Sólo
con el título, más de cuatro habrán clamado al cielo. Si así te ha pasado, seguro
que te ves reflejad@ en aquel fariseo que sentado en la parte de atrás del
templo daba gracias a Dios por no ser pecador como el publicano.
Voy
a terminar la frase para ver si estás un poco más de acuerdo con ella. “No hay
gente mala, hay gente herida”. ¿Todavía no estás de acuerdo?. ¿Y si te digo que
a esas personas a las que calificas como “malas” son tan amadas por el Padre
como lo eres tú?. ¿Acaso aquel patrón no pagó por igual a los trabajadores que
laboraron todo el día y a los que llegaron a última hora? El Dios de Jesús es
otro rollo y rompe toda lógica humana.
“No
hay gente mala, hay gente herida”. Otra verdad: “todos hemos sufrido heridas” y
como consecuencia de estas heridas nuestros comportamientos en numerosas
ocasiones dañan a terceros. Al tener heridas tenemos miedo de sufrir y entonces
es cuando nos defendemos o atacamos.
Analizando
tus “malas acciones” puedes descubrir tus heridas y comenzar a sanarlas para
relacionarte sanamente con los demás
Contemplando
las “malas acciones” de los otros, puedes descubrir personas heridas y tener
compasión de ellos.
No
te tomes nada como personal… esa persona, que dices haberte ofendido, se
comportó así producto de sus heridas y necesidades insatisfechas. No justifico
el daño causado, pero una cosa es el daño y otra la persona. Como Jesús
condenemos el daño y miremos con compasión a las personas porque solo el amor
puede transformar y sanar los corazones heridos.
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