Isaías profetizó: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está
lejos de mí”. ¿Dónde está nuestro corazón? ¿Dónde está nuestra vida? ¿En qué o
en quién ponemos nuestra confianza?
Tal vez nos pase como a los fariseos y a los letrados. Decimos creer en
Dios y seguir a Jesús pero de boca y con la mente mucho más que con la vida
Pensemos en nuestras oraciones. ¿No son muchas veces una reflexión de lo
que leemos o un sinfín de peticiones, alabanzas y acciones de gracias? En
definitiva palabras y palabras… oraciones llenas de contenido pero vacías y
huecas de amor… porque ¿cuánto de amor hay en ellas? ¿Qué es lo que andamos
buscando cuando oramos?. Las oraciones acaban siendo demasiado racionales y
poco afectivas, las palabras lo llenan todo y el corazón queda vacío. No es de
extrañar en estos casos que se termine abandonando la oración o se haga por
compromiso o a la carrera para terminar cuanto antes
“… su corazón está lejos de mí”. ¿Vamos a la oración con el corazón o
solo con la mente?. ¿Cómo nos va a transformar la oración si no nos dejamos
afectar, llenar de “su amor”?
La oración, decía Santa Teresa, es tratar de amistad estando muchas veces
a solas con quien sabemos nos ama. La oración es el encuentro entre dos seres
que se aman y que desean entregarse enteramente el uno al otro. Cuando así se
vive y se experimenta: no hay prisa, sobran las palabras, y se desea el
encuentro.
Pero para vivirlo así hay que vaciar el corazón de afecciones y afectos
desordenados que nos distraen, que nos alejan y que se convierten en nuestro
centro, en nuestros dueños y señores, perdiendo de esta forma nuestra libertad
Si conseguimos vaciar el corazón, por una parte con nuestra voluntad y
por otra con la gracia de Dios, y deseamos internamente entregarnos
completamente a Él y confiar en que en todo momento nos dará lo que más nos
conviene, se producirá el encuentro. Y cuando ese encuentro se produzca, la
vida cambiará y cambiará nuestra forma de ver y relacionarnos con los otros, y
de ver y de relacionarnos con la realidad que nos rodea.
¡Cómo nos cuesta soltar, dejar ir…! Decimos poner la confianza en Él y
andamos buscando seguridades en el mundo… ¿Qué tienes que soltar? ¿Qué está
impidiendo en tu vida que se produzca el encuentro: el exceso de actividad, el
buscarte, el sentirte valios@, las cosas materiales, el miedo, la desconfianza,
las consecuencias, el dinero, el deseo de sobresalir, las distracciones
tecnológicas, la desesperanza, la imagen, la salud, la comida…?
Su corazón desea encontrarse con el tuyo pero es necesario vaciarlo para que Él pueda llenarlo completamente. Tú decides: ¿seguir amarrad@ y atad@ a tus esclavitudes, o liberarte de todo para comenzar a vivir?
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