viernes, 20 de mayo de 2016

"LEXA Y ANGIE"

 
Lexa regresó el martes. Justo hoy se cumplen dos meses del fallecimiento de su amiguito. No se cómo Lexa llegó a mi vida. Que fue de Dios no tengo duda alguna. Yo no conocía a su tía, yo no soy psicóloga… pero el caso es que: la niña llegó, que quiere seguir estando en mi vida y que yo esté en la suya

“Casualmente” o providencialmente Lexa nació ocho días después de mi sobrina. Mientras yo estaba en España preocupada por si mi hermana y mi sobrina se salvaban del abrazo de la muerte… esa niña nacía en Honduras

Mientras yo me cuestionaba si me tendría que quedar en España o podría regresar a Honduras… esa niña nacía en Honduras

El destino, las circunstancias o para mí: Dios, hizo que casi doce años después yo pudiera conocerla en un momento muy duro y difícil para ella

No, el día no podía terminar ahí… como hay veces que me cuesta entender, Jesús se me volvió a cruzar en el camino con Angie. Angie es una niña de 6 años que vive a cuatro casas de la mía. Algunos días se viene a la casa a tomar algo y a platicar. El viernes quiso entrar y al decirme que estaba con varicela le dije que mejor otro día porque no sé si la pasé. El domingo volvió a llegar. Eran las ocho de la noche… acababa de llegar a casa desde las 6am que había salido y estaba realmente agotada… solo quería darme una ducha, comer alguito y acostarme así que le expliqué y no le dejé pasar.

Eran  casi las ocho de la noche. Mi compañera la que vive en la parte de atrás ya se había acostado. Jenny llega a las 9pm de la universidad. Yo en mi cuarto escribiendo mi encuentro de por la tarde con Lexa. Terminando escucho la voz de Angie. Apago el computador y salgo a la calle. La niña, al escucharme hablando con un vecino, se acerca despacio. No nos decimos nada, solo nos miramos y en ese momento ella dice: “Gloria, ¿y usted y yo cuándo vamos a platicar?”.  Casi se me parte el alma. “Mire Angie, ahorita es el momento porque nadie nos va a molestar”. La cara de la niña se iluminó. Solo dijo: “Ok, ya vengo, voy a ponerme unos zapatos y regreso”. Andaba descalza. Rapidito llegó. Sus zapatos eran unas chancletillas medio rotas.  Nos sentamos en el sofá. Tomó te de jamaica y un banano y platicamos largo rato… casi una hora. Me contó de la escuela, sobre su familia… y dos veces me dijo: “Y usted Gloria ¿qué me cuenta?”. Esta niña es de otro planeta, esta niña estoy convencida de que no es normal.

Me contó que su papi le enseñó que hay dos palabras mágicas: gracias y por favor. A lo que yo le añadí que su papi se dejó una muy importante. “¿Cuál Gloria?”. “Lo siento” respondí yo. “Ah, es cierto, lo siento lo tengo que decir cuando hago algo que no debo”. “Exacto Angie… y lo siento tengo que decirle a usted  por no abrirle la puerta estos días de atrás”. Entonces para más asombro mío ella respondió: “No Gloria, estese tranquila, usted tómese su tiempo”. ¡Qué pasada!. Era como pedirle disculpas a Dios y que este me dijera que no había problema alguno, que me entendía. Tengo que tragarme las lágrimas para no ponerme a llorar porque realmente esta niña me desarma.

Y no terminó todo ahí. No sé en qué preciso momento se le ocurre preguntarme “¿cómo hay que hacer para ver a Dios? ¿por qué yo no lo puedo ver?”. Le respondí con otra pregunta: “¿Y no lo puede ver?”. “Yo no Gloria, ¿y usted?”. Con su mirada clavada en mí esperando la tan esperada respuesta, y con mis ojos aguaditos le dije: “Angie, yo lo estoy viendo ahorita mismo”. Sus ojos se abrieron como platos: “¿cómo?”. Y entonces le pregunté: “¿Y usted no lo ve?”. “Yo no” fue su respuesta. Solo pensé: “Ay Dios mío qué mal lo hago para que Angie no te vea en mí”. Y ahí le estuve contando como Dios está en su corazón, en el mío, en el de todos, en el aire, en el agua…

Jesús me visitó hoy dos veces… ya me había avisado en la mañana en la oración: "Quien reciba a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe. Quien me recibe a mí, no es a mí a quien recibe, sino al que me envió”. A veces no le veo, otras veces se presenta de forma sutil pero en ocasiones como hoy “se pasa”. No me importa, todo lo contrario, me encanta que sea tan clarito y se lo agradezco. Paso tan ocupada, distraída y enredada en “mis cosas” que me cuesta entender. Lo bueno que sabe hacerse el encontradizo y no me habla, me grita para que vuelva a centrarme, a encontrarme y a ubicarme.

Bello día. Gracias infinitas Padre por llegar a mí en estas dos lindas niñas.

 

 

 

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