La vida es temporal, pasajera… tarde o temprano
nos iremos… ¿de qué nos servirá todo lo que hayamos comprado y acumulado? ¿y
nuestros triunfos? ¿y nuestros títulos? ¿y el poder que hayamos alcanzado? ¿y
la valoración y la estima y el cariño que nos tuvieron? ¿y…?
Todo pasa… todo se queda… no nos llevamos nada…
¿para qué aferrarnos? ¿por qué no nos preocupamos más de vivir humana y
dignamente, de vivir los valores, de amar y ser misericordiosos…?
Las cadenas nos hacen limitados. La libertad nos
hace eternos
¿Tengo una vida limitada o eterna?
¿Me cuesta tomar decisiones, dejar ir, abrirme a
lo nuevo, o me dejo llevar por donde el
Espíritu me va guiando y respondo en cada momento a la voluntad del Padre?
¿De qué me sirve tenerlo todo si pierdo mi vida?
Las pérdidas que experimentamos en nuestras vidas
no son sino medios para descubrir qué es lo realmente importante, lo que
permanece a través del tiempo, aquello en lo que verdaderamente debemos poner
nuestro amor, confianza y seguridad. Ya lo decía Santa Teresa: “Solo Dios
basta” pero nos empeñarnos en apoyarnos en “otras cosas” porque no nos lo
terminamos de creer
¿Cuánto tiempo te falta de vida en esta tierra?
¿Vas a seguir como hasta ahora o vas a comenzar a cambiar algo? Como decía la
letra de una canción que escribí hace años: “Ahora tienes ya la puerta abierta,
lánzate ya, es tu oportunidad, mañana puede ser tal vez muy tarde… vuela, eleva
tus alas y salta, vuela, tu puedes vuela alto, vuela sé libre y sé feliz”
Quien te creo no te va a fallar, te ha formado, te
sostiene y estará siempre ahí. Abandónate en sus brazos y confía… y todo lo
demás se dará
No hay comentarios:
Publicar un comentario