Jesús
vió a Zaqueo, y al ciego que estaba al borde del camino, y a la mujer
encorvada, y a Simón y a su hermano Andrés… y nos ve a nosotros… y ve nuestras
fortalezas y nuestras miserias, nuestras cualidades y defectos, nuestra
debilidad y nuestra pobreza… pero todavía hoy se sigue deteniendo en su camino,
como lo hizo entonces, para vernos, para mirarnos. Y es una mirada cargada de
afecto, de compasión, de misericordia.
Y
después de mucho tiempo sigue llamando… “Vengan detrás de mí”… “Llámenlo”…
“Jesús, al verla, la llamó”… Hoy te llama a ti... ¿Vas a seguir donde estás y
como estás, o te vas a acercar? ¿Qué supone para ti acercarte? ¿Qué miedos
aparecen? ¿Y obstáculos? ¿A qué te llama?
No
solo nos ve con amor… nos conoce por nuestro nombre, quiénes somos, cómo somos…
nos llama a pesar de… y para colmo: responde a nuestras necesidades. Los hay
que gritan hasta resultar antipáticos o insolentes “!Jesús, hijo de David, ten
compasión de mí!!... otros no se atreven a levantar la cabeza y mucho menos la
voz… pero en ambos casos conoce nuestras carencias
Cuando estamos más abatid@s o perdid@s ni
siquiera pregunta… Actúa directamente: “Al verla, la llamó y le dijo: Mujer,
queda libre de tu enfermedad”… “La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y
de inmediato le hablan de ella. Jesús se acercó, la tomó de la mano y la
levantó. Entonces se le quitó la fiebre y ella se puso a servirles”… “Hijo, tus
pecados quedan perdonados”…
Nos conoce… y
responde (no a lo que creemos necesitar) sino a lo que realmente nos conviene…
“Lo expresemos o no… siempre actúa”… porque nos ha creado por y con amor…
porque nos ama y quiere lo mejor para nosotr@s.
El Dios de Jesús es
un Dios cercano… un Dios que nos mira con amor y misericordia… un Dios que se
detiene a escucharnos… un Dios que nos conoce más que nosotros mismos… un Dios
que desea lo mejor para cada uno y está pendiente de nuestras necesidades… un
Dios que actúa en nuestra vida aunque no siempre entendamos “su modo”…
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