Hay
quienes rezan y quienes oran. Hay quienes dicen que oran y solo rezan. Hay
quienes rezan y nunca oran. ¡Qué relajo! Y entonces alguno se preguntará: ¿no
es lo mismo? ¿cuál es la diferencia?
Los
que rezan repiten oraciones aprendidas o leídas. Esto nos ayuda a estar
concentrados y hasta nos puede dar cierta sensación de paz al sentir que hemos
cumplido con un “dios” que se alegra de que le recemos
¿Cuál
es el objetivo de los que rezan? ¿Tranquilizar la conciencia, ganar el amor del
Dios de Jesús que ya nos ama gratuitamente, llegar al cielo (que ni sabemos lo
que es y ni si existe), pedir por nuestras necesidades y las de los otros como
si el Dios de Jesús fuera un mago…
Los
rezos no transforman nuestra vida. No está mal rezar pero si los rezos no van
acompañados de la oración, nuestros rezos son estériles, vacíos, muertos.
En
los rezos todo el esfuerzo es nuestro. En los rezos controlamos lo que pasa, no
dejamos que Dios actúe porque no le damos tiempo. En la oración no hay que
hacer nada, solo dejarse encontrar con el Dios de Jesús, dejarse transformar,
abrirse al amor que se nos regala gratuita e incondicionalmente.
En
la oración confrontamos nuestra vida con la de Jesús y esto provoca nuestra
reacción y nuestro posterior cambio (si así lo permitimos) en nuestra forma de
ser, de estar, de hacer
La
oración es incómoda y muchos prefieren refugiarse en los rezos
La
oración cuestiona, transforma… los rezos te permiten mantenerte en la zona de
confort
Si
quieres seguir a Jesús… comienza a orar
Si
comienzas a orar… te sentirás invitad@ a hacer cambios en tu vida que
cuestionarán en primer lugar a quienes te rodean y serán los primeros en
ponerte trabas
Si
haces cambios en tu vida, comenzarás a vivir
Si
comienzas a vivir, serás feliz.
Tú
decides… ¿prefieres continuar con tus ritos de siempre porque no te zarandean y
te dan una falsa paz o te animas a encontrarte con el Dios de Jesús en la
oración?