Cada vez que recordamos el encuentro de Jesús con Zaqueo me acuerdo de un queridísimo amigo que se identificaba con él. Es chaparrito pero bendito él que se reconoce pequeño de estatura y en todo lo demás porque, ahora que no me oye, tengo que confesar que su vida es una entrega constante y total al Señor y eso solo es posible cuando un corazón está conquistado por su Amor.
Y a los demás ¿Qué nos dicen Jesús y Zaqueo?. Después
de tanto tiempo veo que seguimos trepándonos a donde sea para descubrir o encontrarnos
con Jesús. Y no es en las alturas donde lo vamos a hallar sino abajo. Por eso a
Zaqueo le invita a bajar de la higuera en la que se había encaramado.
Difícil
encontrar a Jesús en los puestos de arriba, en el éxito, en el poder, en el
bienestar… en definitiva en todo lo que nos lleva a creernos autosuficientes, mejores
que otros, con más capacidades o cualidades, imprescindibles, importantes…
¡Baja!...
Porque está con los pies en la tierra en todo lo que nos habla de debilidad, de
pequeñez, de fragilidad… también de belleza, de armonía, de paz, de esperanza,
de amor…
¡Baja!...
A las profundidades del corazón porque también ahí está solo que abrumados por “lo
que nos pasa” olvidamos que “solo Él basta”, que “solo en Él podemos encontrar
la auténtica paz”, que no vamos solos, que nos movemos y existimos gracias a su
Presencia que es real, viva y nos habita.
Jesús
quiere que bajemos porque está interesado en encontrarse con nosotros, porque
quiere colmar nuestra vida. Y además quiere que lo hagamos en seguida. Se acabó
el perder más tiempo buscándolo por otros derroteros. Tal vez cumplimos,
rezamos mucho, hacemos grandes y maravillosas obras, ayudamos a mucha gente…
pero ¿A quién buscamos con todo ello?.
Jesús
no termina con un “Baja, date prisa”
sino que además expresa su anhelo más profundo: “Necesito quedarme en tu casa”. No solo no obliga sino que nos lo
pide. Y su amor es tan grande que no solo respeta nuestra libertad sino que
como sabe que es lo que más feliz puede hacernos, desea que seamos conscientes
de que habita en nuestro corazón y ser el centro de nuestra vida.
¡Cuánto
mensaje en una frase tan corta!. Ahora es tiempo de escuchar a Jesús y revisar
qué es lo que nos falta a cada uno: Bajar… No perder el tiempo y ubicarnos con
nuestro hacer, nuestra forma de ser y estar… Darle el protagonismo en todo lo
que hacemos, decimos...
¿Quién
se ha encontrado con el Señor sin bajar?. Si no ponemos los medios, la vida se
encargará de ofrecernos mil y una oportunidades de poder descender hasta
nuestra pobreza y miseria, hasta nuestra fragilidad. Siempre es doloroso porque
al ego le cuesta disminuir y teme desaparecer. Y cuando no es por propia
voluntad el sufrimiento es mayor porque no entendemos, nos revelemos contra “eso”
que sucede… Sin embargo es lo mejor que nos puede pasar porque solo
reconociendo la pequeñez y desde abajo podemos encontrarnos con quien lo es Todo
para nuestras vidas.
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