Si hay alguien
incondicional es Dios. Si queremos mantener una relación de amistad con Él
depende única y exclusivamente de nosotros. Él siempre está ahí, esperando…
desea encontrarse con nosotros pero no siempre tenemos tiempo, los múltiples
quehaceres, las prisas de la vida o las propuestas del mundo, nos seducen mucho
más que quedar un rato con Aquel que sabemos que nos ama.
Y Él sigue
esperando… con paz… dándonos libertad para hacer o deshacer, estar dentro o
fuera… y sigue amándonos a pesar de nuestra dejadez, de nuestras idas y
venidas, de nuestra inconstancia…
Puedes estar largo
tiempo sin acercarte pero ten la seguridad de que te va a recibir con los
brazos abiertos y con una alegría inmensa. Él no pide cuentas, no reclama, no
se enoja… solo sabe amar.
Así es la relación
entre aquellos que se aman incondicionalmente… pueden estar tiempo sin verse y
sin saber el uno del otro, pueden vivir a miles de kilómetros de distancia…
pero cuando se encuentran se produce el milagro… es como si el tiempo no
hubiera pasado, como si hubiesen estado juntos el día anterior… no se echan en
cara el no haber llamado o haber escrito porque saben que el amor que les une
es eterno y se llevan mutuamente en el corazón.
La relación de
amistad con Dios va creciendo, madurando y se va haciendo más sólida en la
medida que vayan sucediéndose los encuentros. Lo mismo sucede en cualquier
relación de amistad. Para que esa relación sea sólida se necesita tiempo,
estar, deseo de estar, compartir, aceptar, respetar, dar libertad… que se den
las mismas actitudes que tiene Dios con nosotros
¿Quién toma la
iniciativa cuando se trata de quedar entre amigos? Cuando acudas a encontrarte
con Él no te creas que la iniciativa del encuentro es tuya… Él fue quien te
llamó primero
Que cuidemos y
alimentemos nuestra relación con Dios y con aquellas “Betanias” a quienes Él
pone en nuestro camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario