El día que llegué a vivir a la nueva casa en la
colonia “Smith” era 18 de diciembre, día de la Virgen de la Esperanza. Mi amiga
Guityen que es como mi hermana me iba a llevar algo ese día pero no se lo
habían entregado y hasta el día siguiente iba a poder ser. Llegó un día después
con un cuadro precioso de la Virgen de la Medalla Milagrosa. Me dijo: “Ya que
no me puedo quedar contigo, te dejo a la Virgen para que ella te acompañe”. Y
acá está conmigo en casa. No siempre la miro y no siempre me acuerdo de ella
pero está y no tengo la menor duda de que me cuida
El día que llegué al colegio de “María Auxiliadora” a
hablar con la Directora, ésta me dijo: “La Virgen te ha traído acá”. Yo me
sonreí. Esa mañana antes de ir al colegio había estado hablando con “ella” y le
había dicho que me guiara y me hiciera ver por dónde… y aquella monjita
diciéndome una hora después que la Virgen me había llevado.
Esta mañana hablé con un amigo gran devoto de “María
Auxiliadora”. No nos habíamos visto así que no había tenido oportunidad de
contarle que estaba por el colegio. Se ha propuesto tenerme presente siempre en
sus oraciones y lleva tiempo encomendándome a “María Auxiliadora”. De hecho el
año pasado, en los tres meses que estuve por acá, hizo horas extra frente a
“María Auxiliadora” pidiéndole que me quedara en Honduras. Alguna vez le bromeo
diciéndole que la Virgen le hace mucho caso.
El caso es que le hizo mucha ilusión saber que estaré
los domingos con su “querida Madre” en el colegio y de ahí me echó el sermón de
que me cuida, de que está conmigo…
Me fui a catedral después porque un muchacho se
ordenaba diácono. Al terminar la misa Jensy me invitó a comer en el centro pero
yo no andaba con ánimo y me quería regresar a casa. De ahí un sacerdote me invitó
a ir a la parroquia de Guadalupe porque iban a juntarse a comer para celebrar
la ordenación diaconal. También le dije que no. Todos los días de la semana
como fuera porque me toca trabajar.
Me senté en una banca esperando a que los ministros de
la eucaristía terminaran de recoger todo para regresarme con ellos a casa. Y
ahí estaba tranquila cuando se me sentó “un bolo” (borracho) al lado… tengo
imán con ellos… ahí estuve un rato hablando con él hasta que alguien me llamó
del otro lado. Me volví a sentar y esta vez fue una viejita la que se me
acercó. Vestida entera de blanco y con un velo blanco en la cabeza. Menudita,
de piel trigueña, bien quemadita de tanto sol y bien arrugadita. Me extendió la
mano. No llegue a saber si me estaba pidiendo dinero o me quería saludar pero
yo se la agarré y le pregunté cómo estaba. Sus ojos eran chiquitos pero su
mirada era penetrante. No sé en qué momento se me ocurrió preguntarle su
nombre. “María” me contestó. “!Qué nombre más bonito!” dije yo. Y según hice el
comentario me quedé mirándola a los ojos y ya no me aguanté las ganas de
llorar. ¿Era casualidad que se llamara María?. Ella quería saber mi nombre y yo
no podía ni hablar. Hasta tres veces me preguntó el nombre y mis lágrimas
rodaban una tras otra. Al final como pude pronuncié mi nombre. Esta vez fue
ella la que me agarró la mano y me dijo: “Gloria, que el Señor me la cuide, me
la proteja y me la guarde”. Me terminó de rematar. Yo no la conocía de nada.
Solo pude decirle: “Gracias” y seguí llorando.
Hoy María me salió al encuentro. ¿Y qué puedo decir
ante este regalazo? GRACIAS
Creo en María encarnada en la realidad que cada uno
vivimos.
Que nuestros ojos y corazón estén limpios y atentos
para descubrirla y reconocerla.
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