sábado, 26 de febrero de 2022

“¿QUÍEN CONFÍA EN QUIÉN?”

 

Parece que la confianza es un valor en desuso. En unos casos nunca se aprendió, en otros puede ser que la propia experiencia en la relación con otros lleve a las personas a desconfiar

Confiar es de valientes porque supone arriesgar, ir a ciegas, tirarse al vacío, exponerse…

Cuando se trata de la confianza en la relación con Dios ¿Quién confía en quién?

Se escucha a muchos creyentes decir que confían en el Señor pero a la vez desean que Él haga la voluntad esperada por ellos. ¿Qué sucede si lo que anhelan no llega de parte de Dios? Ahí es donde se trunca en muchas ocasiones la relación con Él. “No me escuchó”, “No respondió a mis plegarias”… “¿Qué clase de “dios” es éste? ¿Acaso no es todopoderoso? ¿Por qué no me dio lo que le pedí?”

Puede que seas de las personas que confía en Dios a pesar de lo que llegue a tu vida porque sabes que nada te va a separar de Él ni de su amor y misericordia, y eso está por encima del mal, o de cualquier adversidad

Pero vamos más allá. Escuché el otro día en un retiro una frase que resonó en mi corazón: “La confianza comienza en el fiarse Dios de mí”. Pero ¡cuidado! porque algo tan bello veo que también tiene encerrada una trampa en la que podemos caer

Veo dos maneras de interpretarla… me quedo con la segunda:

1.- Dios se fía de mí. “¿Cómo voy a fallarle?”, “Tengo que demostrarle que puede confiar en mí, no le voy a decepcionar”, “Voy a comprometerme en…voy a hacer…”. Peligro que corro: Convertirme en protagonista de la historia y de la relación y basarla en el esfuerzo personal, en el hacer, en los logros…

2.- Dios se fía y sirve de mí para ser, para hacer su obra… pero necesita mi colaboración: Disponerme y dejarle… lo demás corre de su cuenta. Se fio de María, de José y de tantísimas personas a través de los siglos. Se sigue fiando hoy. Ceder el control, no forzar, no dirigir… estar atentos a las insinuaciones del Espíritu, acoger las invitaciones y responder con generosidad

Y de nuestra parte: Confiar… claro que sí… Confiar en que el Señor “Todo lo hace bien” porque así fue desde el principio de la creación, así lo testimonió Jesús y así sigue siendo.

miércoles, 23 de febrero de 2022

“EVITAR LAS OCASIONES”


Así recomienda Santa Teresa. Si ya sabes cuáles son tus debilidades, qué es aquello que te puede hacer caer, qué te quita la paz de raíz, qué te aleja de Dios… evítalo.

Cada uno conoce “esas ocasiones”: personas con las que se tienen conversaciones superficiales o que incitan a la crítica, a las quejas y no construyen, venderse a otros renunciando a los propios principios y valores por conseguir trabajo, poder, éxito, dinero o un poco de afecto, adicciones, entretenimientos que desconectan del propio ser, acumular riquezas de forma deshonesta, excesiva atención y cuidado de la imagen, exhibir en las redes sociales la propia vida, comprometerse para ser admirado…

Hay “ocasiones” que están más que claras y aun así, por necios y no darnos el permiso de conocer y abrirnos al amor de Dios, volvemos a ellas una y otra vez causando y causándonos daño en lugar de beneficio


Pero también hay “ocasiones” más encubiertas y ahí hay que tener más astucia para reconocerlas y ponerles un alto. Aparentando ser inofensivas, que nada de malo hay en ellas, o incluso justificándolas con el “pero si todo el mundo lo hace”, nos llevan a distanciarnos poco a poco de Dios.

Jesús, tras algunas curaciones, dice: “No vuelvas a pecar”.  Y nos lo dice a cada uno y no como imposición sino como deseo. Es tanto su amor que sabe de nuestra perdición (angustia, preocupaciones, frustración, vacío…) cuando nos dejamos llevar por “las ocasiones”. Lo dice no con rigor sino con el amor de quien desea la felicidad y todo lo mejor para el otro. La decisión depende de cada uno


domingo, 20 de febrero de 2022

“AMA… HAZ EL BIEN… BENDICE…ORA…”

 

¡Qué proyecto el de Jesús!. Desde nuestra humanidad rápido sale el decir: “Esto es imposible”, “¿Amar a… ni loc@?”, “¿Hacer el bien a …? Pero si no se lo merece… es un/a interesad@...”, “Bendecir a… pero si le odio, si me cae fatal… ¿cómo desear que le vaya bien con lo mala persona que es, con lo que me ha hecho?”, “Ora por… Sí, sí… eso sí, y que el Señor haga justicia y le dé su merecido”… ¡Podemos pensar y decir tantas barbaridades…!. ¡Qué lejos de amar, de mirar y relacionarnos con los otros como Jesús!.

Puede que seamos buena gente y, como queremos seguir a Jesús, nos propongamos querer realizar a puro esfuerzo este proyecto. Será inevitable que surja la frustración, la impotencia, la culpabilidad… porque acabaremos descubriendo cómo en esos intentos fallamos una y otra vez por dejarnos llevar por nuestras pasiones, fragilidad, heridas…


Jesús no pide algo que no se nos haya dado. Sabe que todo ser humano tiene capacidad para amar, hacer el bien, bendecir, orar… porque ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios, porque Él vive en cada uno.

Nos desarrollamos como personas y en plenitud cuando vivimos desde esta verdad de sabernos y sentirnos habitados por el Amor, cuando somos conscientes de la capacidad que tenemos de hacer el  bien, cuando reconocemos nuestra pequeñez y a la vez lo que la gracia puede hacer por medio nuestro.

Humanamente es difícil, por puro esfuerzo no lo vamos a conseguir. Su gracia sí que hace posible lo que según nuestros criterios es imposible.

No nos enojemos ni nos desesperancemos por lo poco que podemos. Alegrémonos y agradezcamos nuestra humanidad porque es el vehículo o el instrumento del que el Señor se sirve para poder ser y manifestarse, y vivamos desde nuestra verdadera identidad capaz de todo bien

viernes, 18 de febrero de 2022

“¿CUÁNTAS CRUCES HAY?”

 

Si hay tantas cruces como personas, si cada uno tenemos que llevar nuestra cruz, ¿en qué momento vamos a ayudar al Señor a cargar con la suya? ¡Bastante tenemos con la nuestra!

En lo personal la idea de cargar con mi cruz siempre me ha resultado un poco pesada pero siento que hoy mi cruz ha desaparecido. En el retiro de esta tarde en la parroquia, en un ambiente de silencio y recogimiento, frente al Santísimo y viéndote en la cruz comprendí que solo existe una cruz, Tu cruz.

Solo existe una cruz, Tu cruz, una cruz que me invitas a acoger, a abrazar, a amar. Porque quienes se aman lo comparten todo, y se ayudan para aliviarse la carga y hacerse más fácil el camino

Te ayudo a llevar la cruz cada vez que me abro, acepto y abrazo las contrariedades de la vida, el no entender, el no saber, la impotencia, la propia fragilidad…

Te ayudo a llevar la cruz cada vez que alivio el sufrimiento o el dolor del otro: acompañando, escuchando, estando, consolando, apoyando…

La cruz no es un peso que la vida o Dios nos echan. La cruz la anda cargando el mismo Dios y si deseamos, porque nos da libertad, podemos ayudarle a llevarla.

La cruz no se nos impone, se elige por amor al Amor.

miércoles, 16 de febrero de 2022

“DEMASIADO RUIDO”

 

Estamos inmersos en el ruido. Ahí afuera hay demasiado ruido. En nuestro interior más de lo mismo. Pero lo peor de todo es cuando, habiendo silencio, buscamos cómo llenarlo generando ruido (llamando a alguien, encendiendo la televisión o la radio, enredando en las redes sociales…)

¿Cómo escuchar al Señor en medio de tanto ruido, de tantos sonidos? ¿Cómo identificar su Palabra en medio de tantas voces?

Estamos bombardeados por tanta tecnología y propuestas que nos seducen y alejan de nuestro centro, que ahora y más que nunca se hace urgente: Detenerse, hacer silencio fuera, callar, hacer silencio dentro

Podemos continuar distraídos y entretenidos, viviendo desde la superficialidad, mientras la vida se nos va. Pero también podemos elegir: Ir contracorriente, no dejarnos llevar por la masa o las insinuaciones de la sociedad materialista y de consumo, seguir “el camino del interior” para después salir fuera transformados, libres, con otra mirada, con otra actitud. Quizás después haya ruido afuera pero ya no molesta ni distrae; tal vez continuemos escuchando muchas voces pero ya sabremos discernir cuál proviene de Dios; podrán invitarnos a recorrer rutas diversas y atractivas pero ya no nos dejaremos seducir

El ruido nos descentra y pone nuestro corazón en “otras cosas” que nos quitan la paz, nos provocan ansiedad y angustia… llegando incluso a ser origen de conflictos interpersonales


Sin embargo… el ruido no es impedimento para quien desea encontrarse con el Señor

El ruido no es un obstáculo para que el Señor se nos dé siempre y cuando nos dispongamos a acoger su amor y no andemos enredados o distraídos en las mil y una cosas que generan ruido en la mente y el corazón

Cada uno decide libremente qué cantidad de ruido quiere que entre en su vida. No es el ruido en sí el problema pero sí que seamos esclavos de él. El ruido puede seguir estando ahí pero podemos elegir ser libres frente a él

lunes, 14 de febrero de 2022

“EL CAMINO SE TERMINA PARA TODOS”

Muchos buscan si no es ganar el mundo entero al menos una parte. Tristemente no son tantos los que se preocupan por su alma, por desconocimiento, por descuido, porque no lo consideran importante, porque no es algo de lo que se hable en los medios de comunicación… Lo cierto es que estamos en esta vida de paso, y tarde o temprano todos llegaremos al final del camino ¿De qué servirá aquello que tantos dolores de cabeza nos dio, o en lo que invertimos tanto tiempo, o aquello que conquistamos? ¿Acaso no perecerá todo con el último suspiro y nos iremos como vinimos? ¿Cómo quedará o qué pasará con nuestra alma si no la atendimos mientras vivimos?


¿De qué sirve el reconocimiento y la admiración de los otros, si nos quieren o no, tener un trabajo fijo y que nos genere unos ingresos considerables, alcanzar una buena posición social, acumular títulos o conocimientos, lucir bellos… si perdemos nuestra alma?

¿Qué ocupa nuestro tiempo?, ¿Cómo vivimos nuestro día?, ¿Qué nos preocupa?, ¿A qué le damos importancia o valor?, ¿Dónde está puesto nuestro corazón? Dinero, espectáculos y entretenimientos, juegos de azar, adicciones, redes sociales, televisión, viajar, conseguir ser admirados, que nos digan lo bonitos que lucimos o lo bien que hacemos las cosas o lo buenas personas que somos…

Se invierte tiempo y dinero en salud, en parecer eternamente joven, en cuidar la imagen… Deseando vivir más perdemos el tiempo presente. Y tratamos de huir de un destino final inevitable que, a algunos en cualquier momento, puede sorprendernos sin avisar.

¿De qué sirve ganar el mundo entero, si se nos va la vida en ello y lo que es peor, si perdemos nuestra alma? ¿Cómo cuidar y alimentar nuestra alma? ¿Realmente lo deseamos y estamos dispuest@s a poner los medios o preferimos seguir como hasta ahora poniendo seguridades y confianza en creencias, fortalezas, en lo que sabemos, en lo que tenemos o en lo que podemos? ¿A qué nos conviene renunciar (hábitos, actitudes, actividades, personas, lugares…)? ¿Qué cambios necesitamos hacer en nuestra vida?

Nos queda poco… a unos menos que a otros… ¿Nos podemos permitir el lujo de seguir perdiendo el tiempo?


jueves, 10 de febrero de 2022

“LA ETERNA QUEJA”

 

Érase una vez un planeta llamado tierra en la que sus habitantes pasaban el día quejándose, desde la salida del sol hasta el ocaso… Así podría comenzar un cuento, así comienza esta historia, con la diferencia de que los cuentos son ficción y esta historia tristemente es real.

No hay más que escuchar las conversaciones de los otros o las que nos tenemos para caer en la cuenta que la mayor parte del tiempo ocupamos las palabras para quejarnos. Nos quejamos de las personas, de que las cosas no suceden como deseamos, del clima, de la falta de tiempo, de las leyes y normas, de las estructuras, de los políticos, de la iglesia, de la mascarilla…

Nos enredamos en las quejas de otros echando más leña al fuego, y en ocasiones somos nosotros mismos los que vamos avivando fuegos y creando con nuestro victimismo: incertidumbre, incomodidad, preocupación, enojo y desazón en los otros.

Cuando los otros no son como deseamos (porque no piensan igual, porque no responden a nuestras expectativas o necesidades, porque no actúan como consideramos que es “normal”, porque sus actitudes nos molestan…) los malos son ellos, quienes están equivocados son ellos, los culpables son ellos

Cuando la realidad no responde a nuestros criterios… la realidad está mal

Y como todo alrededor está mal… lo criticamos… es necesario cambiarlo para amoldarlo a nuestros intereses particulares, a lo que creemos que es lo correcto.

¿Por qué en vez de echar balones fuera y buscar cambiar lo que no nos parece, no somos valientes y miramos dentro? ¿Por qué no tenemos el valor de enfrentarnos a lo que realmente nos duele, a esas heridas internas que todavía están sangrando, o a lo que todavía no aceptamos en nosotros?

No digo que no haya cosas que haya que cambiar, siempre y cuando se busque el bien común y se tenga como centro el amor, a Dios. El problema es que en las quejas el centro es uno mismo y a quien miramos es a nosotros mismos.

¿Cuál es el objetivo con las quejas: buscar apoyos, lograr la atención de los otros, conseguir que piensen igual…?

¿Logramos lo que deseamos cuando nos quejamos? ¿Cómo queda nuestro corazón? ¿Cómo dejamos el corazón de los otros?

Quizás la próxima vez que tengamos la tentación de quejarnos, sería bueno plantearnos: ¿Que rechazo en mí?, ¿Qué no he aceptado y abrazado todavía en mí?, ¿Cuáles son esas heridas a las que no he prestado atención y están todavía pendientes de sanar?

martes, 8 de febrero de 2022

“ENCUENTRO Y EXPERIENCIA”

 

Oraciones, eucaristías, compromisos, buenas obras… ritos, tradiciones, normas y preceptos… Jesús lamenta cómo muchos honran a Dios con los labios mientras el corazón está lejos de Él.

Siglos después seguimos cayendo en la misma tentación, la de crear una religión a nuestra medida en la que: buscar cumplir, tener tranquila la conciencia, aparentar ser santos de cara a los otros, comprometernos unas horas a la semana…

Una religión basada en las normas y en la moral: esclaviza, oprime, no resulta atractiva. Desde una religión así se pueden hacer también muchas cosas buenas pero fundamentadas en el miedo, en las heridas, en necesidades insatisfechas, en la imposición, en el qué dirán, en la justificación ante un “dios” que premia o castiga en función de las acciones o del  comportamiento…

Una religión basada en las normas y en la moral, acaba cansando y termina por abandonarse… Es tristemente muchas veces lo que proyectamos y defendemos así que no debe de extrañarnos la deserción.

Desde una religión así se motiva y anima al compromiso, al hacer, al servir… como actos externos pero huecos, porque parten de una creencia, de una idea. Tienen su origen en la mente y su fin en una acción. ¡Qué diferente es la religión o la fe de quien vive, actúa, se relaciona, desde la experiencia de encuentro con Alguien!. Aquella que parte del corazón y transforma todo lo que toca.

¿Por qué en vez de promover el hacer, respondiendo a la moral y a la norma o a un “dios” inventado o aprendido, no favorecemos el encuentro personal con ese Dios a quien no conocemos y es principio y fundamento de todo?

Es el encuentro, es la experiencia, lo que cambia todo: la mirada, la forma de ser, de estar y relacionarse con los demás, con uno mismo, con Dios, con las cosas…

“Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí”. Es como comenzar a construir la casa por el tejado. Sin cimientos ¿cómo se puede sostener la casa?. ¿Cómo se puede sostener la fe sin el encuentro con el Amor y la experiencia del Amor?

¿Dónde está nuestro corazón, qué busca y a quién, qué desea, en qué ocupa su tiempo, en qué se entretiene?

¿Dónde está nuestro corazón mientras habla de Dios, o ayuda y sirve a otros?

domingo, 6 de febrero de 2022

“LOS “PEROS” DE LA DESCONFIANZA”

 

¿Cuántas veces hemos terminado agotados de tanto hacer y el fruto ha sido escaso o nulo? ¿Cuántas veces nos hemos desanimado o frustrado porque los resultados no fueron proporcionales al tiempo y esfuerzo invertido?

Jesús sube a la barca de Pedro y le invita a remar mar adentro y echar las redes. Un detalle importante que no podemos pasar por alto: “Jesús va en mi barca, está conmigo” ¿Soy consciente de su Presencia en mi vida?. Cuando confío solo en lo que puedo, en lo que valgo, en lo que tengo… poco o nada puede Él hacer. Cuando le doy cabida en mi barca, mi hacer cambia y los frutos son abundantes.

Una tentación que puede surgir es resistirnos a dejarle ser y actuar, enredándonos con justificaciones y “peros”.

Los “peros” de Pedro: “Pero si hemos estado pescando toda la noche y no hemos conseguido nada”, “Pero si soy pecador”

Nuestros posibles “peros”: “Pero si no tengo cualidades para eso”, “Pero si hay otros mejores que yo”, “Pero si ya tengo muchos años”, “Pero si no me lo merezco”, “Pero si tengo miedo”, “Pero si vivo enredad@ en otras cosas”, “Pero si estoy enferm@”, “Pero si nadie me escucha”, “Pero si nadie me conoce”, “Pero si ya he dedicado mucho tiempo a esto”, “Pero si voy a fracasar”, …


Nuestros “peros” hablan de nuestras dudas y desconfianza de Dios bloqueando que Él pueda hacer su obra. Los antídotos frente a ellos: la disponibilidad y la confianza.

Tal vez ponemos cortapisas a la acción de Dios por nuestras inseguridades y temores sin embargo ni uno solo de esos “peros” es obstáculo para que Él siga amándonos.

Cuando contamos con Él en nuestro equipo, como capitán y no como suplente en caso de necesidad, las redes se rompen de tanto peso. Los frutos son consecuencia de la gracia y no de nuestro esfuerzo, habilidades, conocimientos, conducta intachable, capacidades… La clave: Confiar en su Amor y en su Palabra.

jueves, 3 de febrero de 2022

“Y TÚ ¿QUÉ PIDES?”

 

A mí me debe pasar como aquellos a los que se les decía que no sabían pedir. Aunque realmente me doy cuenta de que lo que tengo es miedo de pedir algo que pueda ocasionar un daño en vez de un beneficio, tanto para otros como para mí

Así que, tratándose de pedir, me limito a pedir aquello que es bueno para cualquiera (paz, fortaleza, consuelo, luz, gracia, amor, esperanza…) y evito lo que pareciendo bueno tal vez no sea lo más conveniente (salud, cosas materiales…)

Personas que oran por mí me han reclamado en ocasiones no ayudarles en sus peticiones a lo que yo siempre he argumentado: “Es que a lo mejor no es eso lo que quiere el Señor”. No todo lo que se pide puede que sea lo que más conviene. Y si este Padre en el que creemos es bueno y providente, y nos cuida y sostiene, y somos importantes y valiosos para Él, y… ¿Cómo no nos va a dar lo mejor? El problema es que lo mejor puede que no coincida con nuestros deseos y que incluso lo cataloguemos como lo peor porque desconocemos el tremendo beneficio que encierra “eso” que se nos regala.

Creo en la oración de intercesión porque experimento el gran bien y la obra de Dios en mi vida gracias a tanta gente que me tiene presente en las eucaristías, frente al Santísimo o en su cuarto en sus ratos de intimidad con el Señor. Creo que mi fe la alimentan todos ellos, en gran parte, así que en mis oraciones no puedo dejar de agradecer y recordar “a todos los que me tienen presentes en las suyas” (como no sé cuántos son mejor digo a todos, que el Señor ya sabe quiénes son, y así no me dejo a ninguno)

También son muchos los que me piden oración pero si eres uno de ellos ya te advierto que no pido algo concreto porque “no sé qué pedir”, prefiero presentarte ante el Señor y que Él se encargue del resto, te conoce mejor que yo y sabe qué es lo que más te conviene en este momento.

“Danos (a todos: conocidos o no, queridos o no, con ideas semejantes o contrarias, de creencias distintas, pacíficos y violentos….) nuestro pan (a cada uno el que más le convenga: paciencia, esperanza, misericordia, humildad…) de cada día” (si solo el día de hoy existe ¿no será suficiente con tener lo que necesitamos en este día?