lunes, 21 de abril de 2025
“¡VIVIR DE AMOR!”
Está claro que para morirse no hay edad pero ¿Qué más da joven o mayor si
nos encontramos en gracia y de la mano del Señor?. Pánico me da solo el pensar
en que ese día me encuentre la muerte apartada del amor de Dios porque me
descuidé y agarré otros caminos.
Esto me hace recordar la importancia del “estar preparados porque no
sabemos el día ni la hora”. La muerte no nos agarrará por sorpresa si vamos
muriendo día a día a gustos, apetencias, quereres… si vamos anteponiendo las
necesidades de los otros a nuestros caprichos… si respondemos a la voluntad de
Dios en las pequeñas y grandes decisiones y no a lo que se nos antoja o a lo
que nos conviene.
Entregar la vida al amor es lo que llena de sentido la vida. No es un
acto o una disposición que se realiza en un momento o lugar concreto. Entregar
la vida al amor es de todos los días, es aceptar la realidad que es y desde
ella darlo todo (lo que se tiene, lo que se es). Esta soy, esto tengo, esto
puedo… y con todo ello me entrego.
En esa ofrenda voy dando un poco de mí, y en ese darme muero un poco a
mí, me entrego al Amor que lo da todo por mí. ¿Y mañana?. No sé lo que el Señor
me permitirá o regalará vivir, ni dónde, ni de qué manera, pero se presentarán
muchas ocasiones en las que morir de amor y por amor, de mi parte estará el
dejarlas pasar o responder con mi vida.
No enfoquemos nuestra mirada en lo que pasó y no fue, en el tiempo
perdido, en los errores cometidos… Mañana amanecerá un nuevo día, se nos
ofrecerá otra oportunidad para comenzar, para estar atentos, para darlo todo
allá donde nos ha colocado el Señor… cada uno en sus circunstancias, con sus
dones… Porque este mundo está sediento de amor, del amor de Dios que habita y
muchas veces se queda ahogado en nuestro corazón porque no le permitimos ser.
Vivir de amor, morir por amor… Habrá veces que muchos se percaten y otras
solo Dios será testigo. Habrá ocasiones en que nos aplaudirán y otras nos
tacharán de “tontos” pero ¿Y qué más da lo que otros digan si nuestros ojos y
nuestro corazón están fijos en Jesús y sabemos por quién lo hacemos?
“Este es mi cielo… Ése es mi
destino: ¡Vivir de amor!” Así
decía Santa Teresita y así lo vivió, y también otros muchos. ¿Te apuntas?
lunes, 14 de abril de 2025
“Y TÚ ¿QUIÉN ERES?”
Vamos a
situarnos en la escena: “Domingo de Ramos, entrada de Jesús en Jerusalén
aclamado y vitoreado con cantos, alabanzas y palmas”.
¿Con
quién te identificas?: “Jesús, el burro, el pueblo, el sol, las palmas…”.
Ayer por
la tarde di más de una vuelta a esto. Pensaba que no me sentía digna ni de
sentirme burrito porque eso supone cargar con Jesús… y ni de cerca. En todo
caso quizás con una pulga del burrito pero tampoco… falsa humildad creerlo así.
Nadie repara en las pulgas porque cuesta verlas y además son muy fastidiosas.
Seguí contemplando la escena y me dije: “A lo mejor soy una mosca que revolotea
en torno a Jesús y el burrito...” pero tampoco, también son molestas y no
tienen ningún atractivo.
Esta
mañana mientras caminaba a encontrarme con el Señor en la eucaristía volví a
darle vueltas a la historia. Retrocedí la secuencia e imaginé a Jesús camino a
Jerusalén, avanzando despacio y en silencio. Y en medio de todo contemplando
todo lo que le rodeaba, todo lo que Dios había creado. A él que le llamaba la
atención las aves del cielo, los lirios del campo, las higueras, la vid y los
sarmientos, las ovejas… no le pasaron ese día desapercibidas las flores
silvestres que crecían al lado del camino. Y se detuvo para cortar una de ellas
y colocársela en su túnica
Al entrar
en Jerusalén la gente se fijó en él, y en el burrito sobre el que iba montado,
e incluso en la florecilla que adornaba su ropa. Esa flor, contemplada y
admirada, sabía que tenía sus días contados. Tras ser arrancada de su tierra
fue perdiendo lentamente su brillo, esplendor y vida. Y cuando a Jesús le
despojaron de sus vestiduras, con ellas se fue su flor.
La flor
dejó de ser vista y admirada por la gente pero nunca dejó de ser querida y
amada por su Señor porque fue la que Él escogió para colocarla cerca de su
corazón, y eso la hizo diferente.
Salí de
la eucaristía feliz porque había encontrado quién era en esa historia y lo
compartí con la primera persona que me encontré, una religiosa a la que quiero
mucho y hacía ya unas semanas que no veía. Me escuchaba bien atenta mientras se
reía de mis ocurrencias. Y terminó diciéndome: “Yo soy la alfombra sobre la que
pasaba el burrito”. Así que te pongo tarea: “Y tú ¿quién eres?”
viernes, 4 de abril de 2025
“ABRAZAR NUESTRA DEBILIDAD”
Hace unos meses llegó una amiga a comprar unos
libros, me habló del mucho trabajo que tenía, de lo cansada que estaba y… dos
días después me llamó para contarme que se cayó y se lesionó una pierna. Con
motivo del accidente se ha sometido a varias operaciones y ya son más de cuatro
meses los que lleva de baja.
Hoy pasó por la librería, también otra amiga que ha
tenido que ingresar a su padre en una residencia porque ya está muy dependiente
y no podían tenerlo más tiempo en casa. Cada día escuchamos casos de personas
que viven muy de cerca la limitación, lo frágil de la condición humana.
Una enfermedad, una rotura que nos limita el
movimiento, la edad, el deterioro o la muerte de un ser querido, la pérdida de
un trabajo, un desastre natural, una pandemia… son algunos ejemplos de lo que
nos puede poner en contacto estrecho con nuestra realidad.
Tarde o temprano a todos nos toca vivir algún
acontecimiento que nos hace sentir vulnerables, dependientes, frágiles,
necesitados. Junto a ello es inevitable que aparezca también la impotencia, la
frustración, el enojo, la tristeza. Caemos entonces en la cuenta de que nada
somos, nada podemos, nada controlamos. Todo lo que creíamos ser y hacer se
desvanece.
¡Qué triste cuando nos quedamos mirando el hecho o
lo que nos provoca lo que está aconteciendo!. ¡Qué sufrimiento cuando tratamos
de luchar contra “eso” sin lograr resultado alguno!. ¡Qué error querer huir en
vez de mirar cara a cara con valor aquello que nos asusta!. Lamentarnos,
culpabilizar a otros o a Dios, enojarnos con el mundo, resignarnos o llorar
nuestras penas, no nos llevará a nada.
El problema es ver nuestra fragilidad o
vulnerabilidad como un fin y no como un medio, es anclarnos en ella y no
trascenderla. Ese Dios se abaja desde el principio y nos lo demuestra encarnándose
en un bebé para recordarnos que está en lo más pequeño y débil de nuestra
condición humana, que ahí nos espera para mostrarnos su amor, para abrazarnos,
tal como somos, tal como estamos. En esas condiciones o circunstancias podemos
descansar en El, en su amor, y también darle gloria.
Cada uno elige cómo vivir lo que le pasa porque no es tanto el hecho en sí sino la
actitud que tomamos ante eso que nos sucede. Pero eso sí, si crees en el Dios
de Jesús, sal de tu enredo y mira más allá de lo que tus ojos ven, acoge su
amor y déjate abrazar por Él. Todo un Dios se abaja hasta ti para recordarte
que ahí, en esa realidad que te toca vivir en este momento, también está
contigo.
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