viernes, 21 de abril de 2017

"DIOS EN EN LOS NIÑOS"



Estuve en el viacrucis de la comunidad “Cristo Salvador”. Los jóvenes llevan representándolo 11 años. Se recorren las calles de la comunidad. Después de la escenificación de la Última Cena en la iglesia, fuimos caminando detrás de Judas, hasta el parquecito. Allá Judas fue a entregar a Jesús. Pedro le cortó la oreja al soldado. Jesús le sanó. Y fue entonces cuando comenzaron a golpear y a dar patadas a Jesús. Lo hacen tan real que un niño de unos cuatro años comenzó a llorar desconsoladamente, le rodaban las lágrimas por sus mejillas mientras clamaba: “No quiero que golpeen a Dios”. Me impactó. Tuve que contenerme para no llorar con él. ¡Tuvo una vivencia tan real!… que luego mientras caminábamos hasta el lugar donde se iba a desarrollar la siguiente representación, continuaba suplicando que no le golpearan a Dios y que él mejor quería irse a casa. Su dolor era tal, que no soportó las escenas. Y me cuestionó la sensibilidad de ese niño. ¡Qué cierto lo de “si no os hacéis como niños…”!. Ojalá tuviésemos esa sensibilidad para responder a las situaciones que se nos presentan en la vida, a tantos hombres, mujeres y niños que sufren de tantas maneras.

Caminando por las calles, y cuando toda la multitud seguíamos a Jesús con la cruz a cuestas, escuché a un niño de unos 7 años cantando. Me acerqué a él. Caminé agachada para tratar de reconocer lo que cantaba. El niño se dio cuenta de que le escuchaba pero no por eso dejó de cantar. Y en un momento le pregunté: “¿Qué canta?”. “Es una canción a Dios” fue su respuesta. “¿Ah si, y cuál es el título?”. Y me contestó: “Hoy Jesús muere en la cruz”. Me dejó helada. Estaba muy centrado en lo que íbamos viviendo. Segundo niño que me tocaba el corazón.

Terminamos en la iglesia dos horas y media después de haber comenzado. Al final el coordinador pidió a alguien del público que diera su testimonio de lo vivido. ¿Y quién salió? Una niña de 7 años. Estaba sentada en la primera banca y fue la primera en levantar la mano. Y dijo: “Me ha gustado mucho. Y quiero dar las gracias a todos los que han actuado”. Sin palabras…

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Y el Viernes Santo caminando al encuentro del Santo Entierro me encontré con unos cuantos niños de las escuelas pero me llamaron la atención dos:
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       * Un alumno de quinto grado que es tremendo, muy agresivo y violento. Pasan reportándolo a dirección a cada rato y ningún profesor lo soporta. Para mí estos niños como Jean Piere son mis preferidos. Cuando me vio pasar por la calle salió corriendo de la casa diciendo: “Gloria ¿me puede dar un abrazo?”. No le dije nada… solo me sonreí y le abracé

-          * Un alumno de cuarto. Su madre me contó que el día anterior le dio una buena fajeada (golpes con el cinturón) porque estaba peleando con su hermano menor. En tal momento la madre le levanta la camiseta. Tuve que girar la vista. Le dejó bien marcada la espalda, hasta moretes (cardenales). ¡Eso tiene que doler!. Tenía delante a Jesús azotado. Desde lo más profundo de mi alma me salió decirle: “Grosera”. La mujer bien apenada (avergonzada) me contó lo que lloró después de golpearle y que estuvo a punto de ir a la policía a que la detuvieran. ¡Cómo muchos adultos se desquitan con los menores sus problemas sin resolver, sus heridas sin sanar, sus conflictos de pareja!

Si queremos escuchar la voz de Dios y sentir su presencia busquémoslo en lo sencillo, en lo simple, en lo que pasa desapercibido a los ojos del mundo, en lo que aparentemente no vale o no sirve, en lo despreciado, en los maltratados, en los abandonados, en los ignorados… ahí está… escondido y a la vez deseando ser encontrado para que se produzca el milagro: el cambio, nuestra transformación y conversión.


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