Empezando
mayo fui a pasar diez días con una comunidad de Carmelitas. La idea era
compartir todo con ellas y así fue: Oración, comidas, trabajo, helados,
celebración de cumpleaños de la Madre, funeral de un feligrés… y alguna que
otra partida al parchís. Ni hablar de la acogida, del cariño, de los detalles…
como en casa, como si las conociera de toda la vida… un amor…
Tengo
por costumbre mi hora de oración personal según me levanto y el segundo día ya
vi que no iba a ser posible. El ritmo de oración y trabajo era tal que me veía
incapaz de levantarme una hora antes que las hermanas para ser fiel “a lo de
siempre”. Confieso que lo primero que sentí fue rabia pero al revisarme me
dije: “Pero ¿qué me pasa?”. Caí en la cuenta de mi apego a mi forma de
relacionarme con el Señor. ¿Acaso “sus formas” eran menos santas que la mía o
me iban a impedir el encuentro con Él?. Reconocí mi estupidez y con paz decidí
esos días: soltar y abrirme a la novedad.
¿Por
qué te cuento esto? Porque los discípulos de Jesús también se aferraron a Él, a
sus ideas sobre el mesianismo… No querían escuchar de su posible muerte, ni
siquiera del Espíritu que después se les regalaría porque todos sus esquemas se
desmoronaban, sentían que perdían el control… No entenderían realmente el
camino y descubrirían al Maestro y al Dios con el que se relacionaba hasta
después. No somos tan distintos de aquellos primeros compañeros de Jesús
Apegarnos
a lo de siempre, a lo conocido, a nuestras ideas sobre la verdad o sobre Dios,
a nuestra experiencia, a nuestros criterios sobre lo que es normal… nos hace
cegarnos y cerrarnos a una realidad mayor, al Misterio. Perdemos la capacidad
de sorprendernos, la oportunidad de crecer… Creyéndonos seguros, los débiles
cimientos en los que nos apoyamos comienzan a tambalearse e incluso se caen
Anclados
en nuestras propias ideas o creencias nos perdemos la oportunidad de la
experiencia
Creyendo
buscarle o incluso poseerle no hacemos sino fortalecer nuestro amor propio e
impedir el encuentro
Soltar,
desprenderse, dejar ir…
Permitir
que las escamas se caigan de nuestros ojos, dejarnos sorprender, abrirnos a la
novedad...
Morir
a… para abrirnos a una realidad mayor que escapa a nuestro control y puede
transformar nuestras pobres vidas
No hay comentarios:
Publicar un comentario