QUÉ NOS ESTÁ PASANDO?”

 

Esta noche no he dormido bien… a las 10.30pm me estaba enterando de la triste y dolorosa noticia del asesinato del padre Quique (sacerdote hondureño de 47 años). Pese a que cinco horas antes me habían comunicado su desaparición, quedé en shock y hasta media hora después pude romper a llorar.

"Quique... descansa en paz"

Siento el enojo, la confusión, la rabia, la impotencia,… y por supuesto la tristeza por esta muerte cruel, brutal e injusta. Me uno con todo ello al dolor de los familiares y amigos de tantas víctimas que han fallecido y morirán por causa de la guerra sin sentido iniciada en Europa, y al de tantas otras guerras que de forma visible o escondida se viven en otros países cada día.

¿Qué nos está pasando? ¿Una pandemia no fue suficiente para despertar?

Fuimos creados por amor y para amar. El ser humano tiene una gran capacidad de amar y en eso está su verdadera felicidad. ¿Por qué esa necedad  de llenarnos de otras cosas y dejarnos llevar por la ambición, el egoísmo, las ideologías, el miedo, el acumular, la envidia…? ¿Por qué ese despropósito de destruirnos y acabar con lo más sagrado, digno y bello que Dios ha creado?

La historia de Caín y Abel sigue repitiéndose sin piedad en cualquier parte del mundo. Y en medio de toda esta triste y dolorosa realidad solo dos palabras que alientan nuestra esperanza hoy: “Aquí estoy”

AQUÍ ESTOY…

En cada crucificado, en cada persona asesinada

En quienes lloran el dolor por la pérdida de seres queridos

En los que comparten lo que son y lo que tienen

AQUÍ ESTOY…

Sufriendo cada día la incomprensión, la dureza del corazón humano, la ambición, la violencia ejercida entre unos y otros, los rencores, el egoísmo, las rivalidades…

AQUÍ ESTOY…

Deseando llenar de amor cada corazón, deseando que tengáis vida, que os miréis y tratéis  como hermanos

AQUÍ ESTOY… EN TODO CORAZÓN. ¿Cuándo vamos a vivir esta verdad?


jueves, 3 de marzo de 2022

“PAN EN VEZ DE CENIZA”

 

A estas alturas de la vida todavía no sé qué tiene la ceniza que atrae tanto a la gente. Ayer “Miércoles de Ceniza” las iglesias llenas, y hoy otra vez los de siempre. ¿Cómo puede ser que tiene más poder la ceniza, que Jesús vivo que se nos da y entrega todos los días en el sacramento de la Eucaristía?.

Ayer muchos sintieron confusión, frustración e incluso enojo en la celebración en la que participé. Creo que es conveniente de vez en cuando “romper con lo de siempre” para despertar nuestras conciencias adormecidas, acomodadas y seguras en lo conocido, en lo establecido. Y es que, por motivos de pandemia, en lugar de imponer la ceniza nos regalaron un pedazo de pan. El sacerdote lo argumentó fenomenal haciendo énfasis en la importancia de la caridad y de anteponer el amor incluso al ayuno y los sacrificios. Y la frase que nos decía al entregarnos el pedacito de pan era: “Que el pan de la caridad ilumine tu cuaresma”.

Me da mucha tristeza saber que hubo personas que salieron decepcionadas e incluso que algunas buscaron otra iglesia para recibir la ceniza porque sintieron que esa Eucaristía “no les había servido”. Me quedo con la cara de la religiosa anciana que estaba sentada delante de mí. La observé cuando volvía a su sitio cuidando entre sus manos el trozo de pan. Pude apreciar que había sintonizado con el mensaje que nos transmitieron. Por la mascarilla no vi su sonrisa pero sus ojos y facciones la delataban, estaba tan encantada como yo.

Confieso que salí feliz, fue una Eucaristía preciosa de principio a fin. Nada de tristezas, nada de caras largas, nada de penitencias, nada de un “dios” enojado con su pueblo que exige sacrificios… El amor fue el foco en el que el sacerdote centró toda la celebración y el verdadero sentido que tenemos que dar a la cuaresma y a nuestra vida cristiana.

“Que el pan de la caridad ilumine nuestra cuaresma… y nuestra vida”

miércoles, 2 de marzo de 2022

“LA SOBERBIA ESPIRITUAL”

 


No he leído sobre este tema pero a mi corto entender existe y, si padecemos de ello, puede dañarnos y también a los otros. Es tan sutil y disfrazada que podemos ni caer en la cuenta de que la sufrimos

Este tema me lo inspiró una persona católica, con la que el otro día me tropecé por la calle, que quiso evangelizarme a la vez que me insistía en la importancia de evangelizar a otros. Seguí caminando pensando en este hecho, acompañada de una sensación fea en mi interior, y me decía: “Definitivamente con sermones no vamos a convencer y mucho menos convertir a nadie, lejos de atraer lo único que lograremos será repelerles”. Y es que a la fe no se llega por imposición, por lo que los otros nos cuenten, por ir a al templo… sino por experiencia personal de encuentro con el Señor.

Habla de soberbia espiritual: el creernos que “tenemos que salvar a los otros” porque “pobrecitos” están perdidos y hay que evangelizarlos… el pensar que contamos con más gracia de Dios que los otros, el ayudar a los otros desde el “yo tengo”, “yo puedo”, “yo soy quien sé”,.. el juzgar a quienes no asisten a las celebraciones de la iglesia o no participan en grupos o a quienes ya se retiraron o a quienes están en otras religiones o en ninguna o… el creer que si no lo hago yo, nadie lo va a hacer porque soy imprescindible… el “tengo que dar testimonio”… el considerarme más que otros por el cargo que tengo en el grupo, por lo comprometido que estoy, por el servicio que presto en la iglesia… el no aceptar la corrección de otros en lo que hago, en cómo me relaciono, en mis actitudes, en cómo vivo… el creer que todo depende de mi y Dios no puede hacer nada… La lista continúa…

Preocupémonos por buscar al Señor, conocerle… Cuando se produzca el encuentro y la experiencia se terminarán los “tenemos que”, el egocentrismo, el creernos protagonistas de la salvación, el… y la vida se convertirá en testimonio, evangelio… sin necesidad de forzar, sin necesidad de palabras…