viernes, 22 de mayo de 2020

“¿SIRVO O ME SIRVO?”


Hay dos palabras que parecen sinónimas pero en las que descubro una sutil pero a la vez una importante diferencia: Ayudar y servir

Cuando ayudamos vemos al otro como “menos”. Nos colocamos en una posición de superioridad. “Yo te ayudo porque yo sé, yo puedo, yo tengo las herramientas, dispongo de lo que tú necesitas... Tú dependes de mí”. Eso engrandece nuestro ego y nos satisface pero si buceamos en nuestro interior nos daremos cuenta de que esa sensación que queda en el fondo nos inquieta. Algo que nos dice “cuidado, no te crezcas porque te vas a perder”
Dentro de la Iglesia se utiliza muy ligeramente el término “servir”. “Hoy me toca servir”, “yo sirvo en…”… Solo porque lo dijiste o porque te vieron: ya recibiste tu recompensa. Lo peor es cuando se pelean cargos, o por cantar o leer en las eucaristías, o por… Decimos que servimos y en realidad detrás hay una búsqueda de reconocimiento por parte del sacerdote o de los otros feligreses… un deseo de poder… una necesidad de valoración o de aceptación… En definitiva muchas veces utilizamos ese “servicio” para crecer nuestro ego o inflar nuestra imagen. “¿Servimos en la Iglesia o nos servimos de la Iglesia?”
Jesús nos invita a servir y no a servirnos. Solo podemos servir si vemos en el otro a un hermano, si nos colocamos ante el otro en una relación de iguales donde prima su necesidad, sentida y/o expresada, a lo que yo pueda pensar, querer, decir o hacer.
Para servir es necesario: disponibilidad, empatía, saber escuchar, mirar con compasión y misericordia, actuar…
Para servir es necesario: ser humilde, abajarse, no discriminar, tratar al otro como me gustaría que me trataran a mí… que no se me vea a mí
¿Ayudo o sirvo? ¿Sirvo o me sirvo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario