Tenemos dos ojos y
todos los días contemplamos personas, animales, plantas, cosas, escenas bellas
que alegran nuestro corazón y nuestra alma… pero también podemos ver a través
de ellos mucho dolor, situaciones difíciles que atraviesan otros, muerte,
violencia…
De cualquier manera,
somos dichosos. Qué cierto es lo de “uno no se da cuenta de lo que tiene hasta
que le falta o hasta que a alguien cercano le falta”.
Los que todavía
vemos, tendríamos que estar dando gracias a Dios constantemente por todo lo que
presenciamos a lo largo del día y porque Él también está ahí, unas veces de
manera visible y otras de forma escondida.
¡Qué fácil descubrir
a Dios en todo lo bueno que vemos o qué nos pasa! Es más complicado
experimentar su presencia en medio del mal, pero no es imposible. Ahí es donde
se tiene que agudizar nuestro sentido de la vista y ser capaces de percibir más
allá de lo que nuestros ojos pueden apreciar.
Hoy es uno de esos
días en los que me emociono solo de pensar en el milagro de poder ver, en el
regalo de tener ojos y poder contemplar todo lo que me rodea, en la dicha de
poder experimentar la presencia de Dios en todo lo creado y en los
acontecimientos del día a día.
Tómate un rato, un
día… lo que desees, pero tómate un tiempo para detenerte a valorar este regalo,
para agradecer la maravilla de poder contemplar, para descubrir la presencia de
Dios que se te quiere dar a través de todo.
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