Érase una vez un
Pastor que vivía en un bosque. Un día “Alguien” perdido en la vida, llegó hasta
allá y se encontró con el Pastor.
“Alguien” se
había dejado llevar siempre por los condicionamientos de la sociedad, de los
amigos, de la familia. “Alguien” había pasado por tiempo sumergido en su
trabajo y sus quehaceres. “Alguien” no se había parado nunca a cuestionarse
dónde estaba, qué deseaba, hacia dónde iba. Y así fueron transcurriendo los
años hasta que un buen día algo ocurrió. A “Alguien” le sucedió lo que a
muchos, un revés de la vida le hizo detenerse, mirarse, cuestionarse. Esto le
hizo ponerse en camino y fue así como llegó al bosque y conoció al Pastor.
“Alguien”
necesitaba encontrar respuesta a sus muchas preguntas, necesitaba encontrar un
sentido por el que seguir viviendo. El Pastor emanaba una gran paz y en su
Presencia se sintió acogido. Pronto se sintió con confianza para hablarle de
sus problemas, de sus nostalgias, de sus dudas y miedos, de lo que se quejaba y
de lo que le faltaba, de sus heridas, de…
El Pastor, un
hombre sabio le dijo: “Contempla este bosque. Imagina que los peces observaran
a las aves añorando volar y ser libres como ellas. Que las aves criticaran a
las hormigas por estar todo el día trabajando. Que las hormigas juzgaran a los
pájaros por pasarse el día cantando. Que los pájaros envidiaran la fuerza y el
poder del león. Que el león deseara andar saltando de árbol en árbol como los
monos. Que los monos quisieran fabricar la rica miel de las abejas. Que las
abejas señalaran a las culebras por la vida tan arrastrada que llevan. Que las
culebras añoraran las atenciones que el Pastor da a sus ovejas.”. Y después le
preguntó: “¿Qué dirías de los animales de este bosque?”
“Alguien” respondió:
“Que todos se volvieron locos y que lo ideal es que cada uno se centre en ser
él mismo pues cada uno tiene su misión”
“Ese es tu
camino, esa es tu verdad, esa es la verdad de todos” dijo el Pastor. “Ahora ya
estás preparado para seguir adelante.”
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