domingo, 9 de octubre de 2022

“¡ES EL SEÑOR!”

 

No sé si a ti te pasa pero hay días en los que parece que se tiene una sensibilidad más a flor de piel. El otro día, cuando apenas había pasado el mediodía, ya me quedaba con dos situaciones que se presentaron:

  • Una niña de unos cuatro años sentada en el bordillo de un portal. Faltaban minutos para las nueve de la mañana. Parece que le costaba, más que en otras ocasiones, ir al cole. Su madre a unos metros le llamaba y le decía que caminara pero ella no se movía. Solo fue necesario que la niña estirara el brazo hacia su madre para que ella acudiese a darle la mano y así se solucionó todo. Me hizo sonreír. ¿Cómo se iba a resistir la madre a esos “ojazos” azules y a esa mano extendida pidiendo ayuda?. Y me dije: “Eso es lo que tengo que hacer yo, cuando necesite algo del Señor: le miraré y le acercaré mi mano. La respuesta está asegurada
  • La mañana fue un tanto difícil y complicada. De regreso a casa caminaba entre refunfuñando, quejándome, tratando de justificar comportamientos, queriendo confirmar mi valía… en una palabra: enredada. En un momento pensé en cambiar de calles e ir por otro camino a casa, y así lo hice. Al mismo tiempo me decía: “Quizás es que me tengo que encontrar con alguien”. Continué caminando con mi tran-tran en la cabeza, y un señor me sacó de mi ensimismamiento. Me detuvo y me preguntó, con un racimo de uva en la mano, si me gustaba la uva. Le contesté que me encantaba y me regaló un racimo. Y de ahí otro. Y como me veía emocionada y agradecida, y además le reforcé lo generoso que era, acabé con cuatro racimos en las manos que tuve que llevar colgando. Si me llega a dar otro más hubiera tenido que sacar una bolsa. ¿Quién era ese hombre? A saber. Me dijo que se llamaba Benito. Le prometí mi oración y se sonrió.  Me pasó como a los de Emaús. Seguí caminando con una alegría… porque sabía que no había sido Benito, sino el Señor quien salió a mi encuentro para sacarme del enredo en el que andaba. Y lo consiguió. “Pero si yo no había alargado mi mano pidiendo ayuda…” pensé. Definitivamente este Dios nuestro, que nos ama tanto, sabe lo que nos conviene y por eso a veces se nos adelanta.

Si hubiera acabado todo ahí… No voy a seguir contando anécdotas porque esto sería muy largo, solo una más. Después de un fin de semana largo fuera de casa y en compañía de Santa Teresita, mi último compromiso era ir a la Eucaristía en la noche porque me tocaba leer. Al ir a salir a la calle vi en el portal dos pétalos de rosa roja y me sonreí: “No puede ser”. Y solo dije: “Sí Teresita, entendido, vas conmigo para la Iglesia”.

Y con ¡tantas cosas! ¿Cómo no regresar una y otra vez, y las veces que haga falta a agradecer al Padre, como el leproso sanado, por tanto y todo?

2 comentarios:

  1. Gracias Gloria . El tiempo de Dios es siempre justo y ud ha sido este día el instrumento 🙏🏽☝🏽🤗

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  2. Tanta gente desgraciada porque en nada y en nadie pueden ver la presencia del Señor. Pero tú lo ves en todo y es que en todo está. Que bendicion.

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