domingo, 9 de mayo de 2021

“SOMOS DEMASIADO IGUALES”

 

Más allá de nuestra forma de ser, de pensar, de nuestras creencias o ideologías, de nuestra procedencia o cultura, de nuestro nivel intelectual, edad, gustos o deseos… “somos demasiado iguales”

Cuando revisamos nuestro pecado, nuestras caídas y errores, podemos caer en la cuenta de nuestra humanidad, vulnerabilidad, de que no hay diferencia entre unos y otros. Me atrevo a decir que ahí es desde donde podemos entrar en comunión

En la medida que seamos conscientes de nuestra realidad frágil, vulnerable, débil, pecadora, mísera… y la miremos y acojamos con el mismo amor que Dios la mira y acoge, podremos comenzar a amar a los otros como Él les ama.

No hay pecado alguno que no podamos llegar a cometer y el que crea que esto no puede ser posible: “Que tire la primera piedra”. Que esto no nos lleve tampoco a relativizar o a justificar cualquier comportamiento o conducta propia o ajena porque el pecado al fin y al cabo supone una ruptura en nuestra relación con Dios y eso nos daña y daña a otros. Es más bien una invitación a:

  • Permanecer atentos para poner los medios y evitar caer
  • Acoger nuestra pobreza, miseria, fragilidad…
  • Reconocer que todo lo bueno que hay y sale de nosotros es pura gracia y ni siquiera tenemos derecho a vanagloriarnos porque no es nuestro, no nos pertenece, es un don
  • Ser conscientes: de nuestra pequeñez pues “sin Él no somos nada”, y de nuestra fragilidad porque en cualquier momento podemos caer y hacernos añicos
  • No enredarnos en la culpa malsana, ni negarnos el auto perdón que solo habla de nuestra soberbia
  • Ser compasivos y misericordiosos con nosotros y con los demás

Toquemos, aceptemos y abracemos nuestra humanidad, nuestras imperfecciones,  así como Dios lo hace. Sólo así podremos acoger y amar a los otros como Él les ama.

https://youtu.be/cNCdJzCwy3M

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