jueves, 30 de octubre de 2025
“AHHHHHHH…”
Vas caminando por la vida y de pronto te encuentras al borde de un
acantilado. Todo está bien, el día es soleado, contemplas la inmensidad del mar,
das gracias a Dios por todo lo que ha hecho por y para ti…
Te sientas, disfrutas del paisaje. En un momento alguien se acerca y te
empuja. Caes al vacío. “Ahhhhhhhhhh….”. Tratas de agarrarte en vano a algo o a
alguien. Conoces a muchos que ya han pasado por esto pero ¿dónde están?. Cuentas
con enseñanzas aprendidas que te han aportado pistas sobre qué hacer en
momentos así pero ¿por qué ahora no funcionan?. Mientras caes se van apoderando
de ti el miedo, la angustia, las dudas… Abres bien los ojos, tratas de encontrar
apoyos, pero te descubres solo.
No hay nada que hacer, bajas a gran velocidad dando vueltas y vueltas, el
desastre es inminente. Sólo queda rendirse, abandonarse. Y es entonces cuando,
en lo más profundo de tu ser, oyes una voz que se repite en tu interior como
una serena canción: “Te basta mi gracia”.
De pronto sientes que te encuentras sostenido. Aparece el apoyo que
buscabas justo cuando ya parecía que no había nada que hacer. Has tenido que
experimentar tu nada, tu vacío, tu soledad, tu pequeñez para reconocer con
humildad quien es el único que te puede salvar.
Después de todo, quizás te preguntes: “Y
ahora ¿qué?”. Aunque no lo sientas o no lo veas, te queda la certeza de que
Alguien va contigo, ya no tienes qué temer, estás sostenido y cuentas con su
gracia. ¿Puedes anhelar algo mayor o mejor?.
jueves, 23 de octubre de 2025
“TODO LO VE, TODO LO SABE”
El domingo pasado me subí a San Bartolomé antes de ir a la eucaristía de
la parroquia. Llegué a las 10h y me fui a ubicar delante del Cristo de la
sonrisa, es raro porque suelo colocarme en la segunda o tercera banca delante
del altar. Quizás la luz, que iluminaba a Jesús, me atrajo hasta allí.
Fui con la idea de estar un buen rato de plática con Emeterio. Todas las
mañanas está a la disposición de quien se acerca y cuando entras en la
sacristía es como si se parara el tiempo, te conviertes en la persona más
importante para él, no se preocupa ni del reloj ni de si hay alguien esperando.
Más que hablar creo que buscaba una palabra. No hay vez que no pronuncie
una de esas frases que se te quedan grabadas en el corazón porque es lo que más
necesitas en ese momento. El caso es que no se dio la oportunidad. Una señora
se me adelantó.
Había mucha distancia desde donde estaba hasta la sacristía. Me podía
haber sentado junto a la sacristía esperando mi turno y así también evitaba que
otro se me adelantara pero no lo pensé y me quedé con Jesús.
Como a las 10.40h se abrió la puerta y escuché la voz del que está
encargado ahora de la iglesia. Pasados unos cinco minutos decidí acercarme y vi
que estaba preparando todo para la eucaristía pero ni rastro de Emeterio.
Al día siguiente Emeterio llegó a la librería y tras darme los buenos
días me dijo: “Así que ayer te
encontraste con la puerta cerrada”. No daba crédito. ¿Cómo sabía que yo
había estado ahí si a veces hasta que no estoy a medio metro no me reconoce?.
No le encuentro explicación. Yo no lo vi esa mañana, y de haberme visto no me
hubiera reconocido por la gran distancia que me separaba de la sacristía.
Ya con esto era suficiente pero no quedó todo ahí. El martes volvió a
llegar a la librería y me preguntó: “¿Ya
tienes más paz?”. Ah, no… ¿pero es que también sabía que quería estar con
él y que algo perturbaba mi corazón?. Hizo la pregunta pero conocía mi
respuesta. Esa mañana sí que vi las estrellas al salir de casa. Aún así me
regaló la bendición de San Francisco antes de marchar: “Que le Señor te bendiga y te guarde, te muestre su rostro… que el
Señor te conceda su paz”. La pronunció mirándome a los ojos, de forma
pausada y con tanto cariño que mis ojos se iban aguando cada vez más.
Una anécdota para recordar que Dios todo lo ve y todo lo sabe. Conoce
nuestra intención, lo que ronda nuestro corazón, lo que necesitamos, lo que
deseamos, lo que buscamos… conoce nuestros miedos, nuestras batallas, nuestra
historia, lo que nos preocupa… Se vale de los otros, de los acontecimientos… para
recordarnos que nos quiere, que nos acompaña, que nos sostiene, que no estamos
solos.
No pude compartir con Emeterio el domingo, al final no fue necesario. El Señor
sabe qué es lo que más nos conviene y eso es lo que nos ofrece. Esperar que se
nos dé de una determinada manera nos puede cegar al regalo que nos tiene
preparado. No hay nada como acoger y abrazar las contrariedades como vienen
porque definitivamente ahí también está el AMOR.
Todo lo ve, todo lo sabe y porque nos conoce nos da en cada momento lo
que necesitamos para unirnos más a Él.
lunes, 20 de octubre de 2025
“BUSCANDO UNA LUZ”
Esta mañana al salir a la calle, como tantos otros días, miré al cielo. Quería ver las estrellas pero no fue posible. Las calles estaban alumbradas todavía por las farolas pero allá arriba se veía todo muy cubierto. Al salir de la eucaristía he visto que se había echado una gran niebla. ¿Cómo iba a ver las estrellas?.
Así nos pasa muchas veces en la vida. Queremos ver al menos un rayito de
luz en medio de tanta oscuridad y nos quedamos solo con el deseo.
Todos vamos en camino. Unas veces lo sentimos más llano e iluminado,
otras con más pendiente y más oscuro. En ocasiones nos sentimos y vamos muy
acompañados, en otros momentos nos encontramos solos o con muy poquitos apoyos
humanos.
Pienso en el momento de la muerte, ese tránsito que, por mucha gente que
haya alrededor, hay que realizarlo solo. Pero pienso también en otras etapas
del camino.
Por supuesto que son importantes las personas, te podrán apoyar, animar,
consolar… pero nadie va a hacer el camino por ti y tú eres quien debe dar los
pasos. Un buen día te ves sumido en una oscuridad tremenda, se te desarman tus
seguridades, te fallan los otros. ¿En quién te apoyas entonces?. Hoy el
sacerdote en la eucaristía decía: “Están
bien las realidades humanas y materiales pero siempre y cuando no vivamos
apegados a ellas, nuestra confianza tiene que estar puesta únicamente en la
providencia de Dios”. Es en estos momentos en los que parece que todo se
vuelve oscuro cuando sientes la invitación a poner los ojos y el corazón sólo
en Jesús y seguir únicamente su voz y sus pasos.
No sé tu pero yo esos momentos de oscuridad, soledad, dudas, confusión…
prefiero verlos como una etapa de purificación en la que el Señor lo que quiere
es atraernos con su amor, y lo hace por amor y porque sabe qué es lo que más
nos conviene. Y aunque sea doloroso, también es necesario para desapegarnos de
tantas realidades terrenas y poder vivir en libertad.
Seguir a Jesús es compartir y vivir con Él los momentos de gozo
desbordante en su entrada a Jerusalén pero también los de rechazo,
incomprensión, juicios, golpes, soledad… No es fácil, no es un camino romántico
y con flores de todos los colores. Es un camino en el que el eje transversal es
el amor pero en el que si deseamos identificarnos con Cristo vamos a vivir de
todo pero con la confianza de saber que NO ESTAMOS SOLOS. Otros muchos han
recorrido este camino, cada uno de una manera particular y distinta. Si han
podido llegar a la meta ha sido porque tenían claro a dónde iban, quién les
guiaba, quién les acompañaba y sostenía.
Que en los momentos de consolación no bajemos la guardia, alegrémonos,
gocémonos, demos gracias pero seamos conscientes de que algo no muy grato puede
estar por llegar y ahí hay que mantenerse.
Y en los momentos de desolación no perdamos la esperanza. Perseveremos y
sigamos confiando porque de eso, más que seguro, saldremos fortalecidos. Puede
parecer un tiempo de estancamiento pero nada de eso, quien lo supera da un paso
de gigante en su crecimiento.
Que siempre y en todo momento sigamos buscando y siguiendo la LUZ.
jueves, 16 de octubre de 2025
“TE BUSCO A TI”
Hace
un par de días llegó una persona a la librería. Le miré y le pregunté: “¿Qué buscas hoy?”. Sin pensarlo
contestó: “Te busco a ti”. Buf… me
entró la risa y rapidito respondí: “Que
nooooooo, que a quien buscas es al Señor”. A lo que él dijo: “Sí, busco al Señor pero lo busco en las
personas”. No estaba siendo una buena mañana para él. La voz quebrada y sus ojos
aguaditos lo delataban. En momentos así todos dejamos aflorar nuestra
fragilidad, nuestra limitación, nuestra dependencia. Y hasta los más grandes,
los que parecen más fuertes, se desarman y caen rendidos ante su propia verdad.
Todavía
sigue resonando en mi interior ese encuentro, esa conversación. Creo que todos,
consciente o inconscientemente, buscamos al Señor. Nuestra alma anhela al
Señor, fue creada por Él y tiende a Él. Pero no se por qué extraña razón,
cuando la búsqueda es consciente, se tiende a ir hacia fuera, como si se
tratara de una realidad ajena a nuestra
vida que hay que alcanzar, conquistar, y a la que se accede haciendo grandes
esfuerzos, recorriendo kilómetros, cumpliendo ciertas exigencias.
Unos
lo buscan en la naturaleza, otros en el templo, otros en los libros, otros en
las personas… pero no siempre lo encontramos, peor aún cuando lo andamos
buscando en los otros (en quien veíamos reflejado el rostro y corazón de Cristo,
un día puede hacer o decir algo y cáersenos todos los esquemas). Todo es bueno
que pase porque así vamos purificando nuestra idea de Dios.
Esta
mañana después de la eucaristía me encontré con una religiosa. Me contó que venía
mirando al cielo y, viendo la luna y un lucero, se preguntó: “¿Cómo un Dios tan grande se ha abajado hasta
nosotros?”. A lo que le contesté: “No
solo eso, además te ha llamado, te ha elegido… ¡Cómo te ama el Señor!”. “Ay sí,
como me ama” fue su respuesta.
Hasta
lo más hondo se ha abajado, hasta lo más profundo de nuestro ser, ahí está, no
hay que ir más lejos, no hay que hacer más cosas para encontrarlo. La luna, el
sol, las personas, las celebraciones… todo eso está muy bien pero hay una
realidad accesible y común a todos y es el propio corazón. Allá está y ahí
podemos encontrarnos con Él.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)