Hay miradas de amor, miradas de
tristeza, miradas de odio, miradas de dolor… nunca antes había visto una mirada
que desprendiera tanta cólera como la que contemplé el pasado domingo. Nada le faltaba a ese
muchacho de 19 años, al que otra mirada provocó, para que se agarraran a golpes
o para que hiciera cualquier “brutada”. Ojos vidriosos, mirada perdida y
fulminante…
Por el vocabulario tan limitado, el
movimiento de brazos y manos y la apariencia pensé que era marero o
simpatizante de alguna mara. Tras repetirme cuatro o cinco veces el altercado
que tuvo con el compañero le hablé fuerte y le dije: “Ok, ya, no me vuelva a
repetir otra vez la historia que ya me la sé. Ahorita quiero que me diga ¿qué
hay ahí en su corazón?, ¿qué hay en su historia?, ¿qué dolor tan grande esconde
y que cólera asociada a ese dolor todavía no ha conseguido sacar?, ¿qué no ha
perdonado todavía?”. El muchacho se quebró y comenzaron a rodarle las lágrimas.
¿Dónde quedó el muchacho duro, intocable y amenazador?. Hasta yo me sorprendí
de cómo le hablé y pensé: “¿qué dije?”. Le acerqué la caja de pañuelos de papel
que siempre coloco sobre la mesa y cuando se calmó comenzó a hablar. Lo que
todavía no ha perdonado es que mataran a su hermano con 12 años. Vio incluso
cómo lo mataban. De ahí empezó a relatar su historia. Desde los cinco años ha
visto pistolas en la casa, con ocho ya le entró curiosidad de usarlas y empezó
a disparar a objetos. Con once años empezó a formar parte de una mara y estuvo hasta
los catorce.
Confiesa no haber matado a alguien pero sí que ha baleado a muchas
personas y “otros las han rematado”. Y confesó también haber torturado. Dice no
pertenecer ahora a ninguna mara. Me quedo con la duda… cuando uno entra…
difícilmente sale. Lo que si hace es drogarse y el domingo andaba con el
síndrome de abstinencia, no veía el momento de salir del colegio. Vive en una
colonia de las de peor fama de los alrededores de San Pedro Sula. Con esta
historia y este presente ¿qué mirada puede tener un joven? ¿qué futuro le
espera?. Lo peor es que como no valora su vida no tiene miedo a la muerte.
Hemos quedado en que, si el próximo
domingo no me busca, yo le buscaré. Y cada domingo estaremos un rato. Tenemos
dos temas que trabajar: el del perdón y el de las drogas.
Tú que estás leyendo estas líneas
puedes ayudarnos con tu oración. María Auxiliadora es la que cuida aquella gran
casa, que interceda y me ilumine para que este muchacho encuentre sentido a su
vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario