Este domingo fue un día duro de trabajo. Era día de
exámenes finales y los estudiantes habían encargado comida para almorzar en el
colegio. Terminando la hora de comer, Sor Suyapa me comunicó que una alumna
(que ya tenía antecedentes de haber consumido drogas) había estado tomando
alcohol. Fuimos para el aula e inmediatamente llegó la coordinadora. Se les dio
la oportunidad a los alumnos de hablar y contar lo que había pasado pero todos
callaron. Comenzamos a revisar las mochilas (me sentí super incómoda urgando
sus pertenencias pero teníamos que confirmar las sospechas y buscar cualquier
indicio antes de tomar medidas). La coordinadora encontró una cajita de jugo en
la que habían echado ron. La botella la encontramos en el basurero del aula.
Tras amenazarles con retirarles los exámenes si no hablaban, “A” se delató. Sor
Suyapa y la coordinadora se bajaron con ella para redactar el acta de expulsión
y yo me quedé un rato con ellos. Les pregunté quién más sabía de aquello y
quién había colaborado. Un alumno dijo: “Profe todos sabíamos pero nadie dice
nada por miedo. Aunque nos hubieran retirado el examen no hubiésemos hablado.
Vale más nuestra vida y no sabemos qué consecuencias puede tener el hablar”. Y
ahí sí… les hablé bien enojada y les dije: “Sigan así… por eso este país está
como está… y la culpa no la tienen tanto los políticos sino el pueblo que calla
y calla… todos saben pero nadie dice nada y al final todos son responsables y
se vuelven cómplices del mal”.
Como tres horas y media entre hablar con la muchacha,
hablar con la que había metido la botella en el colegio, hablar con los que
habían tomado de la botella… y al final… “A” expulsada del colegio y a los
otros cuatro se les ha dado un periodo de reflexión hasta finales de enero,
fecha en la cual si quieren matricularse en el colegio tendrán que redactar un
compromiso firmado que deberán cumplir durante el curso escolar.
Llegué a casa a las 5.30pm, solo tomé un poco de café
con leche y me fui para la eucaristía de 6pm. Estaba agotada… casi once horas
en el colegio (como todos los domingos)… y de remate esa misa fue ¡tan larga!,
duró hasta 7.40pm… en la homilía me faltó poco para dormirme. El caso es que en
la eucaristía me estuve acordando de “A”… tal vez yo no hice lo suficiente por
acompañarla durante el curso, tal vez se merecía otra oportunidad, ¿por qué a
mí se me dan tantas oportunidades y a ella se le echa del colegio? ¿acaso mi
vida vale más que la de ella? No es justo, creo que no es justo, si a mí no se
me hubieran dado tantas oportunidades no sé dónde estaría ni que estaría
haciendo… no merezco estar aquí ni hacer lo que hago si Dios me hubiese medido
de la misma manera. En eso estuve toda la eucaristía: preguntándome ¿por qué a
otros no se les da otra oportunidad y a mí se me dan tantas?
No encuentro respuesta a mis preguntas pero tengo la
certeza de algo y es que Dios me ama y a pesar de mi debilidad y fragilidad me
quiere acá. Y este domingo lo volví a confirmar. En el lateral, en el que
estaba sentada, dio la comunión una mujer muy comprometida y ya mayor a la que
tengo años de conocer pero ahorita hacía unos meses que no la veía porque no
voy a esa iglesia. Cuando llegó el momento de darme la comunión, se le iluminó
la cara, sus ojos brillaron y con una sonrisa me dijo: “Hola Gloria”… “El
Cuerpo de Cristo”. Volví a mi asiento y… buf… fue como el mismo Dios
saludándome y diciéndome: “me alegro de que estés acá… sigue adelante… yo te
quiero… (eso y más cosas)”. Lo que continúa ya te lo imaginarás… siempre llevo
pañuelos a la eucaristía porque nunca sé cuándo Dios me va a hacer uno de estos
regalitos
No sé cuál será tu caso… pero sí que estoy segura de
algo… el Amor y la Misericordia de Dios es mucho más grande que la justicia
humana y bendito sea Dios si así lo vivimos, experimentamos y agradecemos
No hay comentarios:
Publicar un comentario