El pasado domingo por la tarde
estuve repasando una charla que tenía que dar en la parroquia de “San Ignacio”
y preparando una reunión. A las 7pm salí a darme un paseo por el parque de la
Ribera. Junto al río iba caminando cuando vi a lo lejos a M. descansando en un
banco frente al río Ebro. Otras veces me invita a sentarme, esta vez llegué
antes de que le diera tiempo de percibir mi llegada. Me senté, sonrió y me dio
un fuerte abrazo. Y en ese momento miró al río y dijo: “¿Cómo habrá gente que
no pueda creer en Dios? Mira las flores, mira la montaña, mira los árboles,
mira la fuerza con la que baja el agua del río”. Estuvimos hablando unos diez o
quince minutos y al fin dijo: “Bueno, yo voy a seguir mi camino y tú el tuyo”.
Me dio otro abrazo y continuó diciendo: “Siempre te tengo presente y deseo que
cada día seas más feliz”
Seguí mi camino con un gozo y una
alegría que salía por cada poro de mi piel. Te había encontrado en mi paseo y
no solo eso: me sonreíste, me abrazaste, te alegraste de verme, me invitaste a
descubrirte en las flores, en la montaña, en los árboles, en el río… en
definitiva en todo. Y no contento con eso, todavía al despedirnos me diste otro
abrazo y me dijiste que deseabas que cada día fuera más feliz”. ¿Qué puedo
decir ante tanto amor? ¿Qué puedo pedir? ¿Qué da más alegría que encontrarse
contigo y experimentar tu presencia?.
Gracias por hacerte el encontradizo
conmigo.
Esta mañana paseando por el parque volví
a encontrarme contigo. Ibas en una silla, tu padre te llevaba, tienes algún
tipo de discapacidad. Tocaste mi corazón. Te sentí. Te percibí. Te cruzaste en
mi camino. No dijiste palabras pero me hablaste a lo más profundo. Lágrimas de
consolación comenzaron a rodar por mis mejillas y lo que surgía en lo más
profundo de mi era una oración agradecida.
La alegría me desbordaba porque en
ese fugaz encuentro me enviaste un mensaje: “Soy Dios, el Dios de Jesús. Aquel
que no se manifiesta de forma deslumbrante. Soy el Dios escondido, el Dios que
se disfraza y se esconde en lo humilde, en lo sencillo, en lo enfermo, en lo
débil…”.
Yo que llevo unas semanas a vueltas
con mi fragilidad y mi debilidad… y Tú que te cruzas en mi camino para hacerme
ver algo que racionalmente sabía pero que hasta ahora no había experimentado:
“Mírame, yo también soy pequeño, soy frágil, débil, humano. Te entiendo, sé
cómo te sientes… únicamente quiero recordarte que no estás sola, estoy contigo,
y así con lo que eres y como eres: Te quiero y deseo que seas feliz. Te
conozco, sé de tu historia y de tu presente. Deseo que sigas a mi lado, no te
prometo que el camino sea llano pero sí te puedo asegurar que en todo momento
estaré ahí, así ha sido siempre. Y te daré la fortaleza necesaria para afrontar
todas las pruebas que se te presenten. Yo, Tu Dios débil y escondido, no te
abandonaré, confía ahora y siempre… y vivirás”
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