Se insiste muchas
veces en la importancia de arrepentirse… pero no es algo que se pueda forzar,
ni algo “que hay que hacer porque así se me dice que haga”, ni tampoco puede
ser solo fruto de la razón… porque para que se dé el arrepentimiento y el
perdón ha tenido que haber encuentro de Dios, ha tenido que haber experiencia
de Dios, ha tenido que originarse en el corazón
La mujer
adúltera no pide perdón, ni siquiera se nos dice que está arrepentida… tal vez
confundida, triste, preocupada por las acusaciones y su destino. El castigo no
transforma la vida. Jesús le conoce, conoce su debilidad, conoce su pecado… así
como nos conoce a nosotr@s... Pero, al igual que a la adúltera, no nos condena,
nos perdona. Que yo lo sepa, no transforma mi vida… que yo lo sienta en lo más
profundo, es lo que me lleva al arrepentimiento y a la conversión
Lo primero
no es el arrepentimiento. El arrepentimiento es la consecuencia o fruto del
previo encuentro con el Señor que solo entiende de amor. Solo el encuentro con
Él puede: cambiar mi vida, sanar mis heridas pasadas o presentes, devolverme la
dignidad perdida, hacer las cosas nuevas
La clave
para nuestras vidas es: experimentarnos amad@s y perdonad@s por Aquel que solo
entiende de Amor, a través del encuentro con Él. Y si queremos encontrarnos con
Él tendremos que buscarlo… o abrir los ojos, los oídos y el corazón porque Él
siempre sale a nuestro encuentro.
Comparto tu visión.
ResponderEliminarGracias Gloria!
Sencillo y verdadero.
ResponderEliminarGracias Gloria
Me encanta tu frase "experimentarnos amad@s y perdonad@s por Quien SOLO ENTIENDE DE AMOR. Cada vez más el Señor me está concediendo esa experiencia vital. ¡Gracias Gloria!
ResponderEliminar