domingo, 29 de septiembre de 2024
“LA REVOLUCIÓN DEL AMOR”
Comenzando los Ejercicios Espirituales de este año, resonó en mí una frase
que supuso toda una revolución interna, una liberación: “El amor no tiene nada que ver con el afecto”.
¡Cuántas veces me he sentido culpable por tener sentimientos no muy
fraternos hacia determinadas personas!.
Al fin he comprendido que puedo amar a quien no me simpatiza, a quien
piensa o actúa de forma distinta a mí, a quien no caigo bien, a quien me
envidia, me critica o busca aplastarme con comentarios hirientes.
Humanamente no es agradable ni sencillo acercarte a esas personas pero se les puede
amar sin necesidad de sentir el menor afecto. Ciertamente supone un esfuerzo
acercarse, escuchar lo que tiene que decir, sonreír, responder a su llamada o
llamarle, saludarle si te la encuentras por la calle… pero cada vez que lo
hacemos estamos amando.
Jesús dice: “Si amas a los que te
aman ¿Qué mérito tienes?”. Esto es lo fácil. No cuesta amar a aquellos con
los que sintonizas, que te agradan, que sabes y sientes que te quieren y aceptan
así como estás, así como eres.
Jesús nos invita a amar a todos. Nuestro amor a Dios y al prójimo se
prueba en las relaciones difíciles. La respuesta depende de nosotros.
Conscientes de que podemos amar a todos aunque no sintamos el menor
afecto por ellos, pongámonos a la tarea… por Él… para Él.
martes, 24 de septiembre de 2024
“LA CRUZ NO VIENE SOLA”
Estaba esta mañana en la iglesia después de la Eucaristía y algo sucedió.
Las luces ya se habían apagado y quedaríamos tres o cuatro personas. En medio
del silencio escuché los pasos de alguien que se acercaba hacia mí y abrí los ojos.
Acercó su mano y me entregó una preciosísima cruz de madera de unos siete
centímetros. Solo alcancé a sonreír y decir: “Gracias”. Después, con la cruz
bien apretada en mi mano, miré a Jesús resucitado en su cruz y, con lágrimas en
los ojos, le dije: “¡Vaya regalo de buenos días!”. ¡Como para que se me olvide
la cruz que cargo… y lo que está por venir!.
Jesús respondía con una sonrisa a mi sonrisa y entonces caí en la cuenta
de que “la cruz no viene sola”. Reconozco que ese pedazo de madera que me han
regalado es hermoso pero más aún el cariño de quien me la ha dado. La cruz viene siempre acompañada de mucho amor.
A veces, en medio de las desolaciones, pruebas y dificultades de la vida,
fijamos la mirada en la cruz, o peor aún en nosotros mismos (quejándonos,
haciéndonos las víctimas como si lo que nos sucede fuera lo peor o como si
nadie pasara por lo que a nosotros nos toca).
Te invito a que cada vez que veas tu cruz, te abras al misterio, al gran
amor que viene con ella, a quien está en ella y desde ella te sonríe y abre sus
brazos para acogerte y abrazarte así como estás, así con lo que te perturba o
angustia.
Cuando te sorprendas fijando tu atención en la cruz o en ti, pon tus ojos y tu
corazón solo en Jesús, solo en el Amor.
“La cruz no viene sola”, ¿Por qué renegar o pedir que nos sea quitada? ¿Cuál es el miedo de abrazar la cruz si hay tanto amor en ella?
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