El otro día, en
una clase de noveno grado, una alumna compartió al resto de la clase que ella
daba el diezmo y que se sentía feliz de hacerlo porque eso le iba a proveer de
mucha bendición de Dios. Ya iba a decir yo algo cuando una compañera suya tomó
la palabra y le contestó de esta manera:
“Cuando damos
algo no tenemos que estar esperando recompensa. Es lo mismo que nos pasa cuando
regalamos algo a un niño pequeño, lo damos porque lo deseamos, porque le
queremos, pero no esperamos que el niño nos dé algo a cambio”
Yo no hubiera
contestado mejor. Me encantó el ejemplo. Así se nos pide que amemos, dando sin
esperar del otro. Y amar sin mirar a quien, porque si amamos solo a los que nos
aman ¿qué mérito tenemos?. Es más, tendríamos que amar preferentemente a
aquellos que no conocemos, a los excluidos y marginados por la sociedad, a los
que nos miran mal, a los que nos critican, a los que están resentidos con
nosotr@s, a quienes nos envidian, a los que nos odian
La alumna explicó muy bien cómo es el amor de Dios para con nosotr@s. Somos sus
niñ@s porque no terminamos de crecer, de aprender, de madurar… Nos regala su
Amor porque nos ha creado, porque nos conoce, porque nos quiere… se nos da de
gratis… y como sabe de nuestra pequeñez, no espera algo de nosotr@s
Que te podamos
ver en el prójimo y amemos sin esperar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario