jueves, 22 de julio de 2021

“QUE TRIUNFE LA VIRTUD SOBRE LA NECESIDAD”

 

¿Qué es lo que te motiva a hacer lo que haces? ¿Qué buscas o que deseas lograr con tus acciones?

Actividades, decisiones, compromisos, relaciones… pueden estar impulsados por una búsqueda de sí o la necesidad de satisfacer determinadas carencias.

San Ignacio habla de ordenar las afecciones porque en todo aquello bueno a lo que se afecta nuestro corazón hay una parte de virtud y otra de necesidad, una parte de generosidad y otra de egoísmo.



Las afecciones son buenas en sí (compromiso en la iglesia, profesión, vocación, una amistad, estudiar, defender una causa justa…) pero se desordenan cuando lo que prima es el propio interés, querer, beneficio… cuando cubrir las necesidades tiene más peso que desarrollar las virtudes. No se trata de eliminar las afecciones sino de purificar la intención. Volver una y otra vez a centrar nuestra mirada en la virtud y permanecer, mantenernos aunque los planes no salgan como esperamos, o las personas no respondan a nuestros deseos, o no se den los frutos buscados


https://youtu.be/0lAEDGzL66U

Casi siempre hay necesidades ocultas, de ahí la importancia de conocerse y de ser sincero con uno mismo. Si no reconozco mis intereses particulares, en la medida que me critiquen, o no me tengan en cuenta, o no me reconozcan… me voy a frustrar y seguramente abandonaré. Una afección que era buena y que me llevaba a darme, a colaborar en bien de otros… se acaba así desordenando porque me convertí en el centro perdiendo de vista el horizonte, la virtud, la intención recta, el fin para el que he sido creado (amar y servir)

Mi entrega a la oración también puede desordenarse. Definitivamente es una afección y buena, pero se desordena cuando persigo satisfacer mis intereses particulares y me convierto en el centro, cuando la vivo como imposición o fastidio. Si la vivo como pérdida de tiempo, o siento que mis peticiones no son siempre respondidas… por mucho que sea una afección: no me será difícil descuidarla, no darle la importancia suficiente en mi vida e incluso abandonarla porque habré antepuesto mis intereses particulares al verdadero fin

María Magdalena fue a buscar a Jesús al sepulcro. Le movió el amor. Priorizó el amar, el darse, sobre su necesidad de sentirse querida, de consuelo, de encerrarse, de huir de todo aquello que le recordara a Él… La sorpresa fue que saliendo de sí, olvidándose de ella misma y dejándose llevar por el amor, fue como le pudo encontrar. Antepuso la virtud a sus múltiples necesidades… y encontró lo que calmaría su sed

¿Le buscamos o nos buscamos?

¿Cómo encontrarle si nuestras intenciones, acciones y operaciones están orientadas a satisfacer nuestras necesidades y quereres?

Conocernos, purificar la intención… Solo se puede permanecer y ser fiel si se hace del amor el centro, el origen y el fin, de todo lo que vivimos.

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