Lexa regresó el martes. Justo hoy
se cumplen dos meses del fallecimiento de su amiguito. No se cómo Lexa llegó a
mi vida. Que fue de Dios no tengo duda alguna. Yo no conocía a su tía, yo no
soy psicóloga… pero el caso es que: la niña llegó, que quiere seguir estando en
mi vida y que yo esté en la suya
“Casualmente” o providencialmente
Lexa nació ocho días después de mi sobrina. Mientras yo estaba en España
preocupada por si mi hermana y mi sobrina se salvaban del abrazo de la muerte…
esa niña nacía en Honduras
Mientras yo me cuestionaba si me
tendría que quedar en España o podría regresar a Honduras… esa niña nacía en
Honduras
El destino, las circunstancias o
para mí: Dios, hizo que casi doce años después yo pudiera conocerla en un
momento muy duro y difícil para ella
No, el día no podía terminar ahí…
como hay veces que me cuesta entender, Jesús se me volvió a cruzar en el camino
con Angie. Angie es una niña de 6 años que vive a cuatro casas de la mía.
Algunos días se viene a la casa a tomar algo y a platicar. El viernes quiso
entrar y al decirme que estaba con varicela le dije que mejor otro día porque
no sé si la pasé. El domingo volvió a llegar. Eran las ocho de la noche…
acababa de llegar a casa desde las 6am que había salido y estaba realmente
agotada… solo quería darme una ducha, comer alguito y acostarme así que le
expliqué y no le dejé pasar.
Eran casi las ocho de la noche. Mi compañera la que
vive en la parte de atrás ya se había acostado. Jenny llega a las 9pm de la
universidad. Yo en mi cuarto escribiendo mi encuentro de por la tarde con Lexa.
Terminando escucho la voz de Angie. Apago el computador y salgo a la calle. La
niña, al escucharme hablando con un vecino, se acerca despacio. No nos decimos
nada, solo nos miramos y en ese momento ella dice: “Gloria, ¿y usted y yo
cuándo vamos a platicar?”. Casi se me
parte el alma. “Mire Angie, ahorita es el momento porque nadie nos va a
molestar”. La cara de la niña se iluminó. Solo dijo: “Ok, ya vengo, voy a
ponerme unos zapatos y regreso”. Andaba descalza. Rapidito llegó. Sus zapatos
eran unas chancletillas medio rotas. Nos
sentamos en el sofá. Tomó te de jamaica y un banano y platicamos largo rato…
casi una hora. Me contó de la escuela, sobre su familia… y dos veces me dijo:
“Y usted Gloria ¿qué me cuenta?”. Esta niña es de otro planeta, esta niña estoy
convencida de que no es normal.
Me contó que su papi le enseñó que
hay dos palabras mágicas: gracias y por favor. A lo que yo le añadí que su papi
se dejó una muy importante. “¿Cuál Gloria?”. “Lo siento” respondí yo. “Ah, es
cierto, lo siento lo tengo que decir cuando hago algo que no debo”. “Exacto
Angie… y lo siento tengo que decirle a usted
por no abrirle la puerta estos días de atrás”. Entonces para más asombro
mío ella respondió: “No Gloria, estese tranquila, usted tómese su tiempo”. ¡Qué
pasada!. Era como pedirle disculpas a Dios y que este me dijera que no había
problema alguno, que me entendía. Tengo que tragarme las lágrimas para no
ponerme a llorar porque realmente esta niña me desarma.
Y no terminó todo ahí. No sé en
qué preciso momento se le ocurre preguntarme “¿cómo hay que hacer para ver a
Dios? ¿por qué yo no lo puedo ver?”. Le respondí con otra pregunta: “¿Y no lo
puede ver?”. “Yo no Gloria, ¿y usted?”. Con su mirada clavada en mí esperando
la tan esperada respuesta, y con mis ojos aguaditos le dije: “Angie, yo lo
estoy viendo ahorita mismo”. Sus ojos se abrieron como platos: “¿cómo?”. Y
entonces le pregunté: “¿Y usted no lo ve?”. “Yo no” fue su respuesta. Solo
pensé: “Ay Dios mío qué mal lo hago para que Angie no te vea en mí”. Y ahí le
estuve contando como Dios está en su corazón, en el mío, en el de todos, en el
aire, en el agua…
Jesús me visitó hoy dos veces… ya
me había avisado en la mañana en la oración: "Quien reciba a uno de estos
niños en mi nombre, a mí me recibe. Quien me recibe a mí, no es a mí a quien
recibe, sino al que me envió”. A veces no le veo, otras veces se presenta de
forma sutil pero en ocasiones como hoy “se pasa”. No me importa, todo lo
contrario, me encanta que sea tan clarito y se lo agradezco. Paso tan ocupada,
distraída y enredada en “mis cosas” que me cuesta entender. Lo bueno que sabe
hacerse el encontradizo y no me habla, me grita para que vuelva a centrarme, a
encontrarme y a ubicarme.
Bello día. Gracias infinitas Padre
por llegar a mí en estas dos lindas niñas.
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