Salimos temprano para
Santa Rosa… cuatro días por occidente disfrutando del feriado morazánico con
mis compadres y sus dos hijas. Jensy hizo la oración el primer día cuando nos
pusimos en carretera y yo añadí: “… y que podamos encontrarte”. Y le
encontramos.
Llegamos a Santa Rosa
a las 2pm… descansamos, tomamos un café y a las 4.30pm fuimos a conocer el
parque y la iglesia del pueblo. Entramos en la iglesia. Raúl se sentó, yo me
senté en la banca delante de él. Jensy junto a Raúl. Las niñas conmigo. De pronto
Jensy dice: “¿No estarán pensando que nos quedemos en misa porque si es así yo
me voy a San Pedro?”. Yo me giré y contesté: “Pues mi hija, usted misma, puede
agarrarse el bus porque nosotros nos quedamos con el carro”. Y ahí nos quedamos
los cinco. Y yo pensando ¿y qué hago yo en misa si ya fui a misa en la mañana y
ayer también celebré a San Francisco? Pero como no creo en las casualidades me
dejé llevar, me relajé y decidí disfrutar de la eucaristía.
Iniciando la homilía
las niñas quisieron ir al baño y Raúl salió, lo curioso es que ya no regresaron
porque Raúl iba con “shorts” y se sentía incómodo en la iglesia. ¡Qué homilía!
Ese sacerdote mantuvo la atención de todos los feligreses de principio a fin.
Al terminar la homilía, Jensy pasó a mi lado y agarrándome solo dijo: “Mereció
la pena quedarse”. Dios ya le había hablado y a mí también. Nos encontramos con
él en esa eucaristía. Todo ayudó… la iglesia, el sacerdote, el montón de
feligreses, los cantos, la cantidad de jóvenes, la espiritualidad franciscana
que se respiraba… Ahí estaba San Francisco y también la Madre Teresa de Calcuta
en una gran foto. Dos de los santos que me acompañan siempre en mi oración de
la mañana. Jensy y yo estábamos “tocadas”. Y yo terminé de experimentar la
presencia y el amor de Dios con el canto de salida. Lo curioso es que esa
canción yo la había cantado en la mañana en catedral, yo misma la elegí y no tuvo
la menor resonancia en mí. Fue hasta esa tarde en esa eucaristía que, como en
ocasiones anteriores, esa canción tocó lo más profundo de mi alma y mi corazón.
Solo unas notas de la guitarra sonaron y yo ya tenía mis ojos aguados. Jensy me
conoce muy bien, vivimos cuatro años
juntas así que no es para menos. Cuando ella se percató de lo que iban a cantar
solo dijo: “No se vaya a poner a llorar”. Demasiado tarde, yo estaba ya lágrima
tras lágrima y no hice nada por parar… seguí llorando y llorando y dando gracias
a Dios por Todo y Tanto.
Gracias porque en una
humilde iglesia y rodeadas de gente sencilla te hiciste el encontradizo y
pudimos experimentar tu cercanía y tu amor
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