“Milagros del
Cielo” es el título de una película que vi el viernes en la casa con Jenny y
que ha estado hasta hace poco en los cines de Honduras. Es una historia basada
en hechos reales en la que una niña se salva milagrosamente de una enfermedad
incurable.
Seguramente
todos hemos sido testigos de “Milagros del Cielo” en nuestras vidas pero quiero
contar en este escrito el más reciente del que he sido testigo esta tarde en un
colegio de San Pedro Sula en el que trabajo escuchando historias, dramas y heridas
de jóvenes y adultos de edades a partir de 15 años.
Hace una
semana un joven se acercó a mí porque necesitaba hablar de algo. No sé el
tiempo que estuvimos. Sí que recuerdo perfectamente su historia y su gran
dolor, su amargura, su odio, su resentimiento y su deseo de venganza contra
quien, a la edad de 6 años, mató a su padre.
Bartimeo es el
mediano de tres hijos varones. Quedó huérfano de padre, su mamá le maltrató,
consumió drogas y se dedicó al narcotráfico, estuvo en maras, y continúa
fumando y bebiendo. Y todo esto vivido a la corta edad de 15 años.
Bartimeo ha
manejado armas. Conoce al asesino de su padre. Una vez estuvo a punto de
matarlo. Tenía todo a su favor para poder hacerlo y una pistola en su mano pero
no sabe qué le sucedió, de pronto se echó para atrás, se arrepintió. Sin
embargo continúa soñando con el día en que consiga matar al asesino de su
padre… bueno, soñaba hasta el pasado domingo.
Estuvimos algo más de una hora. Él abriendo su corazón, contando hasta el último detalle de hechos y sentimientos. Y yo… Lo que pasó ahí fue obra y gracia de Dios, fue “un Milagro del Cielo”
Hoy me acerqué
a su aula y me dijo que después de comer quería hablar conmigo. Llegó al
despacho. ¡Qué cara más radiante!. Se sentó y comenzó: “mi vida ha cambiado
desde el pasado domingo, me siento liberado, feliz, ya no tengo ese odio y ese
resentimiento, esta semana vi al asesino de mi padre y yo tranquilo… todos a mi
alrededor me ven distinto, me preguntan qué me ha pasado, me dicen que no estoy
igual, se quedan extrañados, incluso a mi tío el otro día le tuve que explicar…
yo siempre andaba amargado, enojado, la gente me tenía miedo porque pensaban
que les iba a hacer algo... ahora les saludo a todos con gran alegría y me
miran raro… como le dije, yo había contado mi historia a pastores y sacerdotes
pero no me creían o me juzgaban… el otro día pensé que con usted sería igual…”.
Bartimeo es
evangélico, reconoce que lo que pasó es obra de Dios, pero yo le conté que la
dueña y señora de ese lugar en el que nos encontramos todas las semanas es
María y que ella es la que nos tiene a él y a mí ahí y por tanto a ella también
tenemos que agradecerle.
Le pedí
permiso para contar su historia en este blog pero le aseguré discreción por lo
que le cambié el nombre. Acá para todos ustedes ha sido Bartimeo. Hoy le dije:
“A usted lo tenía ciego el odio, el rencor y el deseo de venganza. Ahora ha
visto la luz. No vuelva a cerrar los ojos. Camine en la luz y sea luz para
otros que están ciegos y optan por el camino del mal. Acá hay muchas jóvenes
que han sido abusadas o violadas en su infancia, otros han vivido situaciones
de muertes violentas a familiares directos… todos ellos sufren del mismo odio,
rencor y deseo de venganza que padecía usted. Tiene que mostrar a otros que si
usted pudo liberarse, también ellos pueden”. De él surgió la idea y el deseo de
escribir su historia en un libro. Por de pronto se me ha ocurrido proponerle
que de acá a que termine el curso, en el mes de noviembre, se anime a dar su
testimonio a los más de 900 jóvenes que estudian con él. Lo pensará.
Esta historia
no termina acá. Como él bien dice: “Ahora comienzo a vivir”.
¿Qué me queda?
Dar gracias a Dios por ser una vez más testigo de un “Milagro del Cielo” y como
María cantar “Proclama mi alma la grandeza de Dios…”
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