martes, 13 de julio de 2021

“ANTE TODO… ES SU HIJA”

 

El otro día una madre de familia me comentaba, entre avergonzada y temerosa, una situación que está viviendo su hija. Le dije: “Ante todo y sobre todo, es su hija y usted seguirá amándola porque… es su hija”. Y es que el amor de unos padres hacia sus hijos no puede verse alterado por lo que hacen o dejan de hacer, por si responden o no a sus expectativas, por si cometen errores o fracasan en la vida, por los triunfos que logren o los nietos que les den, por su identidad sexual, sus adicciones, el trabajo en el que estén o lo pendientes que estén de ellos...

Hechos a imagen de Dios y habitados por el amor incondicional, todos estamos llamados a transparentar ese amor: padres de familia, hijos, hermanos, religiosos, cajeras de supermercados, feligreses, evangélicos, políticos, ancianos, enfermos, personas dependientes…

En todo esto solo hay una consideración: Amar a los otros y considerar a la persona por encima de su pecado, de sus caídas, de sus extravíos o decisiones equivocadas no quiere decir aprobar o aplaudir conductas o comportamientos perjudiciales.

Amar a la persona no quiere decir aceptar aquello que pueda dañarle o dañar a otros, aquello que vaya en contra del camino de felicidad que nos propone Jesús porque lejos de ayudarle estaremos contribuyendo a su perdición e infelicidad. Amar y ser cómplice del mal son términos opuestos. Quien aprueba lo que no está bien y no lo denuncia es un alcahuete. El alcahuete no ama porque su conducta es movida por el miedo a perder el afecto de esa persona (sabe que no debe pero no es fiel a la verdad)

Para el Señor somos importantes, valiosos… nos ama por encima de nuestros compromisos, del tiempo que le dedicamos, de nuestras hazañas, de nuestros cumplimientos o sacrificios, de nuestras decisiones acertadas o erradas… Nos ama a pesar de nuestra historia de caídas, pecados, fracasos… Para Él lo principal es la persona y no puede dejar de amarla pero no aplaude ni festeja el alejarnos de su lado cada vez que buscamos nuestro propio interés y querer, el propio beneficio… tampoco celebra el ser indiferentes al dolor y necesidades del otro, o el creernos autosuficientes y todopoderosos, o el daño que podemos hacer a otros o incluso a nosotros mismos.

Solo el amor puede cambiar al ser humano. La transformación personal solo es posible cuando nos abrimos a ese amor.

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