Ayer una religiosa compartía en
un grupo la siguiente frase: “El mayor
regalo que podemos hacer a alguien es que se sienta querid@”. ¡Qué bonito y qué
cierto!
·
¿A qué le damos prioridad… a buscar aceptación,
valoración… y en definitiva amor… o a amar?
·
¿Qué buscamos o qué deseamos: que nos quieran o
amar?
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¿A qué estamos llamados: a girar en torno a
nosotros mismos, a lo que nos apetece, a lo que nos gusta, a lo que nos hace
sentirnos bien… o a salir al otro, a ser compasivos y ver en el otro a un
herman@ que necesita de nuestra presencia, palabras, afecto…?
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¿Está en nuestro proyecto de vida el que los demás
se sientan amados? ¿Nuestra vocación, podemos decir como Santa Teresita que, es
el amor? ¿Nuestra forma de ser, de estar y de hacer, contribuyen a que los
otros se sientan queridos por nosotros?
·
¿Quién o quiénes de las personas a las que
conocemos o con las que nos relacionamos en nuestro diario vivir podrían decir
que se sienten querid@s por nosotr@s?
Hace poco más de dos semanas
fallecía el Padre Saturnino, párroco de la catedral de San Pedro Sula
(Honduras) desde hacía casi 18 años. Dos días completos con sus dos noches
velándole en la catedral y no dejó de haber una gran fila de personas que
querían de alguna manera expresar su afecto y su agradecimiento por su labor y
sobre todo por el amor que sembró en tantísimos corazones.
Y eso por no hablar del funeral y
posteriormente del entierro… la catedral abarrotada, muchas personas tuvieron
que celebrar la eucaristía de pie… allá estaban también las cámaras de
televisión y las emisoras de radio que querían recoger cada momento para que
aquellos que no pudieron hacerse presentes le acompañaran desde sus casas.
Hora y media nos tardamos en
llegar hasta el cementerio. Una docena de buses y gente caminando. Y hasta el
final le acompañaron quienes le querían, quienes se sintieron queridos por él…
no es de extrañar que hubiera gente bien humilde, bien sencilla, bien pobre…
algunos bolos (borrachos) mal vestidos y descalzos… esa era la gente con la que
se relacionaba a diario, por las calles, en la catedral y en su despacho. Y
supo tocar y llegar a sus corazones
Ojalá el día que nos toque partir
lo hagamos con la satisfacción de haber sembrado amor, nos quede el gozo de que
mucha gente pudo experimentar el amor de Dios a través nuestro
Que dejemos ser a Dios en
nuestras vidas
Que los demás se sientan amados
por Dios a través nuestro
Que sembremos amor especialmente
en aquellos corazones que se endurecieron
Que el amor sea lo que de sentido
a nuestras vidas y sea nuestra razón de ser y de existir
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