Confundimos la sabiduría con
conocimiento, y decimos que es sabio aquel que ha adquirido mucho conocimiento
a nivel intelectual pero no tiene nada que ver. La sabiduría no la vamos a
encontrar fuera, no perdamos el tiempo. Se dice equivocadamente también que
“con la edad aumenta la sabiduría” pero no depende de los años de vida sino de
otros factores.

La sabiduría es fruto del silencio, del encuentro con uno mismo, del encuentro con Dios en lo más profundo de sí.
Llenamos nuestras pobres vidas de
ruído, de quehaceres, de palabras, de conocimiento… y se nos olvida o no
queremos hacer silencio… se nos olvida y a veces evitamos escuchar nuestra voz
interior. Nos paraliza el miedo a lo que pueda pasar, al cambio, a descubrir
cosas que no nos agradan…
Llenamos nuestras oraciones de
palabras, nuestras eucaristías de palabras, nuestras reuniones de iglesia de
palabras… y dejamos poco o nada de espacio al silencio, a escucharnos en lo más
íntimo de nosotros, a dejar que nuestra alma exprese “para qué ha venido a este
planeta”.
Busquemos en el día esos ratos de
silencio exterior e interior para conectar con nuestro ser. A mayor sabiduría,
más paz interior y más plenitud
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