domingo, 20 de junio de 2021

“¿CON QUÉ CARA SALES…?”


Me sonreía el otro día escuchando a una religiosa que me compartía lo siguiente: “Cuando veo a mis hermanas salir de la capilla y me fijo en sus caras, pienso ¿con quién se habrán encontrado?. Pero un día me fui a mi cuarto, me miré al espejo y me pregunté ¿y con qué cara saldré yo?”

Los demás son nuestro propio espejo y en ellos podemos ver lo mejor pero también lo peor de nosotros mismos.

Es graciosa la anécdota pero a la vez triste, a mí también me cuestiona y me siento identificada. ¡Cuántas veces se nos achaca a los cristianos nuestro comportamiento y actitudes a pesar de ir a la eucaristía o ser personas de oración!. Y todo tiene que ver con ese "supuesto" encuentro porque a veces “estamos” pero no hay encuentro alguno. Si no hay encuentro no hay cambio, no hay transformación, no hay conversión

De cada encuentro con otros salimos distintos: contentos, defraudados, con paz, enojados… En el intercambio nos volvemos más o menos humanos.

Del encuentro con el Señor tampoco se sale indiferente: cuestiona nuestras actitudes, toca la conciencia, aumenta nuestra confianza, nos sentimos perdonados, aviva nuestra esperanza… El problema es cuando lo que tendría que ser un encuentro con el Señor se vive como tarea, compromiso, obligación... o como algo tedioso o una pérdida de tiempo. En estos casos el corazón no va dispuesto, abierto… porque no va a un encuentro sino que va a cumplir un deber. Por eso salimos como salimos y seguimos siendo los de siempre o incluso peores. Y ya no voy a hablar de nuestra cara… sería bueno preguntar a quienes no creen

Podría servirnos esto para cuestionarnos: “¿Por qué vamos a la oración o a la eucaristía? Tal vez la respuesta pueda dar luz a nuestras verdaderas motivaciones y comprender por qué muchas veces nuestra vida no cambia o por qué resultamos tan poco atractivos

 


1 comentario:

  1. Pobre gente cuando me ve. ¿Que dirán de mi? Gracias por hacerme pensar como soy y quien soy.

    ResponderEliminar