lunes, 28 de noviembre de 2016

"SI, QUIERO"


La semana pasada hice los ocho días de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. El primer día terminamos con una eucaristía penitencial donde se utilizó como símbolo la luz de Cristo. Se leyeron la lectura de la creación del Génesis y siete lecturas complementarias del Antigénesis. Me tocó leer la séptima de las lecturas y también apagar la única candela que quedaba encendida en la capilla. Como no miraba, al regresar a mi silla casi me caigo.

Tras el Evangelio, una dinámica en torno a la luz del cirio. Cada una (17 religiosas y dos laicas) teníamos que pasar conforme iban diciendo nuestro nombre. Y delante del cirio nos preguntaba: “X. ¿quieres la luz de Cristo?”. La respuesta de todas era obvia: “Sí, quiero”. Y de ahí volvía a preguntar: ¿Para qué quieres la luz de Cristo?”. Cada una daba su respuesta y el Padre hacía una oración en función de nuestra respuesta.
 
Cuando no hay luz, cuando la luz de Cristo no está presente en nuestras vidas andamos dando tumbos, las seducciones del mundo nos apartan del plan de Dios para nuestras vidas.


 
Cuando Dios deja de ser la Luz que guía nuestros pasos, cuando deja de ser el centro de nuestra vida… comenzamos a fabricar nuestros propios “dioses” dejando de ser nuestro absoluto y poniendo nuestra seguridad y confianza en nosotros, en los otros, en las cosas…

Cuando nos vamos alejando de la luz, creemos no necesitarla ya… lo que nos parecía malo acabamos considerándolo bueno o al menos no tan malo… en realidad nuestra vida se va secando y cuando hacemos silencio sentimos ese enorme vacío en nuestro interior. Solo Dios puede llenarlo pero como lo echamos un día de nuestras vidas, éstas comienzan a ser estériles y no dan fruto.

 
 
Todos necesitamos que Él sea nuestra Luz, que ilumine nuestros pasos para no caer, desviarnos o perdernos. Todavía estamos a tiempo. Su Luz sigue brillando. Busca la Luz, sigue la Luz… que la Luz de Cristo ilumine tu corazón y la vida de todos aquellos que andan en tinieblas. Amén.

jueves, 10 de noviembre de 2016

"NO PERMITAS QUE SE PIERDA TU ALMA"

Estoy estos días dando vueltas a algo. ¿Por qué hay gente que se pierde y otros que son rescatados por Dios una y otra vez?. No creo en un Dios que tiene preferencias porque si nos ama incondicionalmente nos trata a todos por igual. ¿De qué depende entonces? ¿De la voluntad? ¿De la oración? ¿De la capacidad de discernir? ¿De la fortaleza o la debilidad de cada uno?... No tengo respuesta para mi pregunta. Solo sé que en mi caso, y hasta el momento, he salido de todas por pura gracia de Dios. Ya puedo estar con el agua al cuello o metida en un hoyo donde ya no se mira ni la luz… pero que me saca, me saca. Me tiene bien agarrada y si de algo estoy segura es que no pongo mucho de mi parte, mi mérito es muy escaso. Tal vez por esto no consigo responder a la pregunta.

El mal espíritu nos enferma y nos aleja de Dios. En un primer tiempo lo hace de forma descarada. Se reconoce rápidamente que las insinuaciones son suyas. El problema se acrecienta cuando uno ya tiene tiempo de estar en el camino. Entonces el mal espíritu tiene que ser más cuidadoso y sutil para ir ganando espacio. En estos casos se disfraza de ángel. Nos ofrece cosas que son buenas en sí pero que a nosotros, más que acercarnos a Dios, nos alejan de Él.

La voz de la conciencia es nuestra brújula. Si todavía somos capaces de escucharla, no deberíamos desatender lo que trata de decirnos. En ocasiones hacemos o dejamos de hacer, decimos o callamos, aun sabiendo que no es lo correcto, que nos hace daño. Y somos conscientes, y nos duele, pero nuestra pobre voluntad es muy débil. Si no nos agarramos con fuerza a la oración y depositamos nuestra vida, alma y confianza en quien nos creó, poco a poco nos damos cuenta de que nos alejamos de Él. Y aquello que al principio sabíamos que estaba mal y que nos alejaba de Dios, lo vamos justificando, maquillando… quizás para no sufrir. El mal espíritu tiene la batalla ganada a menos que volvamos a tiempo los ojos a Jesús y regresemos. Pero por nuestra propia fragilidad y vulnerabilidad no podemos solos. Necesitamos orar y pedir al Padre fortaleza, fe… y expresarle nuestro deseo de volver a su encuentro… de regresar. Dios puede poner de su parte pero si nos falta la voluntad, difícilmente conseguiremos nuestro objetivo

 Resultado de imagen de mal y buen espiritu

¿Con quién te identificas?
1.- Te das cuenta y cierras los ojos. Te dejas llevar hasta que ya estás tan metido y envuelto por el mal espíritu que no hay forma de echar para atrás y no queda otra que asumir las consecuencias
2.- Te das cuenta y decides escapar de la trampa que te está llevando a perder tu alma, decides poner fin al autoengaño en el que estás. Esto requiere de mucha voluntad y una fuerte dosis diaria de oración

Lo triste es cuando, aun sabiendo que se hace algo en contra de uno mismo, de la conciencia y de Dios, se continúa en lo mismo. Porque, no nos engañemos, vivir situaciones así más que procurarnos felicidad, nos crean ansiedad, nos dan tristeza, nos quitan el sueño y el apetito, y nos dejan vacíos. Eso sin contar el dolor de saber que nos estamos alejando de Aquel que sabemos que nos ama. Lo peor es que además de nosotros, otros pueden resultar dañados por culpa nuestra.

¿De qué nos sirve ganar la vida si se pierde nuestra alma? Estamos de paso. Nos queda un tiempito en este planeta. Dios nos ha creado para ser felices. Escuchemos su voz en nuestro interior, confiemos en Él. Lo que Él nos ofrece es lo mejor, lo que verdaderamente nos va a hacer felices.


Recuerda siempre que la oración es la mejor arma para combatir los ataques y seducciones del “malo”. Dedícale tiempo y pídele sin cansarte aquello que más estés necesitando. Él siempre escucha. Él todo lo puede. Abandónate y confía. Regresa… Él te está esperando.