martes, 26 de julio de 2016

"MANOS ABIERTAS"


Ayer estaba leyendo un libro de un jesuita llamado Piet van Breemen y algo resonó en mi interior.

“Si me pongo a orar tengo que abrir mis manos y presentarme ante Dios con las manos abiertas, mostrárselo todo y tener un poco de paciencia. Dejarle ser Dios y que agarre lo que desee y me de lo que crea que es mejor para mí.
No debo mirar mis manos y ver lo que hay en ellas. Debo mirarle y confiar en Él. Si quiere tomar algo de mis manos, es siempre para mi bien, de lo contrario nunca lo haría. Si me lo da, también es para mi bien” 

¿Cuántas veces en nuestras oraciones pedimos esto o aquello?
¿Cuántas veces nos acordamos de dar gracias por lo que tenemos?
¿Qué tan dispuestos estamos a dejar ir aquello que poseemos o a aquellas personas que  nos acompañan en el viaje?
¿Qué tanto miramos lo que hay en nuestras manos, nos aferramos y tememos el que algún día no estén ahí?

El amor y la misericordia de Dios son más grandes que nuestros defectos, que nuestra fragilidad, que nuestros pecados, que nuestros triunfos o éxitos, que nuestras cualidades…
Dios sabe lo que necesitamos en cada momento y lo que más nos conviene. Él nos proveerá siempre porque nos ama. ¿Cuál es la resistencia a dejarle hacer, a dejarle ser en nosotros?

Sabemos racionalmente que nos ama infinitamente, incondicionalmente pero nos sigue costando fiarnos de Él, poner toda nuestra confianza en Él.

Porque nos ama…
- Toma aquello que nos perjudica, que ya ha cumplido su misión en nuestra vida, que nos hace mal, que nos impide seguir avanzando, que nos separa o puede apartar de Él, aquello que tal vez hemos convertido en un ídolo o en lo que o en quien hemos puesto nuestra seguridad y confianza… eso si le dejamos porque hay veces que nos aferramos con tanta insistencia a cosas y personas que no le permitimos ser y amarnos. Y fácilmente rezamos el padrenuestro, y decimos mecánicamente “hágase tu voluntad”, y en realidad queremos que sea nuestra voluntad egoísta la que se cumpla
ABRAMOS NUESTRAS MANOS
- Nos da cosas que necesitamos y personas que nos van a apoyar y acompañar en el camino. Acá también nos puede pasar como cuando nos dan un regalo. ¿Alguna vez has dicho: “¿Por qué te has molestado? No tenías que haberme comprado nada”. Si ha sido así es porque no crees merecer el amor de los otros y de Dios que obra y se nos da a través de los otros.  

Dios nos regala cosas, personas… sepamos tener abiertas las manos para agradecer, aceptar, cuidar y respetar todo lo que nos ofrece. Dejemos a un lado el “no me lo merezco” y comencemos a ser más humildes porque Él sabe lo que hace.

San Ignacio llegó a entender y a vivir esto y lo expresó muy bien en una oración: “Tomad Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer, vos me lo disteis a vos Señor lo torno. Dadme vuestro amor y gracia que esta me basta”.

No miremos nuestras manos, lo que hay en ellas. Mirémosle a Él. Confiemos en Él. Dejémosle hacer su obra en nosotros. Permitámosle amarnos. Nadie mejor que Él sabe lo que necesitamos y nos conviene en cada momento del camino.
Nuestra mejor oración… el silencio
Nuestra mejor actitud… la disponibilidad y el desprendimiento


No hay comentarios:

Publicar un comentario