Viendo la
película de Ignacio de Loyola, éste le pregunta a un hombre casado y con
familia. “¿Qué vas a hacer en este día?”. El hombre responde. Ignacio le vuelve
a cuestionar: “¿Y si hoy fuera tu último día?”. Se quedó pensativo y triste
meditando
Llenamos
nuestros días de quehaceres, gente, ruido, compromisos, trabajos… y no
conectamos con nuestras emociones y necesidades para revisar y evaluarnos si
“todo eso” que ocupa nuestro día es realmente importante y necesario y nos da
la verdadera felicidad
Muchos se
encuentran agotados, hastiados, angustiados, desesperados y a la vez vacíos. Esperan
las vacaciones de Navidad, de Semana Santa, las del verano o al menos la
llegada del fin de semana para poder vivir plenamente. Por mientras llenan sus
días pero no los viven, no los disfrutan. Y los días se van y no regresan. Y al
día siguiente más de lo mismo. Lo peor es que podemos justificarnos: “Esto es
lo que hay”, “esto es lo que ahora toca”… ¿acaso alguien te impone o te obliga
a vivir como vives, a ese ritmo, haciendo lo que haces? ¿seguro que no hay algo
que puedes cambiar? ¿acaso no eres tú quien organiza su tiempo?... Escúchate…
enfréntate contigo mism@... Quítate las máscaras… no te sigas engañando… puedes
ser otr@ y feliz pero debes enfrentarte a tu verdad y tener el coraje de hacer
cambios.
¿De qué sirve
una vida larga si no vives en plenitud? No pongas excusas de que ya es muy
tarde, de que no puedes hacer algo, de que tienes la vida hecha, de que todo va
a cambiar cuando… Tu elegiste vivir como vives y tú puedes cambiar si así lo
decides. Vive, se feliz, ¿a qué esperas?. Quizás sea este el momento de parar,
de cuestionarte… no vivimos eternamente…
¿Y si hoy
fuera tu último día? Recuerda… mañana puede ser tal vez muy tarde.
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