Hace un par de meses, en una
eucaristía de diario en catedral, Monseñor Rómulo Emiliani decía algo así en su
predicación tras leer el Evangelio: Cuando
pregunto a la gente: “¿Cómo están?”, contestan que bien. Yo me molesto y les
cuestiono porque: ¿cómo se puede estar bien viviendo en una realidad como la de
Honduras?. Entonces concretan la respuesta de la siguiente manera: “Pues sí
Monseñor, pero espiritualmente estamos bien”. Monseñor Rómulo continuó
haciéndonos tomar conciencia de que espiritualmente tampoco se puede estar bien
en un país como éste. Y el que dijera que estaba bien era porque vivía como en
una burbuja, ajeno a la realidad y sin enterarse de la situación. ¿Cómo un
cristiano puede “estar bien” cuando hay tanto dolor y sufrimiento alrededor?.
Si vemos en el otro a un hermano y nos conmovernos hasta sentir el dolor ajeno,
difícilmente podremos “estar bien”
No ha dejado de resonarme
esa homilía un día tras otro. Hoy más que nunca le doy la razón, estoy
plenamente de acuerdo con él. El pasado martes por la noche, le sucedió algo a
una familia de mi comunidad de San Lucas. Yo me di cuenta hasta el miércoles a
las 6am cuando salía de casa para celebrar la eucaristía en catedral porque me
contó la señora de la casa en la que vivo. Me fui con una mezcla de
sentimientos: tristeza, dolor, enojo, impotencia, indignación… Llegué a
catedral y tras saludar a Jesús en el Santísimo me senté junto a las
claretianas. Un señor se acercó a saludarme. Al verme me dijo: “¡Ay hermanita, ¿está con gripe?”. Le
contesté solamente con un “No”. No hizo falta más palabras, se dio cuenta que
no era algo físico lo que me tenía así. Me pidió que leyera el salmo. Con mi
mirada quise decirle que no era el mejor día pero antes de que pudiera
articular palabra argumentó: “No se
preocupe hermanita, el Señor le va a dar fortaleza”. ¡Para qué me dijo!. Ni
qué decir tiene que acabé leyéndolo.
Llegó el momento de la
comunión. El sacerdote me dio un pedacito ¡tan chiquito!... que sería como un
décimo de la forma grande o tal vez menor. ¡Con la de formas que había!. Me
senté… y pensando en ese pedacito caí en la cuanta de algo. Jesús me estaba
diciendo: “Yo también estoy roto, roto de dolor por tanto sufrimiento y por
tantas tragedias que hay en este mundo”. Sentí que estaba conmigo, con esa
familia de mi comunidad, con todo el que sufre. Que Él también sufre cuando
sufrimos, que llora cuando nos ve tristes. Esa mañana Jesús compartía conmigo
la tristeza, la indignación y la impotencia que sentía
Jesús está roto pero con
nosotros.
Jesús está roto pero tiene
el poder para darnos en cada momento lo que necesitamos para hacer frente a las
situaciones que se presentan
Jesús está roto y se sirve
de nosotros para transmitir su apoyo, su amor y su esperanza a los que solo ven
oscuridad cuando la adversidad llama a su puerta
Jesús está roto pero VIVE y
nos regala su Espíritu
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