lunes, 22 de febrero de 2016

"Hoy me encontré con María"


El día que llegué a vivir a la nueva casa en la colonia “Smith” era 18 de diciembre, día de la Virgen de la Esperanza. Mi amiga Guityen que es como mi hermana me iba a llevar algo ese día pero no se lo habían entregado y hasta el día siguiente iba a poder ser. Llegó un día después con un cuadro precioso de la Virgen de la Medalla Milagrosa. Me dijo: “Ya que no me puedo quedar contigo, te dejo a la Virgen para que ella te acompañe”. Y acá está conmigo en casa. No siempre la miro y no siempre me acuerdo de ella pero está y no tengo la menor duda de que me cuida
El día que llegué al colegio de “María Auxiliadora” a hablar con la Directora, ésta me dijo: “La Virgen te ha traído acá”. Yo me sonreí. Esa mañana antes de ir al colegio había estado hablando con “ella” y le había dicho que me guiara y me hiciera ver por dónde… y aquella monjita diciéndome una hora después que la Virgen me había llevado.
 
Esta mañana hablé con un amigo gran devoto de “María Auxiliadora”. No nos habíamos visto así que no había tenido oportunidad de contarle que estaba por el colegio. Se ha propuesto tenerme presente siempre en sus oraciones y lleva tiempo encomendándome a “María Auxiliadora”. De hecho el año pasado, en los tres meses que estuve por acá, hizo horas extra frente a “María Auxiliadora” pidiéndole que me quedara en Honduras. Alguna vez le bromeo diciéndole que la Virgen le hace mucho caso.

El caso es que le hizo mucha ilusión saber que estaré los domingos con su “querida Madre” en el colegio y de ahí me echó el sermón de que me cuida, de que está conmigo…

Me fui a catedral después porque un muchacho se ordenaba diácono. Al terminar la misa Jensy me invitó a comer en el centro pero yo no andaba con ánimo y me quería regresar a casa. De ahí un sacerdote me invitó a ir a la parroquia de Guadalupe porque iban a juntarse a comer para celebrar la ordenación diaconal. También le dije que no. Todos los días de la semana como fuera porque me toca trabajar.

Me senté en una banca esperando a que los ministros de la eucaristía terminaran de recoger todo para regresarme con ellos a casa. Y ahí estaba tranquila cuando se me sentó “un bolo” (borracho) al lado… tengo imán con ellos… ahí estuve un rato hablando con él hasta que alguien me llamó del otro lado. Me volví a sentar y esta vez fue una viejita la que se me acercó. Vestida entera de blanco y con un velo blanco en la cabeza. Menudita, de piel trigueña, bien quemadita de tanto sol y bien arrugadita. Me extendió la mano. No llegue a saber si me estaba pidiendo dinero o me quería saludar pero yo se la agarré y le pregunté cómo estaba. Sus ojos eran chiquitos pero su mirada era penetrante. No sé en qué momento se me ocurrió preguntarle su nombre. “María” me contestó. “!Qué nombre más bonito!” dije yo. Y según hice el comentario me quedé mirándola a los ojos y ya no me aguanté las ganas de llorar. ¿Era casualidad que se llamara María?. Ella quería saber mi nombre y yo no podía ni hablar. Hasta tres veces me preguntó el nombre y mis lágrimas rodaban una tras otra. Al final como pude pronuncié mi nombre. Esta vez fue ella la que me agarró la mano y me dijo: “Gloria, que el Señor me la cuide, me la proteja y me la guarde”. Me terminó de rematar. Yo no la conocía de nada. Solo pude decirle: “Gracias” y seguí llorando.

Hoy María me salió al encuentro. ¿Y qué puedo decir ante este regalazo? GRACIAS

Creo en María encarnada en la realidad que cada uno vivimos.

Que nuestros ojos y corazón estén limpios y atentos para descubrirla y reconocerla.