“La rama no puede dar fruto por sí
misma si no permanece unida a la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en
mí”. Juan 15, 4
Jesús nos invita a estar unidos a Él,
solo así podremos dar fruto
Sería bueno cuestionarnos sobre esto.
Si realmente estamos unidos a Él, los frutos se dan. Si tenemos fe en que todo
es posible para Él, nosotros solamente tendremos que poner los medios y los
frutos se darán. Para eso es necesario dejarle que llene nuestro corazón
A lo mejor nuestro hacer no tiene ni
su origen ni su destino en Él. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Para qué lo
hacemos? ¿Qué es lo que nos motiva? ¿A quién respondemos: a nuestro ego, a una
idea que tenemos de Dios, o realmente al Dios de Jesús?
Quizás por eso nos hemos podido
sentir muchas veces como dando tumbos, quizás por eso no terminamos muchas
veces de centrarnos, no vemos con claridad o percibimos el futuro incierto
Si Dios es una idea en la que creo y
no ha bajado de mi mente a mi corazón… difícilmente daré frutos.
Si hay algo que impide mi unión con
Él… difícilmente daré frutos
Si tengo mi corazón lleno de “tantas
cosas” que me alejan de Él… difícilmente daré frutos
Si creo que todo se soluciona con
unas oraciones pero mi vida no cambia… difícilmente daré frutos
“Separados de mí no pueden hacer
nada”… bueno, hacer lo que se dice hacer podemos hacer mucho pero resultará
vacío, hueco, superficial… no tendrá la hondura, la profundidad, o el efecto
esperado o deseado. Por otra parte nos queda el consuelo de que “nada es
imposible para Él” pero que eso no sea una justificación para cruzarnos de
brazos y seguir como hasta ahora.
¿Qué nos queda? Si queremos dar fruto
está claro: vaciar nuestro corazón de todo aquello que nos impide amar para que
Él pueda hacer su obra a través nuestro. Comienza a poner nombre a todo aquello
que no le deja ser y déjalo ir… mañana puede ser demasiado tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario