Es muy fácil ir al Santísimo, arrodillarse, estar… y es fácil y
cómodo ver y encontrar a Jesús ahí. No nos cuesta y nos sentimos cómodos y en
paz pero eso no cuestiona nuestras vidas
Las hermanas de Calcuta descubren el Cuerpo de Cristo en los más
pobres de entre los pobres, las hermanas de Jesús El Buen Samaritano de San
Pedro Sula descubren el Cuerpo de Cristo en los niños discapacitados
abandonados en la calle… y podría seguir enumerando personas.
¿Qué tanto vemos el Cuerpo de Cristo en nuestros hijos, en el
anciano dependiente, en el vecino, en el jefe, en quien ha perdido la alegría
de vivir, en el que es extranjero, en el que vive o pide en las calles, en el
que es perseguido, en el que es asesinado, en el que está enfermo, en la pareja,
en quien me incomoda, en quien sufre una adicción, en el que solicita nuestra atención, en el
que barre la calle, en el que lleva su carrito de frutas, en la señora que nos
cobra en el supermercado, en el conductor del bus, en quien no se asea y huele
mal, en aquel a quien guardamos rencor…?
Hemos convertido muchas veces las formas y los ritos en el centro
cuando el verdadero centro de nuestra vida tendría que ser Jesús. Si Jesús es
el centro de nuestra vida, los ritos pasan a segundo plano y es que los ritos
son medios no el centro ni el fin. Pero volvemos a lo de antes: lo fácil es
poner nuestro centro en los ritos porque así cumplimos y tranquilizamos nuestra
conciencia. Lo difícil y comprometedor es poner a Jesús en el centro de nuestra
vida porque entonces tendríamos que cambiar nuestra relación con las personas,
con las cosas… nuestra forma de ser, de actuar, de hacer… ¿Cuál es el centro de tu vida?
Cristo quiere encontrarse contigo a través de las personas que se
cruzan en tu camino. ¿Cómo vas a responder?
No hay comentarios:
Publicar un comentario