Así
comienza la primera lectura de la Nochebuena y me sentía bien cuestionada.
¡Cómo necesitamos esa luz! ¡Qué difícil, triste y angustioso vivir en la
oscuridad! Peor aún cuando uno ni se da cuenta de que vive en tinieblas y no
busca la luz
Llevamos
un mes de mucha tensión por los acontecimientos políticos que se están viviendo
en Honduras. Hace apenas cuatro días nadie sabía dónde iba a estar para
Navidad, qué iba a hacer, con quién se iba a reunir… tras unos días de estar
encerrados en las casas, de manifestaciones y tomas de carreteras en las que la
tónica era la violencia, de cierre de comercios… casi milagrosamente la
situación se estabiliza. No se ha solucionado pero ya todos estamos viviendo
como si nada hubiera pasado. Ya no nos acordamos o no queremos acordarnos. E
incluso hemos dejado nuestras oraciones por la paz porque creemos haberla
conseguido.
Esa
noche escuchaba la música de las casas a todo volumen… sonaron cohetes por
horas… comida, bebida, fiesta…
Exigimos
justicia, nos quejamos de la pobreza, esperamos que otros nos solucionen los
problemas… mientras tanto nosotros festejamos… Y se nos olvida qué es lo que
realmente celebramos en estos días… El gran acontecimiento de Dios encarnado se
nos pasa por alto… no tiene cabida en nuestra fiesta y menos aún en nuestro
corazón y en nuestra vida
Definitivamente
vivimos en la oscuridad y esto me da una profunda tristeza. Pido a Dios, que se
hizo uno como nosotros a través de Jesús, que nos de su luz, que sea nuestro
guía, que ilumine nuestros pasos
Para
María, Jesús fue su centro, el motivo y la razón de su existir. Que María sea
nuestra maestra y nos enseñe a acogerle, a conocerle, a amarle y a seguirle. Y
que nos ayude a descubrir que solo Él puede llenar nuestra vida y darle un
pleno sentido y felicidad
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