“D.” es un
muchacho de sexto grado que ha llegado hace cuatro meses a la escuela. Me
llamaba la atención que no vistiera con uniforme. Hace algo más de mes y medio
me dijo que en su casa andaban mal de dinero. Calza unas zapatillas todas rotas
porque es lo único que tiene, otros días le agarra a su hermana unas de ella.
Le prometí buscar la manera de conseguirle unas.
La
situación familiar es desastrosa. Aguanta hambre, su mamá le da de desayunar
golpes y palabrotas (narrado por sus vecinas), y su papá apenas se hace
presente porque vive en otra colonia. De remate el papá es alcohólico.
Sorprendentemente el niño prefiere a su padre “bolo” porque dice que estando
“bolo” es “buena onda”.
Que los más
desfavorecidos, marginados, excluidos y necesitados nos sigan recordando:
- la
lección de la generosidad, del compartir lo que somos y tenemos, del desapego
- que todo
es de todos
- que amar
es dar al que tiene menos que yo, dar a aquel que no te lo puede devolver
(porque si amamos solo a los que nos aman o a aquellos que nos pueden devolver
el favor ¿qué mérito tenemos?)
Jesús vive
y se hace presente en nuestras vidas a través de los más pequeños. Que podamos
reconocerle y responderle.
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