Si hacemos una revisión de nuestra vida seguramente no dudaremos del gran
amor que Dios nos tiene. Creo que ese amor se siente y experimenta con más
intensidad en la medida que nos sentimos más pecadores. Hasta el punto de que
pueden darse dos reacciones ante tanto amor recibido y tanta pequeñez
experimentada:
- Apartarse del camino por creerse
indigno de continuar en él
- Continuar en el camino sabiéndose
también indigno pero con humildad
Me da una gran tristeza los que, al no soportar tanto amor, se
apartan del camino. Me da tristeza porque veo como se truncan sus vidas. Me da
tristeza porque yo en más de una ocasión he tenido también esa tentación. Me da
tristeza porque hubieran hecho una buena y gran labor.
Yo me encuentro, hasta el momento y espero que así sea siempre, en
el segundo grupo. Me quiebro y me vuelve a moldear… y así una y otra vez… y yo
me pregunto: “¿Hasta cuándo seguirá trabajando este alfarero en mi vida?”… ¡Y
me da tanto dolor!, que cada día entiendo más a aquellos que deseaban morir
antes que volver a pecar porque llega un momento que ¡es tan poca cosa lo que
uno se siente, comparado con el gran amor de Dios!… que duele… y duele hasta
llorar. No sé por qué Dios me tiene tanta paciencia, por qué Dios sigue
confiando en mí, por qué Dios me sigue mostrando su amor, por qué me descoloca
asignándome tareas que quisiera evitar por la gran responsabilidad que
entrañan… Y si permanezco es por pura gracia porque por mí misma hace tiempo ya
hubiera desertado, o tal vez ni hubiera comenzado. Pero gracias a Dios siempre
he encontrado personas en mi camino, que a pesar de conocer lo más oscuro de mí
o mi fragilidad o mi pequeñez, me han brindado su amor, su confianza y su
apoyo… y a través de ellas he podido experimentar el gran amor que Dios me
tiene.
Dios nos ama y no tenemos que centrar la atención en nuestra
fragilidad. Reconocer nuestras limitaciones, defectos, pequeñez… y con humildad
dejarle ser en nosotros. Porque la obra es suya y no
necesita gente perfecta sino personas que pongan su confianza en Él y no tanto
en sus propias fuerzas y se dejen hacer.
Espero ser humilde y dócil para facilitarle la tarea. ¿Y tú?
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