«El Reino de los Cielos es semejante a un
tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo
y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo
aquel.» Evangelio de San Mateo 13, 44
Cuando encuentras el tesoro en el campo, caes
en la cuenta de que todo lo que creías poseer, aquello en lo que ponías tu
seguridad y confianza y que suponías que te hacía feliz, es nada comparado con
lo que encuentras. Por eso todo pasa a segundo plano. Lo que has encontrado
tiene un valor ilimitado y va a permanecer siempre mientras que todo lo demás
es pasajero
La familia, los amigos, la casa, el trabajo,
las cualidades y talentos, los títulos, los triunfos, el honor, la fama, el
poder, las cosas, el dinero, la salud… incluso nosotros mismos… somos
pasajeros. Nada ni nadie permanece. Hoy está y mañana solo quedará en el
recuerdo. ¿Para qué ser esclavos y vivir amarrados a todo esto cuando podemos
ser libres?
Solo Dios, el verdadero tesoro, permanece. Solo
el Amor permanece.
Todo pasa, nada queda… solo Dios… el Absoluto…
el Centro sobre el que gira todo… quien nos ha creado, criado, nos sostiene y
nos ama
Soltemos amarras, despleguemos las alas y
vivamos en plenitud porque para eso nos soñó quien nos dio la vida
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