Estamos en Cuaresma, buen momento para hacer revisión de nuestras vidas y descubrir cuáles son las tentaciones que nos acechan y cuáles permitimos en nuestras vidas
La tentación es algo atractivo. A veces la detectamos rápidamente, otras
veces se nos presenta de forma más disimulada haciéndonos creer que algo es
bueno
Una cosa es sentir y otra consentir. Esta es la diferencia entre
tentación y pecado: el consentirlo
En cualquier caso siempre es una lucha interna la que el ser humano
libera. Por un lado la seducción y la atracción del mal, aún en ocasiones
disfrazado de bien, y por otro la gracia de Dios que nos habla a través de la
conciencia y nos hace ver que “eso” no es su voluntad porque nos aleja del plan
o sueño que tiene para nosotros.
Toda tentación nos seduce con un pequeño paso. Un paso lleva al
siguiente. Y así hasta que nos vemos envueltos por el pecado, alguno de ellos
muy grave. El problema es que cuanto más nos dejemos llevar más difícil es salir.
Si cuando estamos pecando la brújula de nuestra conciencia nos advierte
de que algo no está bien, es la misma voz de Dios que desea que nos alejemos.
Tenemos dos opciones:
* acallar nuestra conciencia. Si continuamos orando, el
sufrimiento se prolongará porque en el silencio será más fácil escuchar que
Dios no quiere eso. Entonces lo mejor será abandonar la oración. No habiendo
oración no hay silencio. No habiendo silencio no escuchamos nuestra voz
interior. No escuchando nuestra voz interior todo se vale. Pero nos estamos
perdiendo.
*volvernos
a Él. Hacer frente a la tentación fortaleciendo nuestra voluntad y pidiendo en
la oración esa gracia y denunciarla y confesarla a un acompañante espiritual
para que pierda fuerza.
La
clave para vencer las tentaciones y que el pecado no entre en nuestras vidas es
la oración. A más tentaciones, más tiempo de oración. Si hay tanto mal en el
mundo es porque hemos sacado a Dios de nuestro corazón y no le damos cabida
buscando nuestros espacios en el día para encontrarnos con Él. Si el activismo,
el estar con otros y el ruido ha llenado nuestra vida desplazando o anulando la
oración, estaremos huecos por dentro y seremos presa fácil del mal espíritu. A
mayor compromiso también es preciso más tiempo de oración porque más expuesta
está la persona a sucumbir.
Él
quiere encontrarse con nosotros en el silencio. Él es el único que puede llenar
nuestro vacío y hacernos felices. ¿Por qué pudiéndolo tener todo andamos
mendigando migajas? ¿Por qué anhelando la vida escogemos la muerte? ¿Por qué
contando con quien nos ayude confiamos en nuestras propias fuerzas y
seguridades? ¿Por qué teniendo libertad para escoger lo que nos hace bien
elegimos lo que nos daña? ¿Por qué…?
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