¿Cuántas veces te has
sentido tan pecador/a que no te crees merecedor/a del amor y de la misericordia
de Dios? ¿Cuántas veces sientes que le haces la cruz más pesada a Jesús o que
colaboras en clavarle en la cruz?. Y sin embargo Él siempre está, observando en
silencio: tus idas y venidas, tus triunfos y derrotas, tus alegrías y tus
desolaciones… Y siempre te da otra oportunidad, y no se cansa de esperar, su
paciencia es infinita, conoce tu debilidad… Para Él no son tan importantes tus
caídas y tropiezos sino tu voluntad de seguir, tu deseo de amarle cada vez más,
tu ilusión por seguirle a pesar de las dificultades que puedan aparecer en el
camino, tu disponibilidad para hacer su voluntad. Su amor y su misericordia son
mayores que nuestras faltas, nuestra ceguera, nuestra vulnerabilidad.
“¿Señor,
lavarme los pies tu a mí?”. Pedro no se sentía digno de que
Jesús le lavara los pies. ¿Le faltaba humildad? ¿Le costaba dejarse amar? ¿Era
consciente de su pequeñez? … Sea cual fuera la razón Jesús le conoce, nos
conoce… sabe lo pequeñit@s que somos, lo poco que podemos por nosotr@s mism@s y
es por eso que nos ama y nos lo quiere demostrar. Nuestra tarea es simple pero
a la vez podemos sentirla complicada:
- Con
humildad abrirnos a ese amor que se nos regala de manera generosa,
desinteresada e incondicional.
- Dejarnos
tocar y acariciar por Jesús que se acerca con suavidad y respeto.
- Dejarnos
mirar por Él hasta que su mirada penetre en nuestro corazón
Y poco después Pedro
niega a Jesús tres veces… “¿No eres tú
también de sus discípulos? Él lo negó diciendo: “No lo soy”. ¿Cuántas veces
le negamos?.
¿Cuántas veces
anteponemos “nuestras cosas”, “nuestros intereses”, “nuestros caprichos”,
“nuestras apetencias”… al Amor, a lo que da vida, a Dios?
¿Cuántas veces hacemos
nuestra voluntad y le damos la espalda?
¿Cuántas veces nos
desviamos del camino por pereza, comodidad, cansancio, por ser tibios, por
dejadez…?
…
Pedro lloró su error.
Sí… lloró y lamentó su error. Lágrimas
que expresaban su impotencia, su dolor, su no entender… lágrimas que le hacían
consciente de sus limitaciones, de sus miedos, de su fragilidad…
Pero Pedro se dejó
mirar por Jesús, se dejó alcanzar por esa mirada de amor y misericordia. Una mirada
que lo decía todo sin mediar palabras. Esa mirada le penetró hasta el fondo de
su ser. Esa mirada se le quedó siempre presente. Que seamos capaces de
encontrarnos con la mirada de Jesús y de abrirnos al amor que desprenden sus
ojos. Y que tengamos la humildad de Pedro de reconocer los errores y nuestra
fragilidad, y deseemos continuar.
Jesús está solo,
todos le abandonan, es insultado, golpeado… y va camino a la muerte. La cruz
fue consecuencia de una forma de ser y de vivir, de la fidelidad al amor, a la
voluntad de su Padre. Nosotr@s también nos encontramos en el camino con cruces
que hay que cargar y muertes que no deseamos. Pero ¡ay, pobres de nosotr@s que
escogemos tantas veces caminos que nos llevan a la perdición y a la muerte
pudiendo escoger los que nos conducen a la vida!
¡Escoge la vida y
vivirás! Y escoger la vida supone renunciar a cosas, situaciones, relaciones… que nos
esclavizan y no nos dejan ser, que nos dañan o dañan a otros, que nos alejan
del Amor…
En la vida
continuamente es preciso optar para
seguir avanzando. El camino de Jesús es el que me conduce a la vida y a la
felicidad. Que sepamos reconocer lo que nos ata, lo que nos atrae y seduce, lo
que nos distrae, lo que nos entretiene, lo que nos acomoda en la espiral de la
muerte, lo que nos hace girar en torno a nosotros mismos, lo que nos resta
vida… Que sepamos reconocer todo ello para liberarnos y optar por lo que genera
vida.
Todas nuestras
decisiones tienen repercusiones para nosotro@s y los otr@s. Escucha a tu
corazón porque es ahí donde Dios nos habla. Dios quiere la vida. Lo que da vida
te genera una paz profunda. ¡Escoge la vida y vivirás!.
Morir para resucitar
a la vida, a lo que me da vida… porque solo teniendo vida podré dar vida a los
demás.
Nadie dijo que el
camino fuera fácil pero la cruz es más llevadera si Cristo está en ella.
Pedro estaba cerca de
Jesús y tardó en comenzar a entender algo. También a nosotros muchas veces nos
cuesta comprender. En esos momentos no nos queda otra cosa que abandonarnos en
sus brazos y confiar porque algo es claro y es que nos quiere felices. Todo es
para bien. Aunque no veamos, aunque nos sintamos hundidos o vacíos u olvidados…
confiemos y continuemos. El Amor, que venció a la muerte, todo lo puede.
Y después Jesús le
preguntará a Pedro: “¿Me amas?”… y hoy también nos pregunta: “…. ¿me amas?”.
¿Cuál es nuestra respuesta?. Tal vez “si”, tal vez “no”, tal vez “me queda
mucho”, tal vez “a veces me despisto”, “no lo suficiente”…
Al menos si no le
amamos con todo nuestro ser, ojalá tengamos el deseo de:
- Amarle
cada vez más y seguirle- Renunciar a nuestro “yo” para dejarle ser a “Él”, a nuestros intereses, a nuestros…
- Ser coherentes
- Ser fieles a nuestra conciencia, a su voluntad
Que muramos a todo
aquello que nos aleja del Amor… y que resucitemos porque Él ya resucitó, que
nos abramos a su Amor, a la vida y a lo que da vida, a lo que está por venir…
“para que tod@s los que nos rodean tengan vida y vida en abundancia”
FELICES PASCUAS
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