Haz un listado de todo lo
que dices tener: salud, familia, amigos, casa, trabajo, títulos, inteligencia,
memoria, cualidades, poder, cargos… ¿Acaso no podría desaparecer algo de esto o
incluso todo de la noche a la mañana? ¿Qué sería de ti? ¿Qué te quedaría? ¿Por
qué aferrarte o apegarte a lo pasajero creyéndote segur@ cuando lo único que
nos consta es que solo Dios permanece? ¿Acaso lo que permanece no es lo único
que me puede proporcionar seguridad?
Construimos nuestros
propios ídolos y nos esclavizamos de ellos, unas veces consciente y otras
inconscientemente.
¡Qué triste caer en la
cuenta de haber caído en la auto divinización! De repente nos creemos nuestros
propios dioses: todo lo podemos, todo lo tenemos, todo lo controlamos, todo lo
sabemos… Y la realidad es que nada tenemos, nada controlamos y nada podemos por
nosotros mismos. Reconozcamos con humildad que somos tan solo instrumentos, que
no somos imprescindibles… Sólo podemos ser humildes cuando vivimos
descentrados, cuando no se pone la mirada en uno mismo, cuando todas nuestras
intenciones, acciones y operaciones son ordenadas en su mayor servicio y
alabanza
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