jueves, 28 de julio de 2016

"¿Y SI HOY SE TE PIDIERA LA VIDA?"


Puede ser relativamente fácil decir, mental o verbalmente, “hágase tu voluntad”, “haz de mí lo que quieras”… y puede que haya renuncias que aceptemos, más o menos elegantemente, aunque eso nos suponga dolor. Sin embargo hay algo de lo que creo que a todos o a casi todos nos costaría desprendernos y es de la vida.


Nos creemos que somos inmortales, que nunca nos va a llegar la hora o que al menos falta mucho para ese día pero no lo sabemos. Somos tan frágiles y estamos tan expuestos…


Vivimos muchos días sin ser conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor, sumidos en nuestros pensamientos, preocupaciones, mundo… La vida se nos va sin vivirla, sin estar presentes en lo que acontece. Hacemos y hacemos y no digerimos lo que hacemos. Nos creemos que vivimos en la medida que logramos frutos, que se nos reconoce, que alcanzamos aquello que habíamos soñado, que respondemos a nuestros deseos más superficiales, que viajamos, que llenamos nuestra mente de conocimiento, que tenemos experiencias que no son comunes, que… pero en realidad es una minoría la que vive desde su centro, desde lo que estamos llamados a ser, pocos son los que se aventuran a ser ellos mismos respondiendo únicamente a su conciencia, a los deseos que Dios pone en su corazón.


Y un día… un accidente… una enfermedad… un suceso inesperado… y comienza una etapa en la que hay que aprender a dejar ir aquello a lo que más fuerte nos hemos agarrado: la vida. Comienza el aprendizaje más difícil de todos.

 

Dejar ir la vida… dejar de sentir… dejar de amar… dejar de sufrir… dejar de disfrutar de los pequeños placeres… dejar de ver a quienes queremos… dejar de habitar nuestro cuerpo… e irnos desprendiendo poco a poco de la falsa imagen que hemos fabricado de nosotros mismos.


Y hasta que llega la aceptación pasaremos por la negación, por las dudas, por la confusión: “¿por qué a mí?”, “¿por qué en este momento?”, “¿qué es lo que Dios está tratando de decirme con esto?”... “todavía tengo mucho por hacer”… “hay gente que me necesita”… “soy demasiado joven, tenía tantos proyectos”… “¿qué será de mi familia, mi casa, mis cosas, mi trabajo, mi… mi… mi…?”…


La aceptación es el culmen del dejar ir. Cuanto más auténticamente hayamos vivido, cuanto más auténticamente hayamos sido… menos tardaremos en aceptar y desprendernos de aquello que ahora lo es todo para todos: LA VIDA.


martes, 26 de julio de 2016

"MANOS ABIERTAS"


Ayer estaba leyendo un libro de un jesuita llamado Piet van Breemen y algo resonó en mi interior.

“Si me pongo a orar tengo que abrir mis manos y presentarme ante Dios con las manos abiertas, mostrárselo todo y tener un poco de paciencia. Dejarle ser Dios y que agarre lo que desee y me de lo que crea que es mejor para mí.
No debo mirar mis manos y ver lo que hay en ellas. Debo mirarle y confiar en Él. Si quiere tomar algo de mis manos, es siempre para mi bien, de lo contrario nunca lo haría. Si me lo da, también es para mi bien” 

¿Cuántas veces en nuestras oraciones pedimos esto o aquello?
¿Cuántas veces nos acordamos de dar gracias por lo que tenemos?
¿Qué tan dispuestos estamos a dejar ir aquello que poseemos o a aquellas personas que  nos acompañan en el viaje?
¿Qué tanto miramos lo que hay en nuestras manos, nos aferramos y tememos el que algún día no estén ahí?

El amor y la misericordia de Dios son más grandes que nuestros defectos, que nuestra fragilidad, que nuestros pecados, que nuestros triunfos o éxitos, que nuestras cualidades…
Dios sabe lo que necesitamos en cada momento y lo que más nos conviene. Él nos proveerá siempre porque nos ama. ¿Cuál es la resistencia a dejarle hacer, a dejarle ser en nosotros?

Sabemos racionalmente que nos ama infinitamente, incondicionalmente pero nos sigue costando fiarnos de Él, poner toda nuestra confianza en Él.

Porque nos ama…
- Toma aquello que nos perjudica, que ya ha cumplido su misión en nuestra vida, que nos hace mal, que nos impide seguir avanzando, que nos separa o puede apartar de Él, aquello que tal vez hemos convertido en un ídolo o en lo que o en quien hemos puesto nuestra seguridad y confianza… eso si le dejamos porque hay veces que nos aferramos con tanta insistencia a cosas y personas que no le permitimos ser y amarnos. Y fácilmente rezamos el padrenuestro, y decimos mecánicamente “hágase tu voluntad”, y en realidad queremos que sea nuestra voluntad egoísta la que se cumpla
ABRAMOS NUESTRAS MANOS
- Nos da cosas que necesitamos y personas que nos van a apoyar y acompañar en el camino. Acá también nos puede pasar como cuando nos dan un regalo. ¿Alguna vez has dicho: “¿Por qué te has molestado? No tenías que haberme comprado nada”. Si ha sido así es porque no crees merecer el amor de los otros y de Dios que obra y se nos da a través de los otros.  

Dios nos regala cosas, personas… sepamos tener abiertas las manos para agradecer, aceptar, cuidar y respetar todo lo que nos ofrece. Dejemos a un lado el “no me lo merezco” y comencemos a ser más humildes porque Él sabe lo que hace.

San Ignacio llegó a entender y a vivir esto y lo expresó muy bien en una oración: “Tomad Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer, vos me lo disteis a vos Señor lo torno. Dadme vuestro amor y gracia que esta me basta”.

No miremos nuestras manos, lo que hay en ellas. Mirémosle a Él. Confiemos en Él. Dejémosle hacer su obra en nosotros. Permitámosle amarnos. Nadie mejor que Él sabe lo que necesitamos y nos conviene en cada momento del camino.
Nuestra mejor oración… el silencio
Nuestra mejor actitud… la disponibilidad y el desprendimiento


sábado, 23 de julio de 2016

"¿CUÁLES SON TUS CRUCES?"


Jesús dijo: “El que quiera seguirme que tome su cruz y me siga”. A veces hacemos referencias a nuestras cruces cuando nos sobreviene una enfermedad, un ser querido fallece… pero ¿es a este tipo de acontecimientos a los que llamaba Jesús cruces?


La cruz a la que hace referencia Jesús es a todo lo que se expone un seguidor suyo: críticas, inseguridad, no tener un lugar donde reclinar la cabeza, incomprensión, impotencia frente a las injusticias, infravaloración, problemas en la relación con los propios hermanos/as de comunidad, renuncias derivadas de la fidelidad a continuar su camino…

Seguir a Jesús es no aferrarse ni apegarse a nada ni a nadie porque hoy estamos aquí ¿y mañana?... hoy nos acompañan determinadas personas ¿y mañana?... hoy es ésta nuestra misión ¿y mañana?

Seguir a Jesús es viajar ligero de equipaje pero a la vez con los brazos abiertos para recibir lo que nos podemos ir encontrando en la vida

Seguir a Jesús es lanzarse al abismo sin paracaídas con la confianza de que Él nos sostendrá en sus brazos.

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No es fácil que en un tiempo como el nuestro haya muchos locos que tomen esta opción de vida, no es de extrañar que las vocaciones vayan disminuyendo… Frente a las seguridades y comodidades que nos ofrece el mundo ¿quién va a querer seguir a un Jesús que nos dice que lo dejemos todo? Por mucho que nos prometa que recibiremos el ciento por uno, nos puede pasar como a Tomás, si no lo vemos no lo creemos. Si a esto le unimos los contratiempos que se van a presentar, las renuncias que vamos a tener que hacer en cuanto a cosas, personas y familia, la inseguridad a la que vamos a quedar expuestos, las humillaciones que vamos a soportar… la historia se complica más

Pero Jesús fue claro… en su mensaje y en sus invitaciones al seguimiento no engaña a nadie… el habla del desprendimiento, de la puerta estrecha, de la cruz, de la incertidumbre respecto al futuro, de las tentaciones, de los peligros…

Ciertamente con estas condiciones está claro que no todos pueden sentirse llamados y menos aún tener el valor de dar el paso y lanzarse. Realmente es un don y una gracia de Dios. Ojalá, si tú te has sentido invitad@ y llamad@ por Él, tengas la fe, la esperanza y la confianza de que estás en sus manos, te sostiene, te ama infinitamente y siempre será así. Ánimo… son muchos los que todavía le siguen… no puede haber tanta gente equivocada. Que su testimonio nos impulse a seguir creyendo y caminando optando cada día por todo lo que nos acerque más y más al Dios de Jesús


miércoles, 20 de julio de 2016

“REZA, TEN FE Y NO TE PREOCUPES”




Vivimos muchas veces abrumad@s o angustiad@s y dejamos que las preocupaciones nos roben la paz que habita en nuestro interior.

Hoy un amigo sacerdote me regaló esta frase del Padre Pío: “Reza, ten fe y no te preocupes”. Me compartía lo útil que le resulta a él en los momentos de desánimo recordar estas palabras

Resultado de imagen de imagenes ten fe y confiaYo ya me la he apropiado y la voy a registrar en algún rincón de mi memoria para acudir a ella cuando la necesite. Nada más… hoy no me entretengo… solo quería compartir esta frase contigo por si te puede ser útil en la vida

lunes, 18 de julio de 2016

"¿QUIÉN ESCUCHA A LOS/AS NIÑOS/AS?"

Los/as niños/as en tiempos de Jesús no tenían importancia social ni legal… no se les tomaba en cuenta… “no valían”… Dos mil años después me encuentro en una realidad en la que los/as niños/as no son nada, no pintan nada, son un estorbo

Escucho historias desgarradoras, dolorosas… de niños/as de 12 a 15 años  todas las semanas. Detrás de un mal comportamiento en el aula, de una falta de respeto, de una exagerada manera de llamar la atención… me encuentro con corazones que han sufrido y siguen sufriendo, corazones que lloran internamente y que se han endurecido para no seguir sintiendo y para que no les afecten las circunstancias, corazones rotos… Y todo eso se ve reflejado en los rostros de dureza que muestran muchos de ellos

¿Qué hay en esas vidas? Abusos y violaciones sufridas en silencio, maltrato… con palabras expresan su necesidad de ser escuchados, de ser queridos por sus padres, de ser tenidos en cuenta, de ser valorados y sobre todo de ser creídos. No entiendo por qué muchas madres creen antes a alguien de la calle que llegue contando un “chisme” que a los propios hijos.

A veces, después del testimonio escuchado, y de las lágrimas de las que soy testigo, yo misma les pregunto: “Y yo ¿en qué le puedo ayudar? ¿qué puedo hacer por usted?” Me siento todavía peor cuando me responden: “Nada, solo escucharme, necesitaba hablarlo con alguien y en mi casa no me escuchan y no me creen”. Siento un profundo dolor en mi corazón cuando entre lágrimas un niño/a me dice algo así.

Pero con todo esto, creo que me duele aún más escuchar a un/a niño/a decir: “Yo ya no lloro hace tiempo, ya me hice fuerte”. Qué pesar me da. Yo les cuestiono: “¿tanto ha sufrido en su vida para convertir su corazón de carne capaz de conmoverse y de ser sensible ante todo, en un corazón de piedra?”. Y ahí es cuando alguno/a se quiebra y comienza a llorar y a hablar y a hablar y a hablar y a contar lo que siempre han guardado y nunca se han atrevido a contar


Todos necesitamos hablar, expresar lo que hacemos, vivimos, sentimos… compartir lo que nos alegra, lo que nos enoja, lo que nos duele, lo que nos asusta… Tal vez como adultos hemos aprendido a lo largo de la vida a abastecernos de recursos y personas que nos permitan canalizar todo esto. Pero ¿y estos niños/as tan indefensos y vulnerables? No es de extrañar que muchos para evadir y huir de todo aquello que sufren en la casa o para encontrar aquello que no reciben en ésta, opten por vías no adecuadas como la droga, la sexualidad… o hasta quitarse la vida

En las escuelas públicas en los grados de 7º a 9º se encuentran jóvenes que compran y venden droga, muchachas que quedan embarazadas… y los hay que tienen marcas en los brazos de cortadas de cuchilla. Al salir esta tarde de una escuela había cerca del portón cuatro mareros, seguramente esperando a algún muchacho que ya está en la mara o a algún otro que quieren que forme parte del grupo.

¿Qué está pasando en las familias? ¿por qué no se dedica tiempo a los/as hijos/as? ¿por qué no se les escucha? Hay tanto por hacer… hagamos como Jesús… dejemos que los/as niños/as se acerquen a nosotros/as… escuchémosles… y sobre todo, como decía Don Bosco, que lleguen a sentirse queridos.


sábado, 2 de julio de 2016

"Y A TI... ¿QUIÉN TE HA VISTO?"


Hace unas semanas, una mujer de 30 años me decía entre lágrimas: “No me valoran en mi familia, tampoco en mi trabajo pese a que me esfuerzo y trato de hacerlo lo mejor posible… y vengo al colegio y los profesores tampoco me valoran”. Todo esto le producía un profundo dolor. Tras escucharle le dije: “Que no le valoren no quiere decir que usted no valga. Simple y sencillamente “a usted no la han visto”". Me quedó mirando con cara de no entender y le puse un ejemplo, el más reciente. Le expliqué que en febrero había comenzado a trabajar en un colegio, que inicié con gran ilusión queriendo aportar de mi todo lo que se y soy pero que “no me vieron” así que, tras tres meses, tomé la decisión de salir. Porque no me vieron me encontré solo con puertas cerradas que me impedían hacer y desplegar mis alas. El alma necesita expresarse y encontrar dónde poder ser. No se trata de luchar contra lo imposible sino de abrir caminos por donde es posible.

Tú y yo hemos pasado por esto, por “no ser vistos”. Lo importante es que reconozcamos quienes somos y cuánto valemos para que no nos afecte el que los otros “puedan o no vernos”

Y es que no todos tenemos esa capacidad de ver más allá de lo que son capaces de alcanzar nuestros ojos físicos. Cuando miramos más allá… “entonces vemos”… y descubrimos la belleza real de las personas con todas sus potencialidades, capacidades, fortalezas y virtudes.

Ese don lo tenía Jesús… el de “ver”… A ti y a mí hace tiempo que Jesús nos vio igual que “vio a Mateo” y a tantos otros. Cuando “vio a Mateo” vio más allá de su apariencia física, de su profesión o de sus pecados. Lo mismo contigo y conmigo. Él sabe vernos, mirarnos… hasta el punto de conocernos mejor que nosotros mismos.

Cuando sientas que otros “no te ven” porque no te tienen en cuenta, porque critican lo que haces, porque te hacen a un lado…y cuestionan tus proyectos, o quieren amarrarte o cortarte las alas… mantén la calma, cierra tus ojos y haz silencio en tu interior a la vez que dejas que la mirada de amor de Jesús llene todo tu ser. El hace tiempo que te vio, te sigue viendo… y te invita a seguirle… es a Él a quien tienes que seguir… no gastes tiempo ni energía en tratar de agradar a quienes “no te ven”, o en tratar de convencerles de tu valor porque no estamos acá para demostrar a los demás nuestro valor… si no nos ven es porque están ciegos
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Para Jesús eres de infinito valor así que continúa caminando y no te desanimes. Mantén la esperanza de que si crees en Él y en el gran amor que te tiene, y te dejas llevar… llegarás a realizar las obras que Él mismo hizo. Abandónate y confía.