Seguir
a Jesús no es ser cumplidor de la ley y de la norma, ir todos los días a la
Eucaristía, rezar rosarios, asistir a horas santas y ser tenido por “buena
onda”… Jesús mismo criticaba estas prácticas piadosas de los fariseos porque
eran vacías y huecas ya que sus vidas distaban mucho del proyecto de Dios para
la humanidad
Qué
fácil es decir: “Quiero seguir a Jesús” y a la vez qué complicado. Porque
seguir a Jesús no es tanto preocuparnos por lo exterior sino tener sus mismos
sentimientos y actitudes.
¡Cuántas
veces se ora al Sagrado Corazón de Jesús!. Mejor dicho: ¡cuántas veces se reza
al Sagrado Corazón de Jesús pidiendo… Puestos a pedir ¿por qué no pedimos un
corazón como el suyo, un corazón que tenga sus mismos sentimientos y nos mueva
a tener actitudes de amor, respeto y misericordia con nuestro prójimo?
Decimos
creer en Dios pero ¿seguimos a Jesús?
Discípulo
es el que “deja todo”… no tanto el que “hace”… tampoco el que “cumple”… Dice
Jesús “Si alguno quiere venir detrás de mí y no se desprende de su padre y
madre, de su mujer e hijos, de sus hermanos y hermanas e incluso de su
propia persona, no puede ser discípulo mío”
Dejar…
desprenderse… es la primera condición para ser discípulo… Al rico le invita a
dejar todo… a Pedro y a Andrés las redes… Juan y Santiago dejan la barca y a su
padre, el ciego deja el manto y el bastón… Seguir a Jesús es dejar todo aquello
que nos esclaviza, que se ha convertido en nuestro Absoluto, todo eso sin lo
cual creemos que no vamos a ser felices… que todo ello pase a segundo plano…
que todo ello sea relativo… y también dejar aquellas actitudes que distan de
las de Jesús
“Primero
Dios” se dice muchas veces pero, no es cierto, en la realidad Dios ocupa el
quinto, el noveno o un puesto más atrás en nuestra lista porque primero es
nuestro trabajo, nuestra familia, nuestros quehaceres, nuestros caprichos,
nuestras obligaciones, nuestras deudas, nuestras cosas, nuestr@s...
Revisemos
nuestras vidas y veamos qué tanto Dios es primero, qué tanto Dios es nuestro
Absoluto y qué tanto seguimos a su Hijo Jesús. ¿Qué es aquello que todavía no
hemos dejado, a qué estamos todavía apegados, cuáles son nuestros absolutos o
tesoros? Pongamos los medios y Él con su gracia pondrá todo lo demás si así lo
deseamos. Abandónate y confía.
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